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Laberintos humanos. El club del Clan

Viernes, 01 de diciembre de 2017 22:51

Una tarde en la que don Pareleque bajó a la ciudad para vender quintos de plata que desenterró de un tapado, vio en la pantalla de la televisión en blanco y negro un programa del Club del Clan, que por entonces emitía canal 13, y tras escuchar a un cantante que ya cantaba cuando llegó al bar, escuchó que a ese soquete de flequillo rubio lo presentaban como Atanasio Pareleque.

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Una tarde en la que don Pareleque bajó a la ciudad para vender quintos de plata que desenterró de un tapado, vio en la pantalla de la televisión en blanco y negro un programa del Club del Clan, que por entonces emitía canal 13, y tras escuchar a un cantante que ya cantaba cuando llegó al bar, escuchó que a ese soquete de flequillo rubio lo presentaban como Atanasio Pareleque.

Pareleque no era su apellido sino el apodo que le pusieron por no poder decir muy bien la palabra palenque, le resultó extraño que ese cantante tuviera por apellido su apodo y tomó el tren hacia Buenos Aires, pensando que acaso pudiera sacarle unos pesos, y en el largo viaje recordó a ese niño que le dejaran en un canasto, que se había olvidado de llevar al hospital y que un día había dejado de ver.

Cuando llegó a Buenos Aires, se mojó los cabellos en el baño de la estación, se ajustó la corbata y caminó hasta el canal, donde le dijeron que Atanasio Pareleque había sido famoso la semana pasada pero ya no lo era. Pucha, se dijo don Pareleque, caminó hasta el obelisco para conocerlo y regresó a la estación de trenes para regresar a Jujuy.

Como no le alcanzó el dinero para todo el viaje, se bajó en Tucumán, donde hizo un par de changas para pagarse el resto del pasaje, pero al cobrar su sueldo sus compañeros de trabajo salieron a malgastar su salario en un boliche y los acompañó. En el club anunciaban a los éxitos del ayer, y alguien recordaba que los que cantaban sobre el escenario lo habían hecho en el Club del Clan hacía una semana.