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Todos los años hay varios estudios que reflejan la calidad de vida de las ciudades del mundo. Entre ellos, el realizado por el diario The Economist de Londres es el más reconocido. En él se valora la calidad de vida de 140 orbes, teniendo en cuenta diversos aspectos: a) estabilidad política y económica; b) nivel de la delincuencia; c) calidad de la atención sanitaria; d) educación; e) cultura y f) ecología y medio ambiente.
Una vez más, como era de esperar, Australia y Canadá albergan las ciudades que están al tope de la clasificación. Más precisamente, entre las seis mejores del planeta, tres pertenecen a Canadá y dos a Australia. En estas dos naciones, más jóvenes que la Argentina, si bien los impuestos son altos, los servicios que presta el estado, sobre todo en educación y salud, son sencillamente impecables.
Dentro de las muy conocidas por nosotros hay también decepciones: Londres aparece en el lugar 25, Madrid en el 48 y París en el lugar 58.
Las peores
En el extremo opuesto están las peores ciudades del mundo. Esa “distinción” recae en Dhaka, capital de Bangladesh, un desprendimiento de la India y Pakistán, en la desembocadura del río Ganges, al sureste de Asia. Allí el hambre es palabra normal y la subsistencia, nada más que eso, se logra con un salario de apenas un dólar por día. En la triste nómina también figuran Lagos (Nigeria), Abidjan (Costa de Marfil), Teherán (Irán), Trípoli (Libia), Argel (Argelia), Harare (Zimbabwe) y Puerto Moresby (Papúa Nueva Guinea).
Insólitamente, aquí no vemos a Puerto Príncipe, capital de Haití, que es el país más pobre de occidente. Sin embargo, si figura Caracas, la más insegura del mundo después de la mexicana Ciudad Juárez. El Distrito Federal de ese país aparece en el puesto 105, una ciudad muy elegida por argentinos que siempre deben viajar precavidos, porque por la noche es mejor no salir a la calle.
Buenos Aires figura en el puesto 62 dentro de las 140 ciudades consultadas. La mayoría de los medios nacionales fueron condescendientes con la posición de la capital argentina porque resaltaron el primer lugar que ocupa dentro de Latinoamérica, pero se abstuvieron de comentar que está muy lejos de las grandes metrópolis del planeta.
En nuestro subcontinente, Buenos Aires supera holgadamente al resto, salvo a Santiago de Chile que está sólo un puesto por debajo y a Montevideo, señalada muchas veces como de buen nivel, pero que ocupa el lugar 65, perdiendo varias posiciones porque en los últimos años aumentó la inseguridad. Más abajo se asoman Río de Janeiro y San Pablo, que están empatadas en el puesto 92.
Para un observador resulta llamativo que entre los primeros lugares no haya ninguna ciudad de la gran potencia. Boston recién aparece en el puesto 29 y Nueva York en el 50. Todo esto a pesar de que en la última década, y no solamente en Nueva York, aumentó significativamente la lucha contra la inseguridad. Un estandarte fue y sigue siendo el republicano Rudolph Giuliani, el alcalde que durante diez años, bajo el lema “tolerancia cero”, redujo en un 80% los asaltos y asesinatos en la gran manzana. El actual intendente Michael Bloomberg prosigue con esa tarea y también combate todo lo referido a la contaminación y a los productos perjudiciales para la salud.
La envidiable Melbourne
Tuve la oportunidad de visitar dos veces esta ciudad, la segunda de Australia. No reúne la belleza de Sydney, pero sí la supera en calidad de vida. Su arquitectura es una mezcla de la herencia inglesa con lo más moderno. En el primer caso, tome el tren o no, no puede dejar de visitar su estación, ubicada en pleno centro y con un incesante movimiento de pasajeros. Para un argentino resultará llamativo el orden, la limpieza y el control casi científico del tránsito. En esto tiene mucho que ver la red de tranvías, de una extensión sin igual en el mundo, superando incluso a la muy difundida Amsterdam.
Melbourne, fundada en 1835, tiene una población multirracial y de origen en los cinco continentes. Prevalecen los italianos y los griegos, quienes llegaron en un primer momento por la fiebre del oro. Luego, la ciudad se convirtió en la más industrializada. Además, tiene una gran vida nocturna, la mayor de Oceanía y Asia.
Allí se cumplen uno de los torneos de Gran Slam de tenis, una vez al año la carrera de Formula 1 y hace poco, se celebró la cumbre del G20. También fue sede de los juegos olímpicos de 1956. Todo esto a pesar de estar en una punta del país, a 900 kilómetros de Sydney y a 650 de Canberra, que tiene la particularidad de haber sido construida de cero y fundada para ser la capital, y así terminar con la disputa entre Sydney y Melbourne.
Ideal para golosos
Melbourne tiene varios detalles para quienes gustan de la comida. Para empezar, algo insólito que en nuestro país sería imposible de implementar: usted puede comprar el vino que quiera, en el lugar que quiera, y lo lleva a cualquier restaurante para que el mozo se lo descorche sin ningún costo. Esto sólo lo vi en Australia y en Nueva Zelanda.
Para los golosos, los helados son tan buenos como en Italia, y la carne vacuna, si bien no tiene el sabor de la nuestra, es de gran calidad. Igual que el vino, con dos varietales que se destacan: el cabernet y el syrah.
La ciudad tiene cuatro aeropuertos para cuatro millones de habitantes, lo que demuestra la capacidad adquisitiva. Está, como todo el país, muy aislada del resto del mundo, y con este agregado: por estar en una isla no limita con ninguna nación. Por eso, el que aterriza por primera vez en el país de los canguros se sorprenderá cuando al abrirse las puertas del avión, inmediatamente dos empleados ingresan a fumigar todo el ambiente para evitar el ingreso de cualquier virus.
Como si todo esto fuera poco, aquí nació Qantas, la principal aerolínea, que tiene un récord inigualable: es la única, entre las 1.200 existentes, que jamás tuvo un accidente con víctimas fatales.