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Laberintos humanos.Duendes y angelitos

Viernes, 30 de diciembre de 2016 01:30

La guerra, con tanto paso de tropa de uno y otro bando, había infectado el huayco de duendes, y el comandante Santamaría, encargado de ordenar estos parajes, pensó que precisaban una procesión para que las wawitas puedan descansar en paz.

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La guerra, con tanto paso de tropa de uno y otro bando, había infectado el huayco de duendes, y el comandante Santamaría, encargado de ordenar estos parajes, pensó que precisaban una procesión para que las wawitas puedan descansar en paz.

Pero tras varias jornadas por los cerros, y aún lejos del lugar en cuestión, los feligreses empezaron a cansarse. No los incentivaba el padre Buenaventura, ajeno a semejante odisea menos por maldad que por gordura, pero Estanislao Santamaría era inflexible.

Para vivir la paz, les dijo, es necesario que acabar con los estragos que dejó la guerra. Piensen que todo lo que hagamos será poco para lograr que nuestros hijos vivan como corresponde. Pero en el pueblo ya viven como corresponde, dijo uno de los quejosos. Eso del huayco es el problema de unos pocos pastores nomás.

Y queja va, inflexibilidad viene, la peregrinación estuvo al quinto día al pie del huayco, y en cuanto sahumaron las imágenes sobre la playa, los duendes empezaron a transformarse en angelitos. Era digno de ver como esas sombras que correteaban siniestras entre los quinchamales, se alzaban para adorar como niñitos ante el pesebre de la Navidad.

El padre Buenaventura, arrepentido, se acercó al comandante Santamaría y a Prístino Quispe, su ayudante, para decirles que tenían razón. Lo hemos logrado, dijo, y algo más, agregó Estanislao Santamarina. Toda esta gente, después de andar tanto para ayudar a estos pobres pastores que no podían cruzar el huayco, acaso regresen al pueblo mejores que como vinieron.