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26 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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Las Lajitas, sede de la peor tragedia náutica de Salta

Lunes, 09 de abril de 2012 00:32
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La mañana del lunes 24 de septiembre de 1990 la tapa del diario El Tribuno daba cuenta de una de las peores tragedias ocurridas en la historia de Salta y que conmocionó al país: “Hubo 20 muertos al zozobrar una lancha en una represa de Las Lajitas. Dieciocho de las víctimas eran niños de entre 4 y 13 años”.

La lancha que los transportaba dio un vuelco campana y todos sus tripulantes cayeron en las mansas aguas de un lago ubicado en finca Santo Domingo, a 17 kilómetros de la localidad. Hubo solo dos sobrevivientes, una niña llamada Amalia Mejillón, de 10 años, y un pequeño de tan solo dos años.

En la mañana del día anterior, como es habitual en el interior, varias familias festejaban con un picnic la llegada de la primavera. Cerca del mediodía, Matías “Kiko” Martínez (44), quien por aquel entonces se desempeñaba como administrador de la finca, propuso llevar a los chicos a pasear por la represa. Martínez era un hombre muy cariñoso. Su carisma atraía a los chicos que lo buscaban constantemente para jugar. Era un hermoso día de campo y nada hacía suponer el desenlace fatal de aquella jornada.

Antes de las 11 se embarcaron en una lancha con motor fuera de borda y comenzaron a navegar. A escasos metros de la orilla, a causa del sobrepeso, comenzó a ingresar agua al bote por la proa. Atemorizados, los chicos reaccionaron instintivamente y se amontonaron sobre uno de sus laterales, lo que provocó el vuelco del bote. Fue así que quedaron atropados debajo del casco. La mayoría no sabía nadar y nadie llevaba salvavidas. Con la desesperación, Martínez logró subirse nuevamente a la lancha dada vuelta y de ese modo alcanzó a recatar a la pequeña Amalia, a quien luego su tío, Lucas Méndez, arrastró hasta la orilla con un gomón atado a una cuerda.

Méndez también rescató al pequeño Nelson Galván, de 11 años.

Desesperación

El cuadro era desesperante. Felipe Parada (34), quien estaba en la orilla, se arrojó tratando de salvar a su hijo y a los demás niños. Alcanzó a rescatar solo a uno, que arrastró hasta la orilla y lo dejó a salvo.

Cuando regresó al bote, desapareció bajo la superficie de las aguas. Felipe no sabía nadar.

Según los testimonios de la gente que llegó al lugar, Martínez, preso de la desesperación ante la impotencia de no poder hacer nada, gritaba: “Quiero que me maten, no quiero vivir. Matenmé por Dios”. Luego se suicidó arrojándose a las aguas, en las que desapareció. Poco tiempo después, más de medio centenar de efectivos policiales de Joaquín V. González y de la Lacustre llegaron al lugar para rescatar los cuerpos de los pequeños. A pesar de los esfuerzos, al caer la noche, solo habían recuperado 14 de las 20 víctimas. Fue una noche de dolor y de profundo dramatismo. La familia Galván perdió cuatro de sus hijos.

Las Lajitas jamás olvidará aquel día en que la fatalidad tocó a su puerta. Se trató de una de los accidentes náuticos más trágicos de toda la historia de Salta y del país.

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