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Laberintos Humanos: Huayno jazzeado

Viernes, 06 de noviembre de 2020 01:04

Comimos el vacío al horno con Aurelia y Solón cuando vimos en la televisión el inicio de una serie de hará acaso unos cincuenta años, donde los protagonistas eran dos jóvenes que yo conocería ya grandes: Pierro y Bautisto Solón. La música hubiera jurado que se la escuché a Miguel Yave en alguna noche de su peña Altitud.

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Comimos el vacío al horno con Aurelia y Solón cuando vimos en la televisión el inicio de una serie de hará acaso unos cincuenta años, donde los protagonistas eran dos jóvenes que yo conocería ya grandes: Pierro y Bautisto Solón. La música hubiera jurado que se la escuché a Miguel Yave en alguna noche de su peña Altitud.

Subían a un automóvil que por entonces era moderno y aceleraban en bajada por la calle Lavalle, que entonces acaso se llamara todavía del Olvido, y allí la imagen se fundía con la acción que comenzaba, muy calma, en un despacho al que debían llegar las primeras noticias del caso por resolver. Busqué a mi anfitrión con la mirada. No parecía sorprendido y, en cambio, sonreía como si todo eso se tratara de una broma, pero los títulos eran claros y no movían a dudas.

Decían, con letra algo demodé, Pierro y Solón, y ahora que lo sabía no me quedaba la menor duda de que eran ellos dos, aunque tantas décadas más jóvenes. Pierro se despedía de Blanca, que le llevaba la vianda al despacho. Lo hacía con un beso en los labios. Capaz que en ese momento aún fueran novios, y ella era una verdadera belleza que lo miraba desde los ojos tanto como desde la sonrisa antes de marcharse.

Con el correr de los minutos supe que aún no estaba Aurelia en la historia, quién sabe si no aparecería algunos capítulos más adelante. ¿Usted sabía de esta serie?, le pregunté a Solón y él, sin sacar los ojos de la pantalla con cierta nostalgia, me dijo que no sólo la conocía sino que la había vivido. Es nuestra historia, confirmó.

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