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El teatro de grupo en Jujuy

Domingo, 01 de julio de 2018 00:00

Este año, uno de los propósitos de Teatralogando consiste en compartir con el lector pequeñas informaciones para que reconozcan e identifiquen diferentes teatralidades que se juegan en la escena jujeña, argentina y latinoamericana. Recuperamos la figura de los grupos filodramáticos, aquellos que iniciaron un camino de difusión del teatro en sus localidades, sosteniendo “por amor al arte” su trabajo de manera continuada, gracias a los cual consiguieron uno de los objetivos básicos para la sustentabilidad de las teatralidades: atraer público a las salas y fidelizarlo. En Jujuy, algunos de los filodramáticos más relevantes fueron la Sociedad Española, Santa Cecilia, Renacimiento y Candilejas, entre otros. La semana pasada hicimos una pequeña semblanza del teatro de grupo, contextualizando algunos de los factores que dificultan su continuidad y modifican su propia conformación en la actualidad. En la historia del teatro argentino, los grupos han sido espacios emblemáticos para la gestación y desarrollo de nuevas poéticas. También en Jujuy los teatro de grupo ejercieron esta función, a tal punto, que sus directores se convirtieron en sello distintivo de teatralidades bien definidas: Teatro Altos Hornos Zapla (Juan Carlos Canedo), Teatro Experimental la Esperanza (Leo Salgado), Movimiento Jujeño Tilcara (Mo.Ju.Ti.), la Escena (Juan Carlos Estopiñán), C.E.T.Y.C. (Edmundo Asfora), Grupo Jujeño de Teatro (Tito Guerra), Melpómene (Hernán Suárez), Los Primos (Peluza Lezama), Grupo Senda (Viky Mamaní), El Carromato (Óscar López Zenarruza), entre otros. Desde que iniciamos el nuevo milenio, el teatro de grupo en Jujuy viene sosteniendo un proceso de renovación, en convivencia con la puesta en valor de algunos grupos que se mantuvieron en actividad y aquellos que volvieron a retomarla recientemente (Grupo Jujeño de Teatro, Uyarti). Muchos jóvenes jujeños retornaron a la provincia en la década del 2000, tras finalizar sus estudios teatrales en Córdoba, Buenos Aires, Mendoza y/o Tucumán. Por otro lado, la migración de rosarinos teatreros a la Provincia de Jujuy propuso una nueva línea de renovación (Olga Chiabrando, Renata Kulemeyer, Germán Romano, Rodolfo Pacheco). En líneas generales, podríamos identificar algunas variables que condujeron la construcción y sostenibilidad de los proyectos de grupo en los últimos veinte años. Durante la primera década y hasta bien entrada la segunda del milenio, el quiebre generacional entre los jóvenes y veteranos propició un distanciamiento, que se pudo palpar en la escena en virtud de la discontinuidad de las teatralidades tradicionales jujeñas y la ausencia de transferencia de saberes y prácticas genuinamente locales. Los jóvenes enarbolaban su preparación académica, profesionalidad y puesta en valor del teatro que les era contemporáneo, eminentemente mediado por la estética posmoderna que, a la vez, resultaba diametralmente opuesta a la que venían gestando los grupos de teatro históricos, conformados como proyectos modernos. En los últimos tiempos, el aprendizaje de aquellos jóvenes en su experiencia de vida, ahora radicados en la Provincia, viró hacia la búsqueda de teatralidades y modos de construcción grupal tradicionales. Quizá, “estar en Jujuy” estimuló la necesidad de generar poéticas y dinámicas de trabajo más vinculadas a nuestro contexto local que a las corrientes y movimientos legitimados por la teatralidad contemporánea global. Si bien, estos nuevos grupos del milenio se caracterizaron principalmente por la discontinuidad en sus producciones y por su incorporación a mecanismos de legitimización principalmente vehiculados por el Instituto Nacional del Teatro, mientras que los grupos históricos se forjaron como referentes por fidelización de públicos. Ejemplos diferenciados de estos nuevos grupos de teatro fueron la Vuelta del Siglo y la Rosa Teatro, que se caracterizan por el volumen de producción, la continuidad de sus propuestas, la creación de espacios de formación permanentes dentro y fuera del grupo y, en el caso de la Vuelta del Siglo, por ser uno de los primeros grupos independientes del milenio en gestionar un espacio que funcionó durante más de una década con marcado acento productivo.
 

