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Alberto prepara un Gobierno más peronista que kirchnerista

Domingo, 29 de septiembre de 2019 01:03

Confiado en que acrecentará aún más su diferencia contra Mauricio Macri, Alberto Fernández se encuentra abocado por estas horas a demostrarle a la sociedad de que su Gobierno será más peronista que kirchnerista, lo que representa un fuerte gesto de independencia por parte del candidato. La situación, de cumplirse, podría anticipar algún eventual conflicto de intereses hacia el interior del Frente de Todos, en donde el cristinismo tiene un rol sumamente preponderante tanto a nivel territorial como ideológico. De todos modos, esas disputas de poder no amenazarían inicialmente la gestión de Alberto Fernández, ya que el costo político de un Gobierno débil también lo pagaría la expresidenta, que fue quien designó unilateralmente a su exacerrimo rival como postulante a la jefatura de Estado.
Es evidente que el candidato presidencial necesita de una estructura propia que le responda directamente si quiere garantizar su gobernabilidad de la mejor forma posible, y más aún si se tiene en cuenta de que casi no influyó en el armado de las listas legislativas. En el Congreso, Cristina de Kirchner tendrá un peso fundamental, ya que la mayoría de los diputados y senadores del Frente de Todos pertenecen directamente a su riñón, algunos desde hace muchos años.
En un clima de paz política como el actual, es difícil imaginar que el bloque oficialista que responde a Cristina vaya a bloquearle las leyes al Presidente, debido a que ambos se necesitan mutuamente. La caída en desgracia de uno es, irreversiblemente, la caída en desgracia del otro. El ancla de Alberto Fernández para su construcción política será su alianza con los gobernadores e intendentes peronistas, que en muchos casos se negaban a apoyar abiertamente a la expresidente y que llegaron a coquetear fuertemente con Alternativa Federal, un espacio que hoy quedó reducido sólo a Roberto Lavagna y Juan Manuel Urtubey. El virtual presidente de la Nación sabe perfectamente que necesita tener un Gabinete con una fuerte impronta justicialista, que obviamente incluirá al kirchnerismo, pero que sobre todo tratará de dar un mensaje de apertura distinto al que tenían los ministros hasta 2015.
Los nombres de Florencio Randazzo, Matías Kulfas, Ginés González García, Martín Redrado, Guillermo Nielsen, Santiago Cafiero, Felipe Solá, Miguel Peirano, entre otros, son figuras que en la actualidad no forman parte del núcleo más duro de confianza de Cristina. Quizás la excepción pueda darse con “Wado” De Pedro, quién durante la gestión de la expresidente fue una de las caras más visibles de La Cámpora. Las versiones lo ubican en el ministerio del Interior, en el de Justicia o hasta en la Agencia Federal de Inteligencia. De Pedro es hoy un hombre muy cercano a Alberto Fernández y eso le sumaría aún más chances de entrar al Gabinete en un puesto clave. 
¿Cristina aceptará tranquilamente la conformación un gabinete “albertista” o presionará para que tenga una impronta más kirchnerista? Todo indica que la futura vicepresidente ya consiguió lo que buscaba y que no interferirá en las decisiones que tome Alberto Fernández.
El poder de Cristina no sólo estará representado en el Parlamento nacional, sino también en la estratégica provincia de Buenos Aires, donde dentro de menos de un mes Axel Kicillof podría derrotar a María Eugenia Vidal por más de veinte puntos de diferencia. El exministro de Economía es el brazo derecho de Cristina tanto a nivel político como económico, y muchos ya lo imaginan como el heredero real de los votos de la exmandataria. “Que nadie se sorprenda si Axel es el sucesor de Alberto en cuatro u ocho años”, imaginaba ayer un histórico operador peronista que conoce muy bien a ambos.

