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Alberto Fernández ya maneja virtualmente la economía

Domingo, 25 de agosto de 2019 01:00

Pese a que aún faltan más de dos meses para las elecciones generales, Alberto Fernández ya se mueve como virtual presidente de la Nación y cada declaración suya es tomada por los mercados como una política de Estado. Tanto es así, que el exjefe de Gabinete le puso un techo a la cotización del dólar en sesenta pesos, despejó dudas sobre un eventual default si gana la jefatura de Estado y dialogó al menos dos veces con Mauricio Macri sobre la transición económica hasta el 10 de diciembre.
A medida que pasan los días y que se agiganta la crisis económica, cada vez queda más claro que los comicios del 27 de octubre sólo serían un trámite de ratificación de las Paso y que la coyuntura actual no daría margen para que se produzca algún tipo de batacazo electoral. 
En esa última conclusión hay una coincidencia absoluta por parte de todos los encuestadores, quienes consideran que la única duda que hay en el horizonte es si Fernández ampliará su victoria o si Mauricio Macri alcanzará a recortarla al menos un poco.
En diálogo con El Tribuno, la socióloga Analía del Franco aseguró ayer que “seguramente Alberto Fernández superará los cincuenta puntos, lo que transformará a la diferencia contra Macri en irreversible”. Y agregó: “Lo que vemos es que casi todos los que votaron al Frente de Todos y a Juntos por el Cambio mantendrán su sufragio igual que en las Paso. Donde sí habrá una dispersión de votantes será en las terceras y cuartas fuerzas, pero esos respaldos se repartirán entre Alberto y Macri, que podría cosechar algunos votos más que su rival”.
En el Gobierno admiten por lo bajo que el verdadero objetivo es ahora sumar legisladores y ganar algunas intendencias, pero dan por descontado que la elección presidencial y la gobernación bonaerense quedarán para el Frente de Todos. ¿Por qué Marcos Peña sigue insistiendo públicamente en que se puede dar vuelta el resultado si puertas adentro reconoce que no? Básicamente porque necesita una mayor fiscalización y algún mensaje motivador para su militancia, que sigue conmovida por la paliza de hace dos semanas y que ahora se agarra de la esperanza de que no todo está perdido.
La jugada del macrismo es instalar que en 2015 también se perdieron las Paso contra Daniel Scioli y que eso se dio vuelta en el balotaje, dejando a Macri con el 51% de los votos en segunda vuelta. Esa comparación carece de todo tipo de argumentación política, ya que hace cuatro años la diferencia en las primarias había sido casi de la mitad y el contexto económico no era ni por 
asomo el de la actualidad. 
Desde el 11 de agosto hasta ahora, la moneda se devaluó cerca del treinta por ciento, la inflación se disparó al menos al cinco por ciento mensual y la pobreza podría alcanzar a cerca del 38 por ciento de la población. Si se confirma que la gente votó con el bolsillo, el panorama para el Gobierno podría ser aún más sombrío en octubre. Sin ir más lejos, Macri comenzó su Gobierno 
afirmando que la gestión sería un éxito o un fracaso si logra reducir o no los índices de marginalidad, que podrían dispararse casi un 20 por ciento más de lo que él heredó hace cuatro años. 
Según dijo a este diario el encuestador Hugo Haime, “pensar que Alberto Fernández no va a ser presidente es algo ilógico”. Además, sostuvo que “si se da la misma situación de 2015, la diferencia a favor del kirchnerismo podría pasar de quince a diez puntos, pero nunca a menos de eso”. “Las medidas que tomó Macri la semana pasada obviamente no resuelven ninguno de los problemas de fondo, le pueden servir al Presidente para reforzar 
sus votantes, pero no creo que consiga nuevos respaldos por eso”, agregó Haime.
De hecho, la primera semana de Hernán Lacunza en el ministerio de Economía pareció una regresión a las finanzas previas a las Paso, en donde toda la importancia estaba radicada en cuidar el déficit fiscal y en cumplir con los designios del Fondo Monetario Internacional. Está claro que el populismo macrista duró sólo setenta y dos horas y que le sirvió para mostrarse de pie ante sus militantes; solo para eso.
Las críticas voraces al kirchnerismo en materia económica desaparecieron de Juntos por el Cambio durante toda la semana, ya que el Gobierno tiene claro que agitar el fantasma de una debacle peronista le explotaría en las manos al propio Macri, aumentando la presión sobre el dólar e incentivando las maniobras especulativas ligadas a la fuga de capitales.
Parece paradójico pero es real: la mejor estrategia de campaña que puede desplegar el oficialismo es minimizar al máximo la confrontación política y llegar a octubre de la forma menos traumática posible.

