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El trágico destino de los presidentes de Brasil

El caso de Lula no es una excepción sino algo más de lo mismo, si se mira desde otra óptica, destacan analistas.El expresidente al menos terminó su mandato, otros no lo hicieron y hoy afrontan casos en la Justicia.

Lunes, 09 de abril de 2018 19:16

Suicidio, golpe de estado, impeachment, escándalo o prisión: si se es elegido presidente en Brasil se tiene prácticamente garantizado un trágico destino.

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Suicidio, golpe de estado, impeachment, escándalo o prisión: si se es elegido presidente en Brasil se tiene prácticamente garantizado un trágico destino.

El encarcelamiento el sábado en Curitiba de Luiz Inácio Lula da Silva, condenado a más de 12 años de prisión por corrupción, cayó como una bomba.

No sólo porque el expresidente (2003-2010) dejó el cargo como uno de los gobernantes más populares del planeta, sino porque también lidera todas las encuestas para las elecciones presidenciales de octubre.

Pero, si se mira desde otra óptica, la vertiginosa caída de Lula fue lo de siempre. Los presidentes de Brasil viven en un increíble palacio diseñado por Oscar Niemeyer, disponen de grandes reservas petroleras, gobiernan un país con 209 millones de habitantes, con la mayor selva del mundo. Al menos, Lula culminó sus dos mandatos. Su sucesora Dilma Rousseff, a la que ayudó a ganar en 2010, fue destituida por el Congreso acusada de haber manipulado las cuentas públicas en 2016, a mediados de su segundo mandato.

Quien tomó la banda presidencial verde y amarilla fue su vicepresidente, Michel Temer, quien cuenta con una popularidad del 5%.

En 1992 estaba Fernando Collor de Mello. Él también sufrió un impeachment acusado de corrupción y dejó el cargo tras dos años de mandato. Los fiscales están ahora acusándole nuevamente y en 2015 confiscaron su espectacular colección de carros de lujo.

Y solo como muestra, otro de los cinco expresidentes vivos del país, Jose Sarney (1985-1990), también es investigado por corrupción.

La Justiciatambién está dividida
La corte suprema de Brasil puede debatir mañana una alteración de normas que impactaría en el destino del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, encarcelado desde el sábado
El problema es que sus once miembros están tan divididos como el resto de la sociedad y que sus decisiones son percibidas con desconfianza creciente por los brasileños.
La cuestión que podría ser puesta en debate se refiere al momento en que un condenado debe empezar a purgar una pena de prisión.
Según la jurisprudencia actual, esto es posible a partir de un fallo de segunda instancia, como el del tribunal de apelación que en enero condenó a Lula a 12 años y un mes de cárcel por corrupción.
Esa jurisprudencia se adoptó en 2016 por una estrecha mayoría de 6 votos contra 5. Anteriormente, se garantizaba el derecho a recurrir en libertad ante las máximas instancias judiciales, en procesos que pueden demorar años.
Pero los críticos de esa modificación quieren revisarla. Si lo logran, la estadía de Lula en la cárcel podría ser - inesperadamente- de apenas unos días, al menos por el momento.
El Supremo Tribunal Federal (STF) denegó el 5 de abril un recurso para impedir el encarcelamiento de Lula. Pero una de las magistradas que votó en contra, Rosa Weber, dio a entender que era favorable a modificar la jurisprudencia cuando el asunto fuese tratado de forma general, y no por un caso específico.
Los partidarios de rediscutir la norma reclaman una clarificación porque la actual autoriza, sin imponer, el encarcelamiento tras la segunda instancia, lo cual deja la cuestión al arbitrio de cada uno de los dos grupos en que se divide el STF.

Tragedias
“Hacer política es una operación de riesgo”, decía Angela Alonso en su columna del diario Folha
POR SEBASTIAN SMITH AFP/NA

El caso más trágico de los presidentes de Brasil fue, sin duda, el de Getulio Vargas. El populista gobernó el país en dos periodos entre los años 1930 y 1950 haciendo grandes esfuerzos por transformarlo hacia su industria energética.
El 24 de agosto de 1954 se disparó en el corazón con un revólver dentro del palacio presidencial, dejando una nota al pueblo brasileño: “Les di mi vida, ahora les ofrezco mi muerte”. Si uno escarba en la historia brasileña, no mejora mucho la situación. De hecho, el primer presidente del país fundó la República con un golpe de estado en 1889, acabando con el Imperio de Brasil.
Mauricio Santoro, profesor de ciencia política de la Universidad Estatal de Río de Janeiro (Uerj), considera que la triste vida de los presidentes refleja problemas profundos con respecto a la democracia brasileña.
“La democracia de hoy es más amplia que antes, pero sigue marcada por la inestabilidad”, afirma. “Eso dificulta que los presidentes puedan desarrollar políticas a largo plazo”, considera. La buena noticia es que la campaña anticorrupción que ha colocado en problemas a tantos políticos brasileños refleja la creciente madurez del país. “La diferencia es que tenemos un poder judicial que tiene una cierta autonomía, sobre todo en los escalones más bajos, con una capacidad grande de investigación”, afirma Santoro.
“La sociedad cambió mucho más rápido que el propio sistema político”, remata.
Los brasileños estarían cada vez más listos para elegir presidentes estables y honestos.
¿Podría ser eso posible en octubre próximo?. “A juzgar por los actuales candidatos presidenciales, temo que aún va a tomar un poco más de tiempo”, lamenta el analista.

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