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El glamour se apoderó del acceso a la sala principal y las celebridades se lucieron en la alfombra roja.
Comenzó ayer la 65º edición del Festival de Cine de Cannes y el cine argentino estará presente en varias secciones; se verán, por ejemplo, “Elefante blanco”, de Pablo Trapero; “Infancia clandestina”, de Benjamín Avila; “Los salvajes”, de Alejandro Fadel, y “Villegas”, de Gonzalo Tobal, además de varios cortometrajes.
Coincidentemente, “Elefante blanco” se estrena hoy en los cines argentinos y, por supuesto, en las salas del Hoyts salteño.
La nueva película de Trapero competirá en la sección oficial “Un Certain Regard”; la ópera prima de Avila concursará en el apartado “Quincena de realizadores”; el filme de Fadel lo hará en la “Semana de la Crítica” y la película de Tobal se verá fuera de concurso en una función especial de la sección Cinéfondation.
La de Trapero es una superproducción con dinero francés y español que se estrena esta semana en la Argentina y que protagonizan Ricardo Darín, el belga Jeremie Renier y Martina Gusmán, quien formó parte del jurado oficial del certamen francés en su edición anterior.
Trapero ya participó en esta misma sección en 2002 con “El bonaerense” y en 2010 con “Carancho”, mientras que con “Leonera”, lo hizo en 2008, en la competencia oficial internacional.
Temas marginales
Pablo Trapero se ha caracterizado a lo largo de toda una obra, que comenzó en 1999 con “Mundo grúa”, en ser uno de los pocos directores argentinos en poder trasladar a la pantalla grande temas marginales desde un costado masivo-industrial, y en “Elefante blanco” (2012) lo reconfirma superándose a sí mismo, según consignó el crítico porteño Juan Pablo Russo.
Julián (Ricardo Darín) y Nicolás
(el belga Jérémie Renier) son dos curas de los denominados villeros, de esos que misionan dentro de un barrio marginal. Junto a ellos está Luciana (Martina Gusmán), una asistente social que abandonó su vida para ayudar a los demás. La propuesta de “Elefante blanco” es, a partir de estos tres personajes, abrir un abanico de historias para poner en crisis diferentes temas como la fe y la religión, el deber y el hacer, el amor y la pasión, la duda y la convicción, tópicos que no siempre van tomados de la mano y que en este caso se convierten en antinomias.
Trapero -agrega Russo- es un director al que no se puede acusar de no mantener una coherencia a lo largo de su filmografía.
En ella no se juzga los actos de sus personajes sino que se los observa, se los muestra sin maquillaje, con sus errores y aciertos, como seres humanos que son y con el derecho a equivocarse para volver a empezar. En “Elefante blanco” la duda es lo que los azota y lo que los lleva al límite de sus situaciones. Hay quienes darán la vida por la causa y quienes traicionarán lo más sagrado pero desde un razonamiento que, del que estando de acuerdo o no, resultará válida dentro del contexto que se la muestra. En esta película -puntualiza el crítico- no hay ningún tipo de concesiones, ni para los personajes ni para el espectador. Es un cine marginal en el que se pone a prueba tanto a unos como a otros.