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Pechos femeninos

Sabado, 22 de abril de 2017 20:30



Dios hizo a la mujer. Con pechos incluidos. Obra de Dios, que todo lo hizo bien. ¿Por qué no hablar de ellos? ¿Y qué mejor que sea una mujer -en este caso, Carolina Arenes- quien los comente? Leamos algunos párrafos:
"Con los pechos de una mujer se pueden hacer muchas cosas. Se puede amamantar a un niño, se puede obtener placer sexual, hacer cirugías estéticas, vender productos, inundar de car­teles la ciudad para promocionar un film o agotar la tirada de una revista. Se pueden decir piropos, insultar, hacer chistes.
"No es que nosotras no tengamos nuestras observaciones se­cretas, apuntes personalísimos sobre los hombres, pero es justamente ese el problema: que nuestras observaciones -cuan­do nos damos la palabra- están destinadas al secreto, al mur­mullo dentro de la cofradía, a eso que no se dice en voz al­ta. Los hombres, en cambio -no todos, sí muchos todavía-, hablan y vociferan sobre el cuerpo femenino con el desparpa­jo de quien camina por territorio propio. Ellos hacen chis­tes (machistas) y nosotras nos reímos, encantadoramente cóm­plices.
"Si el tema perdura como un desajuste o una incomodidad, si aflora de tanto en tanto en las formas más visibles de la protesta organizada o en gestos espontáneos en una playa, tal vez se deba a que sería un trazo grueso reducirlo a una exagera­ción del feminismo. Porque esa apropiación -del cuerpo, del lenguaje que lo nombra- deja huellas. En el imaginario social, en la subjetividad femenina, en el modo en que nos pen­samos nosotras mismas. Cuerpos obedientes de mujeres obedien­tes.
"El cuerpo de una mujer prisionera del sentido común, in­tervenido por el deseo, las normas o por las preferencias es­téticas del hombre. Porque ese tipo de exigencia, además, no tiene correlato al otro lado de la frontera de los sexos. El campo de batalla es el cuerpo de la mujer, no el del hombre. Y no siempre -ni ellos ni nosotras- nos damos cuenta. Y cuan­do sí nos damos cuenta, no siempre sabemos defendernos".

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Dios hizo a la mujer. Con pechos incluidos. Obra de Dios, que todo lo hizo bien. ¿Por qué no hablar de ellos? ¿Y qué mejor que sea una mujer -en este caso, Carolina Arenes- quien los comente? Leamos algunos párrafos:
"Con los pechos de una mujer se pueden hacer muchas cosas. Se puede amamantar a un niño, se puede obtener placer sexual, hacer cirugías estéticas, vender productos, inundar de car­teles la ciudad para promocionar un film o agotar la tirada de una revista. Se pueden decir piropos, insultar, hacer chistes.
"No es que nosotras no tengamos nuestras observaciones se­cretas, apuntes personalísimos sobre los hombres, pero es justamente ese el problema: que nuestras observaciones -cuan­do nos damos la palabra- están destinadas al secreto, al mur­mullo dentro de la cofradía, a eso que no se dice en voz al­ta. Los hombres, en cambio -no todos, sí muchos todavía-, hablan y vociferan sobre el cuerpo femenino con el desparpa­jo de quien camina por territorio propio. Ellos hacen chis­tes (machistas) y nosotras nos reímos, encantadoramente cóm­plices.
"Si el tema perdura como un desajuste o una incomodidad, si aflora de tanto en tanto en las formas más visibles de la protesta organizada o en gestos espontáneos en una playa, tal vez se deba a que sería un trazo grueso reducirlo a una exagera­ción del feminismo. Porque esa apropiación -del cuerpo, del lenguaje que lo nombra- deja huellas. En el imaginario social, en la subjetividad femenina, en el modo en que nos pen­samos nosotras mismas. Cuerpos obedientes de mujeres obedien­tes.
"El cuerpo de una mujer prisionera del sentido común, in­tervenido por el deseo, las normas o por las preferencias es­téticas del hombre. Porque ese tipo de exigencia, además, no tiene correlato al otro lado de la frontera de los sexos. El campo de batalla es el cuerpo de la mujer, no el del hombre. Y no siempre -ni ellos ni nosotras- nos damos cuenta. Y cuan­do sí nos damos cuenta, no siempre sabemos defendernos".

¡Hasta mañana!

 

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