¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

16°
30 de Abril,  Jujuy, Argentina
PUBLICIDAD

Laberintos humanos. Vino reparador

Lunes, 07 de agosto de 2017 10:11

Como pude, salí del hoyo. Allí estaban Armando y el hombre que me había invitado a compartir su ofrenda. Me senté, verdaderamente agotado, junto a ellos. Acepté un vaso de vino reparador. Lo bebí y entrecerré los ojos recordando cada uno de los pasos que di por debajo de la tierra.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Como pude, salí del hoyo. Allí estaban Armando y el hombre que me había invitado a compartir su ofrenda. Me senté, verdaderamente agotado, junto a ellos. Acepté un vaso de vino reparador. Lo bebí y entrecerré los ojos recordando cada uno de los pasos que di por debajo de la tierra.

Quise contárselos y Armando me detuvo. Mañana lo leo en los Laberintos, no se preocupe, me dijo. Ahora descanse, parece cansado, me sugirió y el hombre me alcanzó un plato de picante que tenía el sabor del regreso a la vida. ¿Quién era esa moza?, le pregunté y el hombre sonrió. ¿Qué gana con saber su nombre?, me dijo.

Era cierto, pensé. Nada podía explicarme lo sucedido en este 1° de Agosto desde que me puse las manos en los bolsillos para descubrir que no había tomado la precaución de esperar el día con una ofrenda, pero tampoco me parecía que lo vivido fuera un castigo. Es que hasta los horrores, cuando ya han pasado, se nos vuelven entrañables, me dijo Armando pero no lo comprendí.

Vamos, dijo al fin y caminamos las cuadras que restaban hasta mi casa, donde me despedí y entré para escribir estas pobres memorias que acaban de leer, queridos lectores, y que acaso alguno de ustedes me pueda explicar, si es que las comprenden. Yo, por mi parte, hace tiempo que ya no intento explicarme las cosas que me suceden.

Ni yo, dijo el hombre ya como un personaje de este cuento. Es que quien escribe el cuento de la vida tiene una idea de la moraleja muy distinta a la que tenemos las personas, me dijo, me dio un fuerte apretón de manos y se marchó.