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Skay fue local y brilló en su gran show

Su presentación duró poco menos de una hora donde exhibió el ritmo y la distorsión de su guitarra eléctrica en Córdoba.

Miércoles, 14 de febrero de 2018 00:00

Eduardo "Skay" Beilinson, al frente de su grupo Los Faquires, regaló la nota más destacada de la primera de las dos jornadas del 18vo. Cosquín Rock que la noche del lunes congregó a más de 40.000 personas en el aeródromo de Santa María de Punilla.

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Eduardo "Skay" Beilinson, al frente de su grupo Los Faquires, regaló la nota más destacada de la primera de las dos jornadas del 18vo. Cosquín Rock que la noche del lunes congregó a más de 40.000 personas en el aeródromo de Santa María de Punilla.

El exRedondos ofreció un contundente set de poco menos de una hora de duración donde exhibió el ritmo y la distorsión que habitan su guitarra eléctrica y desde donde construye un atractivo discurso rockero que el público agradeció.

Con flamantes 66 años, el artista platense hizo un recorrido por la etapa solista que inició hacia 2002 y ratificó el encanto de una lírica tormentosa que aborda desde una voz personal.

Bien acompañado por Oscar Reyna en guitarra, Claudio Quartero en bajo, Javier Lecumberry en teclados y "Topo" Espíndola en batería, Skay incluyó promediando su actuación una encendida versión del clásico de Los Redondos "Ji Ji Ji" que marcó el pasaje más encendido de la relación con los espectadores.

Además, el autor, guitarrista y cantante brilló a la hora de canciones como "El golem de Paternal", "Oda a la sin nombre", "El redentor secreto", "Chico bomba" y "Falenas en celo".

La presentación de Beilinson fue el penúltimo número de un escenario principal, luego de una desteñida visita de los Creedence Clearwater Revisited y el cierre -con tormenta y suspensión momentánea incluida- a cargo de Las Pastillas del Abuelo.

Allí también, en otra velada, las mayores adhesiones las despertó Andrés Ciro Martínez quien como líder de Ciro y Los Persas animó el set más extenso y ampliamente festejado que inició con una demora de 15 minutos que descompuso la hasta entonces impecable organización horaria.

Quien fuera líder de Los Piojos se mostró activo y enérgico, vestido de negro con campera roja y usando, además de su voz, la armónica y la guitarra y apelando por momentos a lentes oscuros y a un bombín negro, repasó los hits plasmados en sus tres discos y algunos clásicos de su anterior banda con el impecable aporte guitarrístico de Juan Manuel Gigena Ábalos.

En ese mismo tablado central, antes fue el turno de Las Pelotas, que apeló a un perfil calmo pero no por ello menos certero y con un enorme protagonismo de la dupla Germán Daffunchio-Gabriela Martínez.

El histórico conjunto mostró otra faceta de su siempre festiva performance, sobre todo a partir de los temas escogidos en el primer tramo del recital ("Hoy me desperté", "¿Qué podés dar?", "Ya no estás" y "Víctimas del cielo").

Sin abandonar el modo climático impreso a toda la performance, el final sumó calores con "Capitán América", "Esperando el milagro" para el que se sumó el santiagueño radicado en Córdoba Raly Barrionuevo y "Bombachitas rosas".

Más temprano, el cuarteto platense Sueño de Pescado -con cinco años de vida y tres discos publicados- mostró sus filos directos con un repertorio de nueve canciones (entre ellas "Mil pasos", "Carcelero", "Los años ligeros" y "Buscan") que fue el primer número que aglutinó a una cantidad importante de oyentes con sus banderas.

De la profusa y constante actividad en los otros cinco escenarios dispuestos en un predio de nueve hectáreas enmarcado por un soñado paisaje de sierras verdes y majestuosas, destacó la oferta reunida en el galpón denominado Quilmes Garage. Allí la banda Octafonic fue una mosca blanca y rabiosa dentro de una abundancia que no significó variación gracias a una potentísima y aceitada combinación de estilos.

Con predominio del jazz, el rock, la electrónica y el dance, el conjunto encabezado por Nicolás Sorín (hijo del cineasta y autor de "Historias mínimas") y el guitarrista Hernán Rappuolo, convocó a una audiencia curiosa que en ese momento se había alejado de la atmósfera barrial propuesta por El Bordo en el escenario principal.

Haciendo un escogido recorrido por canciones de sus dos álbumes ("Monster" y "Mini Buda"), la agrupación mostró la audaz coctelera sonora que encarna para crear una síntesis envolvente, furiosa y tremendamente original cantada en inglés.

Ese mismo ámbito recibió otra muestra incendiaria más entrada la noche: una de la mano del cuarteto norteamericano The Flying Eyes.

 

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