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Una vida agradable y feliz

Jueves, 11 de abril de 2019 01:02

La brevedad de la vida exige tener presente este concepto, aun, cuando las dificultades sucedan ininterrumpidamente, porque algo superior gravado en los genes propende naturalmente a lograr hábitos saludables.

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La brevedad de la vida exige tener presente este concepto, aun, cuando las dificultades sucedan ininterrumpidamente, porque algo superior gravado en los genes propende naturalmente a lograr hábitos saludables.

“La actividad acorde con la virtud controla la felicidad” dice Aristóteles. Por consiguiente, no es el placer, sino la consecuencia de una vida con “sentido”. Y el “sentido” suele nacer del esfuerzo y la autodisciplina. Por lo tanto, lo que racionalmente hemos decidido que es bueno para nosotros a largo plazo, como el servicio a la comunidad, nos hace feliz.

Lo exclusivo de los humanos es la capacidad de actuar de acuerdo a la razón. Virtud que puede convertirse en un peso cuando perdemos el juicio, falla frecuente entre nosotros.

Bertrand Russell afirma: “El esfuerzo, más incluso que el propio éxito, es un ingrediente esencial de la felicidad”. Centrarse en el “yo” es una de las causas de la infelicidad, y la alegría procede de dirigir nuestros intereses hacia fuera, arrojándonos a la vida; completa; agrega el autor.

Un pensador Sam Harris, dice: “Nuestras intenciones son conscientes, y la vida consiste en intentar hacerlas realidad”. En un nivel puramente racional o científico, este es el “sentido de la vida”.

Heidegger sostiene que es imposible que encontremos el sentido de nuestra existencia. Pero agrega “amo, actúo y produzco un impacto: esta es la naturaleza de mi ser”. Más allá de esto, está el hecho extraordinario de tener conciencia. Y esto es lo que convierte en presencia su accionar, dando particulares características que seguramente enraizadas a otros factores, destacan su modo.

El ser humano es “arrojado” al mundo en un determinado lugar, tiempo y situación que él no decide, y la vida consiste en comprender esta “caída” en el espacio y el tiempo. Desde allí toda la responsabilidad es nuestra, venimos equipados con la capacidad de hablar y actuar, que revela algo de lo que somos. Obviamente, enfrente la circunstancia también tiene la palabra.

“La ley moral es tan inmutable como las estrellas de la noche”, dice Kant. Ir en su contra nos aboca a la frustración y la infelicidad. Al hacer lo correcto, nos creamos un mundo de orden y paz. Ciertamente que no vivimos en una isla, sin embargo lo interior; con lo que venimos provisto, es una riqueza que define.

Somos animales sociales, nacidos los unos para los otros, y el objetivo de la vida es simple: “Contribuir al bien general mediante el intercambio de actos de amabilidad, dando y recibiendo, con nuestra capacidad, laboriosidad, y dotes para cimentar la sociedad humana con mayor fuerza” dice Cicerón.

“Hacer lo correcto es siempre lo conveniente” escribe en Sobre los deberes.

Y en esto no está hablando de resultados, sino de construir o aportar al enriquecimiento social.

Platón piensa que hacer lo correcto encierra su propia recompensa, porque aúna en armonía las tres partes del alma (razón, espíritu y deseo). Quienes recogen las consecuencias son las emociones, que luego en silencio permiten vivir en armonía.

Actuar correctamente no es una opción más, sino el eje sobre el que ha de girar la existencia humana; la vida “no tiene sentido” si carece de la acción bienintencionada. (La República). Cuando se desvía ese eje, sobreviene el caos de consecuencias mayores o menores.

Confucio señalaba que, aunque nacemos humanos, nos convertimos en personas mediante el cumplimiento desinteresado de funciones responsables en la sociedad, y agrega: “La persona sabia ama la virtud más que cualquier otra cosa y siempre buscará lo mejor para todos, sin cálculos egoístas”. Después de todo no somos más que un eslabón de la cadena que se extiende hacia el pasado y hacia el futuro.

Epicuro enriquece el tema diciendo, “Es imposible vivir la vida placentera sin también vivir de forma sensata, noble y justa”. Quizás invirtiendo los términos quede más claro, de todas maneras se entiende por donde debe necesariamente pasar la vida.

La vida buena no está meramente en la buena salud, las propiedades, los coches nuevos y las vacaciones, sino en pensar que se puede hacer para que el mundo sea más justo, y actuar en consecuencia.