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27 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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¿Y si reemplazamos el español por la lengua aymara?

Miércoles, 21 de noviembre de 2012 00:13
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La encuesta electrónica entre los lectores deEl Tribuno digital es categórica: el 66 por ciento se opone al cambio de nombres de la Virrey Toledo y al traslado de la estatua del fundador de Salta.

A nivel de mesas de café y de conversaciones informales, la mayoría de los ciudadanos piensa que hay cosas mucho más importantes de qué ocuparse. Y que los concejales están lo suficientemente bien remunerados como para embarcar a la ciudad en este tipo de controversias. A no engañarse: no se trata de una cuestión trivial, sino de fondo, dicho esto a pesar de la liviandad de los fundamentos que exponen los ediles.

Todos somos el resultado de nuestra historia. Tenemos un gobernador con apellido vasco, un vice descendiente de chipriotas, un intendente nieto de sirios y un presidente del Concejo Deliberante de apellido español. El Virrey Toledo no tiene avenida y estatua en Salta como premio a los aciertos o desaciertos de su gestión, que difícilmente los concejales estén en condiciones de evaluar, sino porque es el funcionario que ordenó fundar la que sería “la muy noble y leal ciudad de Lerma del valle de Salta”.

Renegar de esa realidad fundacional es renegar de la historia, o tratar de convertirla en historieta publicitaria.

La historia es demasiado importante para utilizarla como entretenimiento burgués. Renegar de la colonización española es una actitud algo tardía, que de ser coherentes nos obligaría a restablecer el aymara como lengua oficial y, de paso, a volvernos a Europa o a Medio Oriente, a la tierra de nuestros ancestros donde, como se sabe, no vamos a ser bien recibidos.

Vale la pena hacer otra pregunta: ¿No habrá otra intención latente e implícita en esta iniciativa?

Es claro que todas las calles y plazas de Salta evocan a figuras de apellidos peninsulares, mientras que los nombres de la geografía remiten a los pueblos originarios. Nadie propone rebautizar las calles con nombres indígenas; sería muy complicado y carecería de sentido. Pero Francisco Álvarez de Toledo, “el Solón Virreinal”, el gran organizador del virreinato del Perú y el gran enemigo de Túpac Amaru, incluye una referencia genealógica: era un noble que provenía de la Casa de Alba entre cuyos descendientes se cuentan conocidas personalidades salteñas, incluida la esposa del gobernador, Ximena Saravia Toledo.

Si bien no deja de sorprender este particular ensañamiento con el virrey, y no con otros próceres de discutible gloria, cuesta creer que haya detrás de la campaña antihispanista de nuestros concejales otro propósito que adecuarse a una era en la que la historia funciona como delivery y se la usa para reemplazar con ficciones la fragilidad del pensamiento político.

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