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Un artículo en The Washington Post hace un par de semanas afirmó que Obama gozaba de “una amplia popularidad” en el resto del mundo, especialmente en Europa. “Desde las Highlands de Escocia hasta el tacón de Italia todo es territorio Obama”, dijo el Post. Una encuesta el mes pasado de la Marshall Fund de Alemania indicó que el 75% de los europeos estaba a favor de Obama contra un 8% que iba con Romney.
Incluso los líderes conservadores de Europa han demostrado ser partidarios de Obama. En cuanto a Asia, una encuesta reciente mostró que el 86% de los japoneses y el 63% de los chinos respaldaban a Obama.
La derecha israelí, cortejada sin disimulo por Romney, sería la clara excepción a la regla, pero por lo demás cabe poca duda de que Obama es el candidato favorito del mundo.
¿Por qué? Cada país tendrá sus razones. Pero en el fondo se reduce a lo siguiente: Obama pertenece de manera más reconocible al resto del planeta Tierra que Romney; sus valores, siendo más tolerantes, son más inclusivos; vive menos encerrado en aquella estrecha y autosatisfecha isla mental, excepcionalismo americano la llaman, habitada por su rival y los que votarán por él.
Interesa quién va a ganar
En general la gente fuera de los EEUU (y muchos dentro) no sigue los pormenores de la campaña presidencial, pero sí les interesa quién va a ganar. Sienten, de manera intuitiva pero también por hechos concretos, que Obama tiene más sensibilidad por lo que ocurre en el resto del mundo y, como consecuencia, representa menos peligro. Sobre la mayor amenaza que late sobre Oriente Próximo, una posible guerra con Irán, Romney se ha posicionado al lado del belicoso primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, con quien Obama mantiene distancias.
Hay una cosa en la que Obama y Romney están de acuerdo. Chocan en cuanto a la economía, la sanidad pública, el aborto, la homosexualidad, el medio ambiente, pero algo que no deja de hacer ninguno de los dos es recordar a sus ciudadanos que viven en el mejor país del mundo, el más rico, el más fuerte.
No hablan casi nunca de política exterior en sus campañas porque saben que a pocos compatriotas les importa, y a los indecisos menos. Pero ambos se hacen eco de la famosa frase de Thomas Jefferson, que EEUU representa “la última y la mejor esperanza para la humanidad”.
Pero Romney se lo cree más que Obama, cuyo padre era keniano, que pasó parte de su infancia en Indonesia y está más dispuesto a reconocer lo complejo y variado que es el mundo, a respetar más a los que no han nacido en EEUU. Y el mundo lo agradece, aunque eso no signifique que en caso de ser reelecto se den las circunstancias para otra guerra. La diferencia es la sensación que da Obama de que antes de actuar lo pensaría dos veces.
Por tanto, es lógico que el mundo no solo se interese por la contienda sino que tome partido. EEUU puede o no ser el mejor país, pero es sin duda el más influyente. Debido a los límites que le impone la Constitución, el presidente tiene más libertad para incidir en las vidas de gente fuera de su país que dentro.