¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
26 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Trump y Milei, expectativa de un vínculo que requiere realismo

El gobierno argentino se entusiasma con que la empatía se traduzcan en alianza. Ambos países soportan una división interna entre oficialistas y opositores.
Domingo, 10 de noviembre de 2024 00:00
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

El categórico triunfo de Donald Trump tendrá fuertes repercusiones en el mundo real (en la opinión pública fue tremendo el impacto). En los hechos, podría marcar el comienzo de una nueva era, signada por el desarrollo de la inteligencia artificial en la economía y en la actividad productiva. En consecuencia, y recordando la primera presidencia del magnate, podría esperarse otra forma de organización de la convivencia entre los países.

El gobierno de Javier Milei no oculta su entusiasmo, alentado por la afinidad personal entre ambos presidentes y por su coincidencia en muchas de las perspectivas políticas, especialmente las referidas a la ruptura con las tradiciones y las dirigencias tradicionales de ambos países.

La hegemonía de EE.UU. en el mundo unipolar, nacido hace 35 años tras la implosión soviética, parece llegar a su fin, y las declaraciones del presidente electo obligan a esperar una nueva guerra de tarifas y poder tecnológico con China. Al mismo tiempo, es muy probable que Trump se proponga diluir el bloque BRICS, cooptando o seduciendo a Brasil, India, Sudáfrica y Rusia, y especialmente a los países árabes que intentan sumarse.

Siempre de acuerdo con lo que hizo en su gestión anterior, todo indica que buscará una solución rápida a la invasión rusa en Ucrania, lo que dejaría a Volodímir Zelenski obligado a una paz que, como pronosticó en su momento Henry Kissinger, dejará a su país mutilado y resentido. En cambio, apoyará a Israel en su conflicto con Irán y sus organizaciones terroristas, y fortalecerá los lazos con los países árabes interesados en ganar protagonismo en la economía mundial.

La Unión Europea, claramente, poco y nada puede esperar, ya que Trump adelantó que su país "no será el salvavidas financiero de nadie". Por eso, corren riesgo instituciones como la OTAN y todos los organismos creados a partir de la posguerra. El "America First" toma distancia de los viejos aliados y se desentiende de las amenazas que hoy enfrenta el sistema occidental.

Trump no quiere ser el líder ni el gendarme del resto de los países. Está claro que el nuevo presidente estadounidense no tiene ningún desvelo por el fortalecimiento de la democracia representativa y los valores compartidos hasta ahora. Fue muy explícito al anunciar que busca ser "un dictador durante un tiempo". El entusiasmo con que lo recibieron líderes de la nueva derecha del siglo XXI, como Giorgia Meloni o Viktor Orbán, y especialmente la inocultable alegría de Vladímir Putin, obligan a suponer que Trump podría convertirse en la máxima expresión del nuevo conservadorismo antioccidental.

En cuanto a América Latina, está claro que no ocupa un lugar privilegiado en la agenda de Donald Trump. La región viene retrocediendo en el contexto mundial, con democracias inestables, partidos tradicionales que han perdido identidad y una endemia de comercio ilegal, crimen organizado en ascenso, pobreza y desempleo, y síntomas abundantes de tendencia a la autocracia. Sus economías, en general, perdieron primero el tren de la industrialización y ahora están rezagadas en la carrera tecnológica.

Trump y Milei

En Argentina, la afinidad entre Trump y Javier Milei no es fingida. El gobierno nacional tiene la esperanza de recibir ayuda del nuevo presidente en las gestiones ante el FMI por los 11.000 millones de dólares que quedaron pendientes del préstamo de 2018. Entre algunos especialistas crece la certeza de que, además de Israel y Gran Bretaña, el único aliado incondicional que se suma es la Argentina de Milei.

Habría que verificar hasta dónde llega el vínculo y si efectivamente será beneficioso para nuestro país.

Por lo pronto, la evidente empatía entre Milei y el empresario Elon Musk, figura líder del desarrollo tecnológico y decisivo en el mundo digital, puede influir favorablemente para lograr acuerdos comerciales y desarrollos en inteligencia artificial. Musk, propietario de SpaceX, PayPal, Neuralink, OpenAI y xA, entre otras empresas, será el responsable de la eficientización del Estado en el gabinete de Trump. Ambos tienen una visión muy positiva de la reforma que lleva adelante en Argentina Federico Sturzenegger, como ministro de Desregulación y Transformación del Estado.

Por eso, el presidente aspira a confluir con Trump esta semana en la Conferencia de Acción Política Conservadora. Milei proyecta reunirse además con Kenneth C. Griffin, jefe de inversiones y dueño mayoritario de Citadel, con el vicepresidente electo James Vance y con Elon Musk.

Además de la ayuda que pueda proveer el FMI, la expectativa es convertir a Argentina en un país atractivo para inversiones industriales y tecnológicas norteamericanas.

Claro, es necesario moderar el entusiasmo. Cuando comienza una nueva era, el futuro es poco previsible. El proyecto de Trump es ambicioso, pero habrá que ver qué efecto tienen las barreras comerciales que proyecta imponer a las exportaciones provenientes de China, con aranceles del 60%, y la política de cierre de la economía, con su amenaza de crecimiento inflacionario.

Para Argentina, el mercado estadounidense es muy complicado porque son países con producciones similares.

Además, nada garantiza que Trump no imponga condiciones con respecto a nuestras relaciones con China, que es uno de los principales destinos para las exportaciones primarias. Y, desde ya, el gobierno deberá demostrar que las seguridades que ofrece su proyecto se materializan en su gestión.

El viraje autoritario

La emergencia de liderazgos autoritarios (de izquierda o derecha) parece el resultado de una globalización económica que no ha producido los derrames prometidos y, por eso, la desigualdad atraviesa al planeta. Ese desencanto, que amenaza a la misma Unión Europea y el Brexit, es probablemente uno de los síntomas más fuertes.

Es la democracia y sus valores los que están en serio riesgo. Los mercados y el sistema productivo están cambiando y en todo el mundo asoman serios problemas de empleo, se desequilibran los regímenes previsionales y la salud pública. Por eso, Donald Trump, más fuerte que nunca después del martes, muestra cierta tendencia al poder despótico. Como Milei, ambos cuestionan la división de poderes y los controles judiciales, satanizan a la oposición y presentan a la prensa como un gran obstáculo. Y los tres, junto con Elon Musk, privilegian la comunicación digital.

Sin embargo, esa visión no es unánime. La extinción de los partidos tradicionales genera el triunfo de líderes radicalizados y una confrontación muy dura en sociedades divididas. En un mundo frágil y en transformación, donde las guerras (internacionales y civiles) vuelven a sobrevolar a la humanidad, los mesianismos y la intolerancia pueden derivar en una nueva crisis sin precedentes, como todo lo que ocurre en el siglo XXI.

 

Temas de la nota

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD