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A pesar de los problemas de los últimos dos meses, el kirchnerismo vuelve a mostrar su temple ante las crisis
En el escenario político, el fin de año tiene de todo, menos aburrimiento.
Para el Gobierno nacional, 2012 concluye con un sabor agridulce. El naufragio del 7D es una muestra de debilidad, incluso para los más entusiastas defensores de la causa contra Clarín. Los pronósticos triunfalistas chocaron contra un obstáculo insalvable, la independencia de la Corte al menos en esta cuestión. La idea de eliminar “la cadena del desánimo”, a la que se teme en un año electoral, no prosperó y nadie cree en el Gobierno que la Ley de Medios sea un buen tema de campaña.
El otro problema es el malhumor social. Las movilizaciones convocadas por las redes sociales, las que llevó adelante el gremialismo opositor y los saqueos de los últimos días son señales de alerta, frente a las que de nada valen las teorías conspirativas ni los juegos de palabras.
Denuncias muy jugadas
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner guardó silencio durante varios días; recién el jueves habló de los saqueos, que costaron cinco vidas y centenares de heridos y detenidos.
En una jugada que puede resultar contraproducente, señaló que los saqueos fueron realizados el 19 y 20 de diciembre para “parodiar lo que fue el 2001”. Habló de “un manual de instrucciones políticas para saqueos, violencia y desestabilización de gobiernos” y atribuyó la autoría de ese manual al Partido Justicialista. Sin más pruebas que el análisis, enfatizó: “La articulación de sectores gremiales y políticos con la marginalidad y los saqueos, no tiene nada que ver con el peronismo”.
En pocas palabras, volvió a poner distancia con el PJ y dio pie a que se compare la situación con la de 2001. Por cierto, se trata de realidades incomparables, por las características de los saqueos, por el horizonte económico y por la solidez del poder presidencial en uno y otro casos.
Señales de alerta
Las cinco muertes no deberían pasar desapercibido. Desde el fallecimiento de Néstor, suman 17 las víctimas de episodios de violencia social. En la mayoría de los casos, por ocupación de terrenos y en varios de ellos, sin intervención de la policía.
El efecto político de hechos de este tipo, organizados o no, depende de la masividad que adquieran y de la fuerza de un gobierno frente a ellos, pero el problema existe y debería ser objeto de análisis para una fuerza política que durante muchos años logró evitar la “criminalización de la protesta social”.
Los jueces, otra vez
De todos modos, la presidenta dejó en manos de la Justicia la tarea de investigar los saqueos, prescindiendo de un detalle: garantizar la seguridad es tarea del Poder Ejecutivo.
De todos modos, la referencia a los jueces se vinculó más bien con su fastidio por el fracaso del 7 D. Incluso hizo referencia a “los magníficos sueldos que tienen los jueces y sus jubilaciones de privilegio... Y además no pagan ganancias. Pero les pido por favor que se encarguen de defender a los ciudadanos”.
El ataque al justicialismo y a la Justicia fue duro. Sin embargo, las reacciones fueron tibias.
Es que, a diferencia de lo que sucedió en 1989 y en 2001, no hay recesión en grado extremo y el oficialismo no tiene otra oposición que la que anida de su propio seno.
Rumbo sostenido
Los problemas que alimentan el malhumor no tienen solución a la vista: la inflación que devora los salarios, el pago de Ganancias y el cepo al dólar, factores esenciales de una economía excesivamente dependiente del precio de la soja y de la reactivación de Brasil.
El “capitalismo nacional” que pregona y practica Guillermo Moreno no parece ser “política nacional”. Cristina desistió de acompañar a su fogoso secretario a una de sus pintorescas giras por Vietnam, ubicado en el Eje del Mal, pero sí realizará un viaje a Indonesia y los Emiratos.
La reapertura del canje con los acreedores es elocuente: cuando la presidenta prometió realizar ese gesto, el gobierno de Obama dio su apoyo, la cámara estadounidense falló a favor de Argentina y Ghana liberó a la Fragata Libertad.
Sin embargo, la ratificación de Ricardo Echegaray, el gran recaudador, al frente de la Afip, y la designación de la técnica camporista Cecilia Nahon en la embajada norteamericana parecen indicar la confirmación del rumbo, a despecho de reacciones, críticas y fracasos.