Dios hizo a la mujer. Con pechos incluidos. Obra de Dios, que todo lo hizo bien. ¿Por qué no hablar de ellos? ¿Y qué mejor que sea una mujer -en este caso, Carolina Arenes- quien los comente? Leamos algunos párrafos:
"Con los pechos de una mujer se pueden hacer muchas cosas. Se puede amamantar a un niño, se puede obtener placer sexual, hacer cirugías estéticas, vender productos, inundar de carteles la ciudad para promocionar un film o agotar la tirada de una revista. Se pueden decir piropos, insultar, hacer chistes.
"No es que nosotras no tengamos nuestras observaciones secretas, apuntes personalísimos sobre los hombres, pero es justamente ese el problema: que nuestras observaciones -cuando nos damos la palabra- están destinadas al secreto, al murmullo dentro de la cofradía, a eso que no se dice en voz alta. Los hombres, en cambio -no todos, sí muchos todavía-, hablan y vociferan sobre el cuerpo femenino con el desparpajo de quien camina por territorio propio. Ellos hacen chistes (machistas) y nosotras nos reímos, encantadoramente cómplices.
"Si el tema perdura como un desajuste o una incomodidad, si aflora de tanto en tanto en las formas más visibles de la protesta organizada o en gestos espontáneos en una playa, tal vez se deba a que sería un trazo grueso reducirlo a una exageración del feminismo. Porque esa apropiación -del cuerpo, del lenguaje que lo nombra- deja huellas. En el imaginario social, en la subjetividad femenina, en el modo en que nos pensamos nosotras mismas. Cuerpos obedientes de mujeres obedientes.
"El cuerpo de una mujer prisionera del sentido común, intervenido por el deseo, las normas o por las preferencias estéticas del hombre. Porque ese tipo de exigencia, además, no tiene correlato al otro lado de la frontera de los sexos. El campo de batalla es el cuerpo de la mujer, no el del hombre. Y no siempre -ni ellos ni nosotras- nos damos cuenta. Y cuando sí nos damos cuenta, no siempre sabemos defendernos".
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Dios hizo a la mujer. Con pechos incluidos. Obra de Dios, que todo lo hizo bien. ¿Por qué no hablar de ellos? ¿Y qué mejor que sea una mujer -en este caso, Carolina Arenes- quien los comente? Leamos algunos párrafos:
"Con los pechos de una mujer se pueden hacer muchas cosas. Se puede amamantar a un niño, se puede obtener placer sexual, hacer cirugías estéticas, vender productos, inundar de carteles la ciudad para promocionar un film o agotar la tirada de una revista. Se pueden decir piropos, insultar, hacer chistes.
"No es que nosotras no tengamos nuestras observaciones secretas, apuntes personalísimos sobre los hombres, pero es justamente ese el problema: que nuestras observaciones -cuando nos damos la palabra- están destinadas al secreto, al murmullo dentro de la cofradía, a eso que no se dice en voz alta. Los hombres, en cambio -no todos, sí muchos todavía-, hablan y vociferan sobre el cuerpo femenino con el desparpajo de quien camina por territorio propio. Ellos hacen chistes (machistas) y nosotras nos reímos, encantadoramente cómplices.
"Si el tema perdura como un desajuste o una incomodidad, si aflora de tanto en tanto en las formas más visibles de la protesta organizada o en gestos espontáneos en una playa, tal vez se deba a que sería un trazo grueso reducirlo a una exageración del feminismo. Porque esa apropiación -del cuerpo, del lenguaje que lo nombra- deja huellas. En el imaginario social, en la subjetividad femenina, en el modo en que nos pensamos nosotras mismas. Cuerpos obedientes de mujeres obedientes.
"El cuerpo de una mujer prisionera del sentido común, intervenido por el deseo, las normas o por las preferencias estéticas del hombre. Porque ese tipo de exigencia, además, no tiene correlato al otro lado de la frontera de los sexos. El campo de batalla es el cuerpo de la mujer, no el del hombre. Y no siempre -ni ellos ni nosotras- nos damos cuenta. Y cuando sí nos damos cuenta, no siempre sabemos defendernos".
¡Hasta mañana!