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El futuro de los argentinos exige más diálogo y menos conflictos

Domingo, 24 de noviembre de 2024 02:22
Milei viene dando muestras de una ductilidad inesperada.
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A un año de su categórica victoria en el balotaje de 2023, el gobierno de Javier Milei ha dado muestras muy claras de su decisión de terminar con la inflación y el déficit fiscal, considerados como dos problemas económicos endémicos, pero que al cabo de 20 años de políticas estatistas habían llegado a una situación límite.

Por una parte, el gobierno supo poner en evidencia que esas gestiones habían convertido al país en una fábrica de pobreza al estancar y degradar la inversión productiva como consecuencia de una presión impositiva creciente, un endeudamiento acumulativo del Banco Central debido a la emisión sin límites, pésimas decisiones en política energética, la desinversión estratégica y el desvío de fondos del Estado hacia el financiamiento de la política y otros fines más oscuros. Los indicadores de pobreza y de deterioro educativo son el balance elocuente que desmiente definitivamente el relato populista.

Además de haber hecho retroceder a la inflación a niveles muy alentadores, Javier Milei sigue generando expectativas en una sociedad muy decepcionada, al haber logrado inmovilizar el negocio de la indigencia y de los planes sociales privatizados a favor de un activismo indigno.

Claro que hay mucho por hacer. Nadie hace milagros. La decisión de alinear al país con los países democráticos, capitalistas y occidentales, aunque sobreactuada, ha colocado al presidente en un nivel internacional de alto perfil. A pesar de su explosivo rechazo al programa 2030, a las políticas globales en defensa del medio ambiente, de los derechos de las mujeres y de los pueblos indígenas, y del despido compulsivo de la canciller Diana Mondino, Milei viene dando muestras de una ductilidad inesperada. Eso ocurrió en los últimos días al recibir al presidente francés Emmanuel Macron para dialogar sobre el Mercosur y el congelado acuerdo comercial con la Unión Europea. Y luego, en la reunión del G20 en Río de Janeiro, al saludar al presidente Lula, con quien había tenido cruces verbales a la distancia, y votar el acta consensuada en ese encuentro, a pesar de sus disidencias. Además, celebró con Brasil un prometedor acuerdo sobre la venta de gas de Vaca Muerta.

Tampoco pasa desapercibida la reunión con el presidente chino Xi Jinping. Luego de sus improperios pasados contra el régimen comunista, ahora Milei ha dado muestras de cordialidad y de disposición a fortalecer los vínculos comerciales.

La política exterior del kirchnerismo se caracterizó por veinte años de ideologización extrema, alineada con un tercermundismo decadente y anclada en una mistificación del pasado. Milei empieza a dar muestras de que su euforia libertaria no gobierna sus emociones.

Sería muy importante que esa moderación comenzara a prevalecer en sus vínculos con los actores políticos y sociales internos. El discurso maniqueo que pone un abismo entre "amigos" y "enemigos" está empezando a dar indicios de autoritarismo y, de ese modo, achicando al extremo su círculo de poder, perdiendo de vista el horizonte más amplio que se le presenta al país.

Es de alto riesgo el enfrentamiento con la vicepresidenta Victoria Villarruel, a la que algunos obsecuentes agravian desconociendo su condición de funcionaria electa y sin percibir en qué medida logró corregir errores de los consejeros presidenciales para concretar apoyos casi utópicos en un Senado donde el oficialismo es extrema minoría.

El país debe recuperar el terreno perdido en el último medio siglo. Una tarea de titanes, en la que debe enfrentar aún a una oposición muy fragmentada, pero aferrada a destructivas ilusiones del pasado.

Hacia adentro, además de gobernar con firmeza, es imprescindible que Javier Milei construya vínculos realistas, maduros y teniendo en cuenta que una política financiera acertada es solo la base de lanzamiento para el desarrollo humano, la democracia y la inserción soberana de la Argentina en el mundo.

 

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