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Confiado en que acrecentará aún más su diferencia contra Mauricio Macri, Alberto Fernández se encuentra abocado por estas horas a demostrarle a la sociedad de que su Gobierno será más peronista que kirchnerista, lo que representa un fuerte gesto de independencia por parte del candidato. La situación, de cumplirse, podría anticipar algún eventual conflicto de intereses hacia el interior del Frente de Todos, en donde el cristinismo tiene un rol sumamente preponderante tanto a nivel territorial como ideológico. De todos modos, esas disputas de poder no amenazarían inicialmente la gestión de Alberto Fernández, ya que el costo político de un Gobierno débil también lo pagaría la expresidenta, que fue quien designó unilateralmente a su exacerrimo rival como postulante a la jefatura de Estado.
Es evidente que el candidato presidencial necesita de una estructura propia que le responda directamente si quiere garantizar su gobernabilidad de la mejor forma posible, y más aún si se tiene en cuenta de que casi no influyó en el armado de las listas legislativas. En el Congreso, Cristina de Kirchner tendrá un peso fundamental, ya que la mayoría de los diputados y senadores del Frente de Todos pertenecen directamente a su riñón, algunos desde hace muchos años.
En un clima de paz política como el actual, es difícil imaginar que el bloque oficialista que responde a Cristina vaya a bloquearle las leyes al Presidente, debido a que ambos se necesitan mutuamente. La caída en desgracia de uno es, irreversiblemente, la caída en desgracia del otro. El ancla de Alberto Fernández para su construcción política será su alianza con los gobernadores e intendentes peronistas, que en muchos casos se negaban a apoyar abiertamente a la expresidente y que llegaron a coquetear fuertemente con Alternativa Federal, un espacio que hoy quedó reducido sólo a Roberto Lavagna y Juan Manuel Urtubey. El virtual presidente de la Nación sabe perfectamente que necesita tener un Gabinete con una fuerte impronta justicialista, que obviamente incluirá al kirchnerismo, pero que sobre todo tratará de dar un mensaje de apertura distinto al que tenían los ministros hasta 2015.
Los nombres de Florencio Randazzo, Matías Kulfas, Ginés González García, Martín Redrado, Guillermo Nielsen, Santiago Cafiero, Felipe Solá, Miguel Peirano, entre otros, son figuras que en la actualidad no forman parte del núcleo más duro de confianza de Cristina. Quizás la excepción pueda darse con “Wado” De Pedro, quién durante la gestión de la expresidente fue una de las caras más visibles de La Cámpora. Las versiones lo ubican en el ministerio del Interior, en el de Justicia o hasta en la Agencia Federal de Inteligencia. De Pedro es hoy un hombre muy cercano a Alberto Fernández y eso le sumaría aún más chances de entrar al Gabinete en un puesto clave. 
¿Cristina aceptará tranquilamente la conformación un gabinete “albertista” o presionará para que tenga una impronta más kirchnerista? Todo indica que la futura vicepresidente ya consiguió lo que buscaba y que no interferirá en las decisiones que tome Alberto Fernández.
El poder de Cristina no sólo estará representado en el Parlamento nacional, sino también en la estratégica provincia de Buenos Aires, donde dentro de menos de un mes Axel Kicillof podría derrotar a María Eugenia Vidal por más de veinte puntos de diferencia. El exministro de Economía es el brazo derecho de Cristina tanto a nivel político como económico, y muchos ya lo imaginan como el heredero real de los votos de la exmandataria. “Que nadie se sorprenda si Axel es el sucesor de Alberto en cuatro u ocho años”, imaginaba ayer un histórico operador peronista que conoce muy bien a ambos.

La campaña de Macri

El Presidente inició ayer su último intento de no tener el 27 de octubre una derrota tan catastrófica. Los números de las encuestas, no muy confiables por cierto, no le auguran dosis de entusiasmo: ya circulan sondeos que marcan que el Frente de Todos estaría cerca del 54 por ciento de votos que obtuvo Cristina para su reelección. Curiosamente, Macri eligió comenzar su gira por treinta ciudades en treinta días por el barrio porteño de Belgrano, una de las zonas más ricas de toda la Argentina. La decisión no fue casual: el jefe de Estado optó por el único distrito que le quedaría al Pro para gobernar y también un lugar donde históricamente cosechó muchos votos. La apuesta de los operadores macristas es al menos conservar el caudal electoral que se consiguió en agosto, temiendo que el recrudecimiento de la crisis pueda haberle restado apoyos incluso dentro de los suyos. La ausencia de la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal al acto es el reflejo más cristalino de la mala imagen del Presidente. 
El problema principal de Macri es que no tiene ningún eje de campaña novedoso para ofrecerle a la opinión pública. Su único discurso es un “en octubre lo damos vuelta”, como si casi el setenta por ciento que votó en contra de Juntos por el Cambio estaría deseando que eso ocurra.