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La música jujeña otra vez de luto: falleció Rodolfo Altamirando

Sus restos son velados en su pueblo, al que supo representar en escenarios de todo el mundo. El velatorio es en el Salón Municipal.
Miércoles, 27 de diciembre de 2017 12:02

Rodolfo Altamirando es uno de los nombres esenciales de la música popular tilcareña, ya sea representándola en los múltiples escenarios que le ha tocado engalanar, o ejerciéndola en el ciclo anual de quena para los pesebres, anata para los carnavales y sikus para las procesiones. Dotado de un don especial para la interpretación de nuestros vientos, así como para el charango, sabía recordar que empezó tocando de niño, en el Pucará de su pueblo, para los turistas.

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Rodolfo Altamirando es uno de los nombres esenciales de la música popular tilcareña, ya sea representándola en los múltiples escenarios que le ha tocado engalanar, o ejerciéndola en el ciclo anual de quena para los pesebres, anata para los carnavales y sikus para las procesiones. Dotado de un don especial para la interpretación de nuestros vientos, así como para el charango, sabía recordar que empezó tocando de niño, en el Pucará de su pueblo, para los turistas.

Altamirando había nacido en 1958, aprendiendo desde niño la rica herencia de sones bolivianos que alimentaron nuestro folclore, por lo que siempre tuvo palabras de agradecimiento hacia aquellos paisanos que fueron sus maestros. En 1972 funda los Malkas, con quienes llega a Cosquín en 1976. Entonces busca suerte en Buenos Aires, donde se vuelve devoto de la Virgen de Luján, bajo cuya advocación creará una banda de sikuris de residentes tilcareños.

Participó de formaciones como Los Tilcareños, Los Laikas, Condorcanqui y Los Yungas. Con Los Laikas llega a los escenarios del Japón, donde retornará, en 1979, dando sesenta conciertos en noches compartidas con la orquesta de Osvaldo Pugliese. Fue parte de la Misa Criolla, dirigida entonces por Ariel Ramírez, y en 1986 viaja a Israel junto a Jaime Torres. Su última formación, junto a maestros de la música local, la recordamos ejecutando las canciones patrias con instrumentos regionales.

Graba con Argentina Indígena, dirigida por Silvia Barrios, y a fines de la década del ochenta regresa a Tilcara, donde siembra la semilla de su arte en los Talleres Libres, e idea Inti Pacha Tilcara Manta Kaiku, una formación que rescató la multiplicidad de sonidos y coreografías del calendario local. Generoso con sus melodías, con muchas creaciones propias de alto valor, una de sus últimas grabaciones fue para la banda sonora del Regreso del Payasito, film de los Artesanos de la Luz.

En lo que hace a su tránsito por la música popular, aquella que tiene que ver con las veneraciones de su cultura, rescatamos de sus recuerdos que “mis primeros pasos fueron por el año 68 con la banda de Rogelio Martínez. Con esa banda de sikuris caminé hasta el año 1978, siempre empezando de abajo para poder aprender algo. Había un capitán que estaba encargado de la parte de las cañas y nos pasaba las melodías de oído para que uno captara lo que es una marcha, una diana”, supo contarnos.

Recordaba que “me fui en el año 78 y apliqué ese conocimiento que tenía de sikuris, que nada que ver con el de la zampoña. Para estar con grupos musicales era otra la exigencia pero siempre tuve la base de las bandas de sikuris, de cómo ejecutaban y trataba de poder incorporar esas melodías. Eran temas populares de hace muchos años. Muchos eran paisanos que traían esas melodías de Bolivia, que son antiquísimas”

Nos decía que “lo de Bolivia es algo muy especial por su ritmo. Ellos respetan el tiempo si es para verano, para invierno, para la siembra. Esos maestros eran sastres como Talavera, como Ruiz, como Torrejón, como Roso, y lo que ellos hicieron se sigue respetando pero acá ya se hace un solo ritmo, sea marcha, sea diana o sea bolero. Y es un ritmo único en la Quebrada, que en eso se diferencian.”

A mediados de los ochenta, recordaba que “nos hemos reunido los tilcareños en Buenos Aires, y hemos decidido armar la banda de sikuris. De ahí hicimos las primeras presentaciones. Subimos al cerro en el año 85 y en el 91 fuimos a la Basílica de Luján. El nombre de la Virgen de Luján surgió porque todos los provincianos dicen: vamos a Luján. Cada uno con su fe, un fin de semana se van a conocer Luján. De ahí es que le pusimos el nombre.”