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Damián "Tito" Guerra (1945-1999)

Domingo, 26 de noviembre de 2017 00:00

Especial para El Tribuno de Jujuy. Esta semana la Escuela Provincial "Tito" Guerra nos recordó el nacimiento del actor, director y dramaturgo que le dio nombre a esta casa de estudios.

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Especial para El Tribuno de Jujuy. Esta semana la Escuela Provincial "Tito" Guerra nos recordó el nacimiento del actor, director y dramaturgo que le dio nombre a esta casa de estudios.

La memoria colectiva se teje con relatos de experiencias vividas, testimonios que traman leyendas, pero también con aquello que llaman "historia", es decir, el discurso de quienes recuperan relatos, investigan y construyen la imagen de mundo que muestran los libros.

Las identidades culturales se configuran en este cruce que hilvana testimonios, relatos e historias en un telar donde el pasado y presente se asimilan para convocarnos en las semejanzas y diferencias.

"Tito" Guerra, sin duda, es un referente teatral jujeño y, quizá, la personalidad más invocada por los actuales maestros teatrales. En torno a su figura, la Escuela "Tito" Guerra, el Grupo de Teatro Jujeño, los investigadores, espectadores y los artistas que se formaron y/o participaron de sus trabajos traman relatos que recuperan a este gran director del olvido y lo insertan en nuestro presente.

Se recuerda a "Tito" como un gran maestro de actores, cuyos procesos creativos se alimentaban principalmente de improvisaciones. Guerra buscó incansablemente su propia voz, un lenguaje verbal y escénico que estimulara la identificación del público con la obra: hablar de lo nuestro con lo/s nuestro/s.

Más allá de los valiosos aportes artísticos de Tito, todos los relatos destacan su personalidad, fuerte, generoso y contundente respecto a su proyecto creador.

Las huellas de Tito se vivifican en las voces de quienes comparten la experiencia de aquella "mística" de trabajo que él sabía crear, destacando valores humanos y artísticos, para que cada uno de los talentos aprehendiera esta particular manera de hacer teatro.

A los veinte años "Tito" comenzó a estudiar teatro con grandes maestros de la escena nacional, principalmente con aquellos radicados en Tucumán, como Oscar Quiroga. Por aquella época, 1965, Tucumán se consolidaba como punto de encuentro y reflexión de la teatralidad argentina.

Muchos de estos artistas visitaban nuestra Provincia invitados por nuestros grandes directores, Tito, Estopiñán, Asfora, entre otros. Impulsados por el deseo común de reconocerse y aprender del otro, nuestros teatristas de 1960 organizaban Simposios, Talleres y Conferencias donde discutían sobre la escena nacional, la situación laboral de los trabajadores escénicos y se comenzaba a instalar la necesidad de generar leyes que protegieran a nuestra actividad.

La mística de Tito entronca con este ambiente de época en el que la comunidad teatral contaba con un enorme capital simbólico, principalmente basado en el trabajo colaborativo y solidario destinado al "bien común".

Diez años después de su ingreso al mundo del teatro, Tito comenzó a dirigir piezas dramáticas de autores extranjeros, como Chejov, y algunas nacionales.

En 1980 funda el Grupo Jujeño de Teatro, proyecto en el que consolidó la mayor parte de sus logros artísticos. Desde la década de 1980, Tito comienza a distanciarse de lo "extraño", es decir, de la dramaturgia foránea. Estrena el "Debut de la Piba", de Roberto Lino Cayol (1981), "El Organito", de Armando y Enrique Santos Discépolo y "Los de la mesa 10", de Osvaldo Dragún.

En esta época se fragua la colaboración entre el dramaturgo Jorge Accame y Guerra. Este acercamiento a la dramaturgia nacional, sin duda, formó parte del proceso de búsqueda de una voz propia que Tito terminó encontrando en su emblemática obra "Manta de Plumas" (1984), con la que se posicionó en la escena nacional.

Esta búsqueda de lo genuino, lo propio como materia prima del lenguaje escénico y la dinámica de conformación de los grupos fueron rasgos compartidos por la mayoría de los hacedores del teatro independiente que emergieron en los 60 y se consolidaron en los 80.

Recuperar a los maestros, su obra y su legado humanístico nos permite reconocernos como miembros de una comunidad cultural.

Tito vive hoy en su obra, en el recuerdo y la memoria de quienes lo rescatan del olvido.

Por Mónica Yuste. Dra en Artes y Humanidades, teatróloga, gestora cultural.

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