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Componer en el exilio

Lunes, 29 de enero de 2018 10:15

Leyendo unas noticias de actualidad en la prensa argentina on line, entre las noticias pasajeras, escándalos o promesas de mejorar, encontré un artículo que robó mi atención, no sólo por el tema universal que toca, sino por la cercanía física y geográfica.

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Leyendo unas noticias de actualidad en la prensa argentina on line, entre las noticias pasajeras, escándalos o promesas de mejorar, encontré un artículo que robó mi atención, no sólo por el tema universal que toca, sino por la cercanía física y geográfica.

Es la historia de una mujer sobreviviente de un campo de concentración nazi, uno de los tantos que existieron en Europa y que ahora es un museo. El campo de exterminio de Auschwitz es el más conocido pero no el único y está en situado en Polonia.

La historia de Hanka Dziubas Grzmot es una de las tantas historias de los que tuvieron la suerte de sobrevivir a una de las catástrofes humanas, provocadas por el racismo y la intolerancia.

Esta historia me toca de cerca porque esta sobreviviente, al igual que muchos, emigraron a Argentina, mi país de origen, empujadas por la guerra y la desaparición de una Alemania, país donde resido desde 2004, que luego de la guerra cambió y que es de la forma que la conocemos actualmente en geografía.

El testimonio de esta mujer así como el de otros sobrevivientes debe servir de ejemplo para la humanidad para no discriminar y mucho menos matar por un odio a una raza, religión, grupo social ideología política o sexualidad.

Muchas personas se vieron forzadas a abandonar Alemania, Austria y otros países de Europa ocupados por el nazismo. Con la Noche de los cristales rotos (Kristallnacht) tuvo lugar la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938, donde seguidores del nacionalsocialismo incendiaron sinagogas y tiendas judías y capturaron unos treinta mil judíos, que fueron llevados a campos de concentración.

 Muchos de estos exiliados eran artistas, músicos y también gente normal. Quizás el legado musical de los compositores que tuvieron que buscarse la vida en el exilio sea no sólo un testimonio artístico sino también una muestra de la esperanza y de la fuerza de la vida.

Muchos de los compositores que huyeron del régimen nazi no pudieron disfrutar del reconocimiento en Alemania o Europa, porque su música estaba catalogada y prohibida de ser ejecutada por ser “música degenerada” (entartete Musik en alemán). Muchos fueron deportados, internados en campos de concentración o fusilados.

 De los que buscaron asilo destacamos a los compositores Kurt Weill,  Hans Eisler, Paul Hindemith, Arnold Schönberg, Alexander von Zemlinsky, Bruno Walter y Erich Korngold.

Muchos eran famosos y reconocidos en Alemania y fueron invitados a diferentes países, prosiguiendo su carrera como compositores o músicos.  Así Bruno Walter se refugió en Inglaterra y dirigió orquestas y su interpretación al dirigir la obra de Guastav Mahler es legendaria. Sus sinfonías cantadas con la contralto británica Kathleen Ferrier son un clásico y nuestro lector melómano seguro que las ha escuchado.

 Kurt Weill es famoso por haber puesto en música los textos de Bertolt Brecht, uno de los más influyentes poetas y escritos del siglo XX. De esta colaboración surgió la “Opera de los tres centavos” que rompe la imagen de la ópera clásica y se atreve a criticar la sociedad. El lector curioso seguramente conoce una de las arias de esta ópera, tan citada en películas: “La canción de Mackie el Navaja“, interpretada por Rubén Blades y Ute Lemper, entre otros.

 Arnold Schönberg fue un compositor que se atrevió en la composición de música clásica y creó el dodecafonismo.

 Algunos incursionaron en la música de películas en las producciones de Hollywood, como Erich Korngold. Su ópera “La ciudad muerta” (Die tote Stadt).

 Como era una época de cambios en Europa, segada por las guerras, este panorama también se reflejó en la música, creando nuevas formas, como Schönberg. Paul Hindemith, compositor alemán considerado uno de los más importantes del siglo XX tuvo una obra prolífica, multifacética y reconocida.

 Toda la trayectoria de estos compositores y músicos, su genio y talento, todo se vió oscurecido por pertenecer a una raza o religión, a los ojos de los poderes políticos de su momento, equivocada. ¡Cuánto había perdido Alemania! ¡Y cuánto ha ganado el mundo! Pues el exilio les dio a estos autores la posibilidad de seguir creando en otros países y dejándonos de legado la música.

He interpretado obras de estos autores, en especial las canciones de Kurt Weill, algunas tan próximas al tango por su sentimentalismo y nostalgia, y las maravillosas canciones de Schönberg.

 Amigo lector, ¿te atreves a buscar en internet la obra de estos autores? ¿Cuál es tu obra favorita?

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