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Cuando las celebraciones habitan en la memoria

Conforme va pasando el año, se suceden las festividades que no se han podido vivir de forma comunitaria.
Lunes, 21 de septiembre de 2020 01:00

Años atrás, la tormenta eléctrica que cayó la noche del sábado nos hubiera hecho pensar en los peregrinos que acompañan a la Virgen del Rosario desde el Santuario de Sixilera. Suele pasar que las lluvias nos llevan a compadecernos de quienes están en el cerro cumpliendo con aquello que dicta su fe, pero esta vez los truenos y las gotas pesadas debían estar cayendo sobre senderos vacíos.

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Años atrás, la tormenta eléctrica que cayó la noche del sábado nos hubiera hecho pensar en los peregrinos que acompañan a la Virgen del Rosario desde el Santuario de Sixilera. Suele pasar que las lluvias nos llevan a compadecernos de quienes están en el cerro cumpliendo con aquello que dicta su fe, pero esta vez los truenos y las gotas pesadas debían estar cayendo sobre senderos vacíos.

Cuando la Semana Santa, también suspendida en cuanto a peregrinaciones, se escuchaba decir que para el cumpleaños de la Virgencita del Abra seguramente ya se iba a poder subir al cerro, pero para julio tampoco estuvo permitido y como consuelo se dijo que las bandas de sikuris se escucharían para septiembre, cuando también los bronces de Quillacas, porque en aquella Cuaresma nadie imaginaba que la cuarentena fuera a durar tanto.

FOTO DE ARCHIVO / BANDA DE SIKURIS QUE PARTICIPABA DE LA PROCESIÓN AL SANTUARIO DE SIXILERA

Los cerros, en tanto, permanecen silenciosos, y aquellos que con facilidad reconocían los estruendos porque sabían de qué celebración brotaban, este sábado preguntaban sorprendidos por quién los encendía. El calendario, que en esta región salta de uno a otro de los escalones del tiempo cultural y religioso, hace tiempo que entró en una discontinuidad que nos desconcierta.

Y así como la cuarentena hirió a la economía local, tan maniatada al turismo, y del mismo modo en que se siente el silencio de una fe que se sabe manifestar comunalmente, el hecho de que nuestros tiempos y nuestros lugares no repitan el eco que en ellos imprimimos con nuestros actos, de alguna manera pareciera trastocarlos, vaciándolos desde que la última festividad que los habitó fueron los ya lejanos carnavales.

Hablando de la procesión de Sixilera, un vecino me escribe que "sí, pero ahora todo imaginariamente", y le agrega el emoticón de una carita triste. Y del mismo modo en que la fe, en este año extraño, pasó por necesidad de lo público a lo privado, la misma cultura que la expresa se aferra a la memoria para seguir vigente, esperando a que regresen los tiempos del compartir.