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Pesados abrigos, gorros, bufandas y botas eran los aliados para pasar el invierno. El chocolate caliente, los hidratos de carbono y el sedentarismo terminaban de completar una ecuación nada saludable y la consecuencia, en kilos de más, comenzó a notárseles a los ahora apresurados por hacer dieta y llegar en forma al verano. Ellos, ahora que hace calorcito y la ropa es más liviana, se arrepienten de esos malos hábitos.
Y ya es un clásico. Llegó la primavera y a todos les agarra desesperación por bajar de peso. Drásticas dietas y la inscripción y pago de la primera cuota del gimnasio se vuelven las necesidades más urgentes de los apresurados.
Los primeros rayos más tibios de sol, que llegan en agosto, para despedir a las últimas semanas del invierno, los llenan de energía y en los gimnasios la clientela aumenta alrededor de un 30%, según dijeron a El Tribuno los encargados de varios de estos gimnasios de la ciudad.
Marcelo Sarmiento, encargado de Pesao Gym, dice que todos los años ocurre lo mismo. A partir de agosto, cerca de un 20% más de personas toma la decisión y se inscribe en el gimnasio. Agosto, septiembre, octubre y noviembre son los meses pico en ese gimnasio y no es casualidad: las altas temperaturas hacen que todos quieran ponerse más lindos. “Desde las fiestas y durante enero y febrero la gente descansa un poco y en marzo vuelven los que hacen gimnasia. Hombres y adolescentes copan los salones del Pesao.
En Mega Gym ocurre algo similar. Según su encargado, Nadim Exeni, es casi un 30% más de clientes el que asiste a diario al gimnasio para ejercitarse a partir de agosto. La mayoría son mujeres quienes, según Exeni, son las más constantes. Ellas eligen aerobics, spinning y ritmos para moverse un poco y ponerse en forma. Los hombres, en su mayoría, hacen boxeo o aparatos.
En el Gym V8, de Tres Cerritos, el escenario es similar. “Apenas terminó el frío empezó a inscribirse la gente”, dice Zaira Ramos, la encargada. También dijo, a modo de anécdota, que justo el día anterior habían ido a inscribirse ocho chicos, adolescentes, todos amigos.
“La gente debería empezar el gimnasio en enero y seguir todo el año. Debería, al menos, salir a caminar regularmente”, dijo Patricia Vacaflor, una profesora de danzas que va asiduamente a ese gimnasio de Tres Cerritos.
Desde el gimnasio del Alejandro I dijeron que lo que la gente más hace es aparatos y que está bastante repartido entre hombres y mujeres. Es que verse bien es un deseo de todos, no distingue sexo ni edad.
Los apresurados
Cada vez más adolescentes son los que llegan al gimnasio, ansiosos por inscribirse y comenzar a entrenar apenas empieza la primavera. También mujeres, quienes, en muchos casos, más que bajar de peso están interesadas por tonificar los músculos. Los hombres, en cambio, quieren ganar masa muscular, ponerse grandotes, fortachones. Ellos se abocan a entrenar en aparatos, mientras que las chicas optan por pilates, spinning y baile.
Los apresurados no reconocen que el entusiasmo sólo aparece por épocas. Se dicen constantes, saludables, pero algunos, ciertamente, no hacen más que pagar la primera cuota, ir a las primeras clases y abandonar aquello que intentaba ser la adopción de un nuevo hábito saludable.
Están en todos lados. Muchos corren por las ciclovías, se ejercitan en los aparatos que están a los costados de las rutas, cargan botellitas de agua para hidratarse y seguir camino. Parecen entusiasmados.
Pero no hay que se injustos. También están los disciplinados, los que todos los días madrugan para hacer gimnasia, los que se ejercitan todo el año, los que ya han hecho de la vida saludable, un hábito irrenunciable. Disciplinados, que son ejemplos a seguir.