inicia sesión o regístrate.
Varios peronistas se anotan en la carrera presidencial para 2015. El más famoso es Daniel Scioli; no el único.
Faltan menos de tres semanas para el 7D, una fecha que el oficialismo ha definido clave dentro de su proyecto. Ese día, o los inmediatos subsiguientes, el Gobierno deberá dar pasos que lo enfrentarán con el multimedios Clarín pero que, a la vez, lo obligan a resolver puntos conflictivos en su relación con la Justicia.
La sanción de la Ley de Per Saltum, esta semana, forma parte del paquete de normas direccionadas al 7D, pero resulta especialmente irritante para la Suprema Corte. El trámite judicial de la denuncia de inconstitucionalidad contra dos artículos de la ley de medios mostró presiones impúdicas sobre los jueces provenientes, por cierto, de ambas partes.
La actitud que en estos días adopte la Suprema Corte tendrá influencia decisiva en el futuro del humor kirchnerista.
Días de prueba
El gobierno enfrenta problemas económicos y con consecuencias sociales, pero más profundos son los problemas políticos.
El kirchnerismo, un fenómeno político puesto en marcha en 2003, tiene como característica una capacidad inigualable para romper libretos.
Aunque el término resulte chocante para la intelectualidad que cree ver en este fenómeno una epopeya revolucionaria, el rasgo distintivo y, a la vez, el instrumento más exitoso de los gobiernos K es el pragmatismo. Gracias a una fenomenal capacidad de improvisación, lograron emerger del cuasi anonimato y construyeron, desde el Estado una fuerza política con gran peso electoral y mediático. No solo superaron el mezquino 22 por ciento de votos inicial, sino también la catástrofe electoral de 2009, cuando el mismo Néstor, seguido por las desafortunadas candidaturas “testimoniales” fue derrotado por Francisco De Narváez.
Sin embargo, este poder construido desde el Estado comienza a mostrar fisuras. Las diferencias entre los “pinginos” y La Cámpora ponen a prueba esa pragmática kirchnerista.
Nada hace suponer un resurgimiento radical, aunque las corrientes socialdemócratas podrían conformar un frente cada vez más consolidado. Tampoco el riesgo parecería venir del macrismo, al que el Gobierno se esmera en instalar como el candidato de la oposición.
El oficialismo solo puede encontrar un adversario en su propio seno; las fisuras ofrecen espacio a quienes aspiran a la sucesión. Cristina no está en condiciones de renunciar definitivamente a un tercer mandato, porque la situación se le iría de las manos. Tampoco puede proponer una reforma constitucional, porque las encuestas indican que cerca del 65 por ciento de los ciudadanos, por ahora, se opone.
Como recordó ayer el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, “el peronismo es la columna vertebral del movimiento nacional y popular”. A los oídos K, esta definición podría interpretarse como un apoyo firme del justicialismo a Cristina. Mirando bajo el agua, el mensaje también podría interpretarse como una advertencia de que el heredero de Cristina debe ser un peronista.
Varios peronistas se anotan en esa carrera. El más famoso es Daniel Scioli; no el único.
Pulseada en marcha
El sonoro enfrentamiento de José Manuel de la Sota con Debora Giorgi lo dice todo. Con muchas horas de vuelo, el gobernador cordobés parece pensar lo mismo que insinúa Domínguez. Giorgi, sorprendida, le reprochó haberla llevado a “un acto político”; Juan Manuel Abal Medina lo calificó de “emboscada” y el ministro Hernán Lorenzino describió al mandatario como un “endeudador serial”.
Sin embargo, queda claro, De la Sota produjo un gesto de posicionamiento, sin retorno.
Otra parte del peronsimo pondrá a prueba al poder el martes. Hugo Moyano y la CTA de Pablo Michelli convocaron a un paro nacional.
El camionero sabe que se juega mucho y habrá que ver cuánto va a apostar. Pero lo cierto es que él no busca votos ni prestigio; cabe deducir que lo que jugará ese día es la capacidad de mostrar poder territorial a la Casa Rosada y a la CGT oficia lista.