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Pese a que aún faltan más de dos meses para las elecciones generales, Alberto Fernández ya se mueve como virtual presidente de la Nación y cada declaración suya es tomada por los mercados como una política de Estado. Tanto es así, que el exjefe de Gabinete le puso un techo a la cotización del dólar en sesenta pesos, despejó dudas sobre un eventual default si gana la jefatura de Estado y dialogó al menos dos veces con Mauricio Macri sobre la transición económica hasta el 10 de diciembre.
A medida que pasan los días y que se agiganta la crisis económica, cada vez queda más claro que los comicios del 27 de octubre sólo serían un trámite de ratificación de las Paso y que la coyuntura actual no daría margen para que se produzca algún tipo de batacazo electoral. 
En esa última conclusión hay una coincidencia absoluta por parte de todos los encuestadores, quienes consideran que la única duda que hay en el horizonte es si Fernández ampliará su victoria o si Mauricio Macri alcanzará a recortarla al menos un poco.
En diálogo con El Tribuno, la socióloga Analía del Franco aseguró ayer que “seguramente Alberto Fernández superará los cincuenta puntos, lo que transformará a la diferencia contra Macri en irreversible”. Y agregó: “Lo que vemos es que casi todos los que votaron al Frente de Todos y a Juntos por el Cambio mantendrán su sufragio igual que en las Paso. Donde sí habrá una dispersión de votantes será en las terceras y cuartas fuerzas, pero esos respaldos se repartirán entre Alberto y Macri, que podría cosechar algunos votos más que su rival”.
En el Gobierno admiten por lo bajo que el verdadero objetivo es ahora sumar legisladores y ganar algunas intendencias, pero dan por descontado que la elección presidencial y la gobernación bonaerense quedarán para el Frente de Todos. ¿Por qué Marcos Peña sigue insistiendo públicamente en que se puede dar vuelta el resultado si puertas adentro reconoce que no? Básicamente porque necesita una mayor fiscalización y algún mensaje motivador para su militancia, que sigue conmovida por la paliza de hace dos semanas y que ahora se agarra de la esperanza de que no todo está perdido.
La jugada del macrismo es instalar que en 2015 también se perdieron las Paso contra Daniel Scioli y que eso se dio vuelta en el balotaje, dejando a Macri con el 51% de los votos en segunda vuelta. Esa comparación carece de todo tipo de argumentación política, ya que hace cuatro años la diferencia en las primarias había sido casi de la mitad y el contexto económico no era ni por 
asomo el de la actualidad. 
Desde el 11 de agosto hasta ahora, la moneda se devaluó cerca del treinta por ciento, la inflación se disparó al menos al cinco por ciento mensual y la pobreza podría alcanzar a cerca del 38 por ciento de la población. Si se confirma que la gente votó con el bolsillo, el panorama para el Gobierno podría ser aún más sombrío en octubre. Sin ir más lejos, Macri comenzó su Gobierno 
afirmando que la gestión sería un éxito o un fracaso si logra reducir o no los índices de marginalidad, que podrían dispararse casi un 20 por ciento más de lo que él heredó hace cuatro años. 
Según dijo a este diario el encuestador Hugo Haime, “pensar que Alberto Fernández no va a ser presidente es algo ilógico”. Además, sostuvo que “si se da la misma situación de 2015, la diferencia a favor del kirchnerismo podría pasar de quince a diez puntos, pero nunca a menos de eso”. “Las medidas que tomó Macri la semana pasada obviamente no resuelven ninguno de los problemas de fondo, le pueden servir al Presidente para reforzar 
sus votantes, pero no creo que consiga nuevos respaldos por eso”, agregó Haime.
De hecho, la primera semana de Hernán Lacunza en el ministerio de Economía pareció una regresión a las finanzas previas a las Paso, en donde toda la importancia estaba radicada en cuidar el déficit fiscal y en cumplir con los designios del Fondo Monetario Internacional. Está claro que el populismo macrista duró sólo setenta y dos horas y que le sirvió para mostrarse de pie ante sus militantes; solo para eso.
Las críticas voraces al kirchnerismo en materia económica desaparecieron de Juntos por el Cambio durante toda la semana, ya que el Gobierno tiene claro que agitar el fantasma de una debacle peronista le explotaría en las manos al propio Macri, aumentando la presión sobre el dólar e incentivando las maniobras especulativas ligadas a la fuga de capitales.
Parece paradójico pero es real: la mejor estrategia de campaña que puede desplegar el oficialismo es minimizar al máximo la confrontación política y llegar a octubre de la forma menos traumática posible.