Maravillarse con la habilidad de lo artesanal, es simple al ver piezas hechas con la intención de reutilizarlas y otorgarles funcionalidades nuevas.
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Maravillarse con la habilidad de lo artesanal, es simple al ver piezas hechas con la intención de reutilizarlas y otorgarles funcionalidades nuevas.
Es que la pintura a mano juega con los elementos a su alrededor y se plasma en objetos cotidianos gracias al talento en la labor de Marta Beatriz Varela.
De la creatividad se desprende el magnetismo mediante un relieve que juega con la paleta de colores y las formas se sumergen en el mundo donde todo lo pensado es posible.
Entre los matices que propone en sus trabajos, ofrece como resultado obras delicadas y de una estética de decoupage romántica digna de destacar.
Se trata de descubrir pequeñas joyas con un arte que parte del plano pintado, celebrando el hecho de estar en el medio de un festival de color.
Desde Buenos Aires, Varela llegó a mediados de los años 70 para dejar su impronta en trabajos con técnicas mixtas, labor que desde su adolescencia supo comprender como expresión atemporal y única.
Además, encontró en el arte de pintar a mano, una terapia alternativa que le sigue transmitiendo tranquilidad e ingenio.
"Yo había estudiado Dibujo Publicitario y sabía todo lo que se refiere al dibujo y a la pintura", destacó Varela sobre este saber que la acompaña desde hace cincuenta años.
La prolijidad y el diseño elegido son prioridades para que cualquier manualidad tenga éxito.
Estas cualidades conviven en ella, quien aplica su paleta cromática al arte de un taller donde aprenden alumnas con la misma inquietud.
"Es una linda actividad, en la que se emplean técnicas de pátinas en dibujo, también en carpintería o colocada en azulejos, latas, banquetas, mdf y paredes; es decir, superficies de todo tipo", comentó esta guía de las artes plásticas que enseña, desde su taller, el valor de lo hecho artesanalmente.
Las formas y las tonalidades, los contrastes se dejan percibir en cada objeto así como también a través de una armonía en la combinación cromática.
En un espacio dentro de su hogar, incentiva el espíritu que da rienda suelta en sus alumnas para construir el arte con elementos que a diario se pueden utilizar.
"Para darles un nuevo uso a las cosas o una nueva vida a lo que ya tenemos en casa", expresó Varela que con 68 años no deja de sorprenderse ante el ingenio que se muestra en cada una de sus aprendices.
Empezó a trabajar a los 27 años y como toda persona, atravesó por cambios que la hicieron evolucionar.
"Antes trabajaba en la confección de indumentaria infantil también dentro del rubro artesanal. Hacía vestidos de comunión, preparaba prendas que tenían tela de Jujuy y Buenos Aires. Fueron años de trabajo y de bordar también, fue muy enriquecedor", resaltó.
Sin dudas, se trata de un universo aparte donde los diseños simples y otros complejos fluctúan entre sí para buscar el equilibrio. Unos que cautivan con la textura en primer plano; en otros, con los colores pasteles que conmueven.
Flores, aves, sobres, animales y plantas se imprimen en cajas de té, bandejas y casitas para pájaros que nacen en el taller, son sólo algunas de las creaciones que se muestran para sorprender.
Y es que en el taller de "Martita", como le dicen sus alumnas, se trata de combinar conocimientos y una gran comunicación, ya que es un lugar donde al pintar, la labor compartida se hace más libre y genuina.
"Para mí es hermoso establecer vínculo con las chicas a través del taller, es muy positivo tener esta actividad que ellas toman como una terapia y que les hace bien. A mí me encanta compartir con gente y fortalecer la parte comunicativa que todas las personas tenemos, haciendo arte", comentó Varela feliz de sacar a la luz su iniciativa.
El resultado del trabajo realizado con cariño y dedicación está a la vista, en una tarea que se nutre de originales propuestas volviéndose únicas y listas para utilizarse en cualquier momento. Porque en este caso el arte sana, comunica y sorprende.