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Este año, uno de los propósitos de Teatralogando consiste en compartir con el lector pequeñas informaciones para que reconozcan e identifiquen diferentes teatralidades que se juegan en la escena jujeña, argentina y latinoamericana. Recuperamos la figura de los grupos filodramáticos, aquellos que iniciaron un camino de difusión del teatro en sus localidades, sosteniendo “por amor al arte” su trabajo de manera continuada, gracias a los cual consiguieron uno de los objetivos básicos para la sustentabilidad de las teatralidades: atraer público a las salas y fidelizarlo. En Jujuy, algunos de los filodramáticos más relevantes fueron la Sociedad Española, Santa Cecilia, Renacimiento y Candilejas, entre otros. La semana pasada hicimos una pequeña semblanza del teatro de grupo, contextualizando algunos de los factores que dificultan su continuidad y modifican su propia conformación en la actualidad. En la historia del teatro argentino, los grupos han sido espacios emblemáticos para la gestación y desarrollo de nuevas poéticas. También en Jujuy los teatro de grupo ejercieron esta función, a tal punto, que sus directores se convirtieron en sello distintivo de teatralidades bien definidas: Teatro Altos Hornos Zapla (Juan Carlos Canedo), Teatro Experimental la Esperanza (Leo Salgado), Movimiento Jujeño Tilcara (Mo.Ju.Ti.), la Escena (Juan Carlos Estopiñán), C.E.T.Y.C. (Edmundo Asfora), Grupo Jujeño de Teatro (Tito Guerra), Melpómene (Hernán Suárez), Los Primos (Peluza Lezama), Grupo Senda (Viky Mamaní), El Carromato (Óscar López Zenarruza), entre otros. Desde que iniciamos el nuevo milenio, el teatro de grupo en Jujuy viene sosteniendo un proceso de renovación, en convivencia con la puesta en valor de algunos grupos que se mantuvieron en actividad y aquellos que volvieron a retomarla recientemente (Grupo Jujeño de Teatro, Uyarti). Muchos jóvenes jujeños retornaron a la provincia en la década del 2000, tras finalizar sus estudios teatrales en Córdoba, Buenos Aires, Mendoza y/o Tucumán. Por otro lado, la migración de rosarinos teatreros a la Provincia de Jujuy propuso una nueva línea de renovación (Olga Chiabrando, Renata Kulemeyer, Germán Romano, Rodolfo Pacheco). En líneas generales, podríamos identificar algunas variables que condujeron la construcción y sostenibilidad de los proyectos de grupo en los últimos veinte años. Durante la primera década y hasta bien entrada la segunda del milenio, el quiebre generacional entre los jóvenes y veteranos propició un distanciamiento, que se pudo palpar en la escena en virtud de la discontinuidad de las teatralidades tradicionales jujeñas y la ausencia de transferencia de saberes y prácticas genuinamente locales. Los jóvenes enarbolaban su preparación académica, profesionalidad y puesta en valor del teatro que les era contemporáneo, eminentemente mediado por la estética posmoderna que, a la vez, resultaba diametralmente opuesta a la que venían gestando los grupos de teatro históricos, conformados como proyectos modernos. En los últimos tiempos, el aprendizaje de aquellos jóvenes en su experiencia de vida, ahora radicados en la Provincia, viró hacia la búsqueda de teatralidades y modos de construcción grupal tradicionales. Quizá, “estar en Jujuy” estimuló la necesidad de generar poéticas y dinámicas de trabajo más vinculadas a nuestro contexto local que a las corrientes y movimientos legitimados por la teatralidad contemporánea global. Si bien, estos nuevos grupos del milenio se caracterizaron principalmente por la discontinuidad en sus producciones y por su incorporación a mecanismos de legitimización principalmente vehiculados por el Instituto Nacional del Teatro, mientras que los grupos históricos se forjaron como referentes por fidelización de públicos. Ejemplos diferenciados de estos nuevos grupos de teatro fueron la Vuelta del Siglo y la Rosa Teatro, que se caracterizan por el volumen de producción, la continuidad de sus propuestas, la creación de espacios de formación permanentes dentro y fuera del grupo y, en el caso de la Vuelta del Siglo, por ser uno de los primeros grupos independientes del milenio en gestionar un espacio que funcionó durante más de una década con marcado acento productivo.
 

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