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Después de la tormenta perfecta...

Lunes, 12 de febrero de 2024 01:03
TRANSPORTE PÚBLICO, PIEDRA DEL ESCÁNDALO | ¿SERVICIO POPULAR IMPRESINDIBLE O HERRAMIENTA DE EXTORISIÓN A LAS PROVINCIAS?

El Gran Bonete es aquel juego infantil en el que cada participante en una rueda niega ser el poseedor de algo que está perdido, y acusa de ello a otro de los participantes. Los diálogos para desligarse de las preguntas que formulaba el jugador vestido con el Gran Bonete eran éstos: "¿Usted lo tiene?" "¿Yo, señor?", "íSí, señor!", "íNo, señor!", "¿Pues entonces quién lo tiene?" "íLo tiene fulano!". Tras la negativa de todos los jugadores, la conclusión es que lo tiene el propio Gran Bonete, descripto finalmente como una suerte de perfecto idiota.

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El Gran Bonete es aquel juego infantil en el que cada participante en una rueda niega ser el poseedor de algo que está perdido, y acusa de ello a otro de los participantes. Los diálogos para desligarse de las preguntas que formulaba el jugador vestido con el Gran Bonete eran éstos: "¿Usted lo tiene?" "¿Yo, señor?", "íSí, señor!", "íNo, señor!", "¿Pues entonces quién lo tiene?" "íLo tiene fulano!". Tras la negativa de todos los jugadores, la conclusión es que lo tiene el propio Gran Bonete, descripto finalmente como una suerte de perfecto idiota.

La gigantesca "ley ómnibus" del Gobierno, devenida en un modesto taxi compartido, era lo que se buscaba inútilmente. El presidente Milei ya había advertido la posibilidad del retiro de la ley y su idea siempre fue culpar a la clase política, la casta, acusándola de abroquelarse en defensa de sus intereses, prebendas y deseos de poder. No es totalmente así, pero hay mucho de cierto en eso.

Concurrieron al menos tres causas para este abrupto final: 1) La oposición cerrada de la izquierda y el ultrakirchnerismo, prontos a celebrar las derrotas del Gobierno y, ¿por qué no?, a voltearlo cuanto antes. Sobran declaraciones que confirman esta aseveración.

2) La retórica tramposa de muchos "amigables opositores" (claro, no todos), que decían: "Queremos ayudar, no poner palos en la rueda, queremos darle al Gobierno las herramientas para que aplique su plan... pero... y detrás del pero, tras aprobar la ley en general y compitieron, unos planteando honradas diferencias y otros que hasta disfrutaron, volteando en el tratamiento particular, tantos artículos e incisos como pudieron. El desguace fue lo mismo que rechazar la ley, torcerle el brazo a Milei y sentirse copropietarios de la pelota.

3) Las últimas y poderosas causas fueron inexperiencia parlamentaria de LLA, la reiterada desautorización de los principios de acuerdo a que arribaban ministros y operadores del oficialismo, por parte del propio Milei, que demostró ser más terco de lo razonable. Así la "ley ómnibus" tropezó con la tormenta perfecta y en esta versión siglo XXI de El Gran Bonete, el perfecto idiota de la historia terminó siendo nada más y nada menos que el pueblo argentino que sigue preguntando: ¿Y ahora... quién podrá ayudarnos?

Lo difícil de entender es la desenfrenada alegría de los diputados de izquierda y los ultrakirchneristas que celebraron entre vivas y aplausos la vuelta a comisión del proyecto, remedando otro monumental absurdo histórico nacional el 24 de diciembre del 2001, cuando el pleno del Congreso (donde hoy siguen muchos de los que estaban entonces), aplaudió de pie el anuncio del fugaz presidente interino Alberto Rodríguez Saá, de poner a la Argentina en default.

Tampoco se entiende la furibunda reacción y posterior ataque del Presidente a los que votaron en contra del proyecto que luego retiró definitivamente. Habló de traidores, coimeros, extorsionadores, delincuentes, amenazó con más ajuste y con recurrir a las consultas populares (otro absurdo que se abortó en cuestión de minutos). Sólo sirvió para que sus detractores remarquen su perfil autoritario, de falso populista y fascista, y hasta les dio razones a los que atizan la hoguera de su caída, poniendo en duda su salud mental.

Después del cimbronazo, y de acusarse entre todos, pareciera que se asustaron. O al menos debieran asustarse. Hoy hablan de reconstruir el diálogo y reparar los puentes entre Parlamento y Ejecutivo. El único empecinado en "retroceder nunca y rendirse jamás" es Milei; ya cortó dos cabezas importantes: la del cordobés Osvaldo Giordano (schiaretista/llaryorista), exjefe de Anses, y la salteña Flavia Royón (massista/saencista/), exsecretaria de Minería.

Se suman al garrotazo de la quita de subsidios al transporte público del interior, segundo golpe a los gobernadores, a los que ya en enero les recortó el 98% de las ayudas económicas. La guerra continuará: los gobernadores y los legisladores tienen poder, pero relativo. En un país presidencialista, el Ejecutivo tiene mucho más poder, pero la arbitrariedad descontrolada le puede humedecer la pólvora en cuestión de días. Faltaría lo peor: que comiencen a judicializarse todos los temas. Es imprescindible que todos recuperen la cordura. Como ya no habrá "bases y puntos de partida", que al menos haya conciencia para sostener y fortalecer las instituciones. Y abortar definitivamente la posibilidad de crecimiento del conjunto de lunáticos irresponsables que se solazan profetizando que Milei no durará tres meses en la Presidencia, pero cuando se les pregunta ¿y qué pasaría entonces?, obviamente no tienen la menor idea.

Mirando desde Jujuy el escenario que queda a partir de lo sucedido en la Cámara baja: los diputados nacionales Jorge Rizzotti (UCR) y Natalia Sarapura (UCR), aunque parecen no haber consensuado entre sí, apoyaron el proyecto con diferencias; Manuel Quintar (LLA) con toda coherencia lo respaldó; Leyla Susana Chaher (UxP) y Alejandro Vilca (FIT) también con total coherencia se opusieron. Guillermo Snopek, coherente consigo mismo, estuvo ausente en la votación. Los senadores en mutis por el foro, los políticos freezados y la Legislatura con el freno de mano puesto.

Con este intríngulis parlamentario, político y económico, con los gremios estatales en lucha, los ómnibus de transporte urbano y todos los compromisos contraídos en campaña esperando en la puerta de San Martín 450, un silencioso Carlitos Sadir, insólitamente señalado como enemigo público por Milei, enfrentará un tiempo terrible, apenas termine el carnaval.

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