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. Las ermitas pascuales estarán expuestas todo el día de hoy y algunas mañana, según señalaron sus creadores.
Aún con el cansancio de haber andado por los cerros con la Virgencita en andas, Tilcara empieza a cerrar el Viernes Santo con el armado de las ermitas.
Cuando la Madre de Dios, ya vestida de negro con el luto de la pasión, recorra lentamente las calles del pueblo, ya las ermitas estarán colocadas cada una en su sitio, ante el orgullo de sus factores y la mirada crítica de los vecinos.
No hay como el ojo tilcareño para detectar el menor desvío en las tradiciones de su hechura, tanto sea en su parte plástica como en el mensaje, pero ante la lente del turista, asombrado por este arte colectivo, religioso y popular, aún alguna falta de perspectiva o el alejamiento del mensaje evangélico son pasados por alto.
Tilcara, entonces, será un museo destechado.
En tanto, al ritmo de la música litúrgica que brota de los parlantes de la iglesia, verdadero preámbulo de las preces de la procesión, las manos terminan de urdir la obra: tramando flores, alzando marcos, concertando guardas, colando detalles.
Acá el logro de una familia tradicional, allá el de una institución sobresaliendo en la perfección de una mano herida, en la arruga que le duele a un rostro.
Tilcara, que el miércoles ofrendó su sikuriada al regreso de la Virgen del Abra, comienza a elevar su rezo visual a la Dolorosa.
Las ermitas pascuales, que estarán expuestas todo el día de hoy y algunas mañana, cada una de ellas desde el modo en que la consensuó el grupo de sus hacedores, es otra de las formas locales de decir la fe.