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Un niño por nacer

El anuncio de la llegada de un ser pone de relieve lo que es capaz el ser humano desde la infinita profundidad del amor.

Lunes, 25 de marzo de 2019 01:01

Por José Arcadio Menéndez, médico jujeño

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Por José Arcadio Menéndez, médico jujeño

Mayúscula noticia, ¡un niño por nacer! ¿Acaso existe anuncio de superior importancia o trascendencia? Con seguridad que no. El acontecimiento conmueve hasta las lágrimas a cualquier mortal; ¡medianamente equilibrado! Dicho esto, analicemos donde radica la fuerza de su impacto, qué implica, o cual es el significado de este suceso para sí, y para el resto de la pequeña comunidad, léase familia. Toda "existencia" traza con líneas torcidas un nuevo espacio, tiempo y circunstancia en la China, aquí o en cualquier lugar del mundo; su razón es simple, es un "ser único e irrepetible". Episodio que, a partir del "anuncio", comienza a generar y descubrir un nuevo sentir de todos; destaca lo que es capaz el ser humano desde la infinita profundidad del amor. Gesto sublime si lo hay! Si en esto cabe alguna duda, recurriré a la fría y espeluznante naturaleza: basta ver el rostro de un padre o una madre al lado del féretro de un hijo. Nada para agregar.

El sufrimiento es tan grande, que obnubila, se siente que delante el abismo se abre y con él se lleva todo, incluido sus vidas. Es tan complejo y desesperante, que llegan a creer que es solo un sueño del que quisieran pronto despertar.

¡Cómo no!, "perdieron un hijo". Pero no es esta la intención de mi nota, en realidad deseo exaltar lo que la familia y la sociedad construyó a través del tiempo sobre lo que significa ser portador del mayor de los títulos: Papá, Mamá.

Podemos decir que en su totalidad todos los seres humanos llegan a este mundo con un "proyecto de vida" (o un pan bajo del brazo). Salvo que actitudes asesinas, mezquinas, o miserables como lo que motivó a Malthus y Margaret Sanger, corten esta natural posibilidad. Pero de todas maneras, su dimensión eclipsa el presente y deja claro que a partir de ese momento nadie podrá decir que allí no hubo un ser humano pronto a vivir y manifestarse; cambiando para siempre el acontecer del grupo familiar. Hay vida, que felicidad!

En la medida que las ciencias médicas avanzan, se pudo observar y constatar de qué manera el bebé y la mamá comienza a establecer un diálogo silencioso y preparatorio para el armónico desarrollo y tránsito de la vida intrauterina, y preparación al posterior paso a la vida de reconocimiento y aprendizajes presencial. Mientras tanto, el bebé expectante va recibiendo información que su mamá transmite rigurosa y fielmente, y a ellos incuestionable responde; datos que luego lo pondrá en evidencia a lo largo de la existencia.

Así verán en la mamá entre tantos cambios, (aparte de lo físico) su actitud de entrega y dedicación para recibir el premio nunca tan bien merecido. De inmediato cambia el mundo, es como que ahora más que antes tiene sobradas razones para vivir. Un autor al respecto decía que en eso consistía la eternidad, que en ellos nos perpetuábamos con un mensaje escrito en código, pero que el más allá con toda seguridad sabrá de nosotros. Que bellas y expresivas palabras. Un niño por nacer es algo natural, a la vez el mayor privilegio y derecho al que podemos acceder. Claro que, el ideal, aunque no excluyente, permite que entren a jugar factores que llamaríamos ideales para la maternidad, su manera, su tiempo, su preparación, todas razones atendibles, pero nunca superiores a "ser mamá" Finalmente, se ha dicho que el 1 % de la población es dueña del 90% del dinero del mundo, son multimillonarios, tienen todo, ¿será eso todo? o a esa razón le está faltando un dato: "No existe tamaña riqueza que iguale a ser papás". Y con esta expresión no me estoy refiriendo solo a los papás biológicos, a los del corazón también, reafirmando con fuerza: ¡Viva la vida de todos, incluido el niño por nacer!

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