Recibí el mensaje de Jazmín, una joven de dieciséis años que me escribió a mi Facebook, me dijo que es de Perico y que la profesora Adriana Aguirre les dio para analizar un cuento mío. Las redes sociales permiten que un escritor pueda disfrutar de algo que no tuvieron los clásicos: que alguno de sus lectores tenga tanta facilidad para escribirles.
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Recibí el mensaje de Jazmín, una joven de dieciséis años que me escribió a mi Facebook, me dijo que es de Perico y que la profesora Adriana Aguirre les dio para analizar un cuento mío. Las redes sociales permiten que un escritor pueda disfrutar de algo que no tuvieron los clásicos: que alguno de sus lectores tenga tanta facilidad para escribirles.
El cuento que tiene que analizar es La Misma Inmensidad, recuerdo que hay una versión que subí a YouTube, embellecido con los dibujos de Marcos Osacar y la música de Fidel Flores, y espero que sea esa a la que se refiere. Cuando me hablan de algún texto mío, me da cierto pudor y siempre creo que pudo haber estado mejor escrito que como lo publiqué.
Jazmín me pide si le puedo mandar mis datos biográficos, no los encuentra por ningún lado y los necesita para su trabajo. Es cierto, no soy tan célebre como para que anden por ahí datos de mi vida, gracias a Dios, y copio, para responderle, unos muy breves que armé para la plica de un concurso literario.
Tener una biografía breve a mano me hace pensar que soy más joven, pero acaso no lo sea. A los pocos minutos me lo agradece y me confiesa que no pensaba que le fuera a responder. Jazmín no sabe, seguramente, que a los escritores nos hace bien saber que hay alguien por ahí que nos lee.
Entones me cuenta dos o tres cosas: que no pudo festejar su cumpleaños por la cuarentena, que tiene una hermana que es tan estudiosa como ella y que tiene el sueño de poder volar en avión algún día. Parecen cosas azarosas, pero me llegan.
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