“Para nuestra gran madre Pachamama. No te destruiremos, nosotros los niños somos los que vamos a seguir luchando por vos. Te queremos, gran madre, con todo nuestro corazón. ¡Que viva la Pachamama! ¡Viva!”, recitó Daniela Méndez, una alumna de quinto grado de la escuela primaria del barrio Juan Pablo II. Ella misma escribió esas palabras, para compartir con sus compañeros y maestras durante un especial acto que se realizó ayer en la institución.
Y en vez de un acto más, fue más bien una ceremonia real de ofrenda a la Pachamama. Los chicos, de todos los cursos, y hasta los docentes y personal administrativo y ordenanzas, ofrecieron en el patio de la escuela alimentos, bebidas, hojas de coca, papel picado y demás elementos que en los primero de agosto se usan para “dar de comer” a la Madre Tierra.
“Nosotros nos hemos planteado trabajar fuertemente en proyectos que tengan significado y que se trabaje con la realidad de la comunidad escolar. Buscando, en ese sentido, encontramos que hay muchos problemas con el medio ambiente, mucha contaminación y, en ese marco, homenajear a la Pachamama es enseñar a cuidarla y a incentivar el amor por la naturaleza”, dijo el profesor Rogelio Tolaba, director de la institución.
Esa escuela primaria de la zona norte de la ciudad aún no tiene nombre. “Para ponerle un nombre a nuestra escuelita estamos trabajando con el tema de la identidad. Por ello que hay docentes que se encuentran llevando a cabo proyectos que se dirigen a ese sentido. Por ejemplo, se está explorando acerca de los apellidos de toda la comunidad, para que el chico descubra su propia identidad a través de las ramas de su familia y el significado de su nombre. Entonces, cuando descubra la importancia de la propia identidad, tengan los elementos necesarios para que puedan elegir ellos mismos el nombre de la escuela”, dijo el director.
Cerca del mediodía culminó la sentida ceremonia que los alumnos de la escuelita del barrio Juan Pablo II llevaron adelante. No sin antes bailar nuestros ritmos tradicionales y disfrutar de cada una de las ofrendas que fueron colocadas por los niños y adultos que forman parte de la comunidad de la escuela, en un pozo que se cavó previamente en pleno patio.
Sonrientes, con la conciencia de participar de una respuesta que los relaciona con generaciones anteriores que habitaron el mismo suelo, todos los presentes disfrutaron de la ceremonia. Un primero de agosto en el que aprendieron que nuestra cultura está íntimamente relacionada con una visión profunda con el entorno y que debemos cuidar la tierra y rendirle homenaje con cada uno de nuestros actos.
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“Para nuestra gran madre Pachamama. No te destruiremos, nosotros los niños somos los que vamos a seguir luchando por vos. Te queremos, gran madre, con todo nuestro corazón. ¡Que viva la Pachamama! ¡Viva!”, recitó Daniela Méndez, una alumna de quinto grado de la escuela primaria del barrio Juan Pablo II. Ella misma escribió esas palabras, para compartir con sus compañeros y maestras durante un especial acto que se realizó ayer en la institución.
Y en vez de un acto más, fue más bien una ceremonia real de ofrenda a la Pachamama. Los chicos, de todos los cursos, y hasta los docentes y personal administrativo y ordenanzas, ofrecieron en el patio de la escuela alimentos, bebidas, hojas de coca, papel picado y demás elementos que en los primero de agosto se usan para “dar de comer” a la Madre Tierra.
“Nosotros nos hemos planteado trabajar fuertemente en proyectos que tengan significado y que se trabaje con la realidad de la comunidad escolar. Buscando, en ese sentido, encontramos que hay muchos problemas con el medio ambiente, mucha contaminación y, en ese marco, homenajear a la Pachamama es enseñar a cuidarla y a incentivar el amor por la naturaleza”, dijo el profesor Rogelio Tolaba, director de la institución.
Esa escuela primaria de la zona norte de la ciudad aún no tiene nombre. “Para ponerle un nombre a nuestra escuelita estamos trabajando con el tema de la identidad. Por ello que hay docentes que se encuentran llevando a cabo proyectos que se dirigen a ese sentido. Por ejemplo, se está explorando acerca de los apellidos de toda la comunidad, para que el chico descubra su propia identidad a través de las ramas de su familia y el significado de su nombre. Entonces, cuando descubra la importancia de la propia identidad, tengan los elementos necesarios para que puedan elegir ellos mismos el nombre de la escuela”, dijo el director.
Cerca del mediodía culminó la sentida ceremonia que los alumnos de la escuelita del barrio Juan Pablo II llevaron adelante. No sin antes bailar nuestros ritmos tradicionales y disfrutar de cada una de las ofrendas que fueron colocadas por los niños y adultos que forman parte de la comunidad de la escuela, en un pozo que se cavó previamente en pleno patio.
Sonrientes, con la conciencia de participar de una respuesta que los relaciona con generaciones anteriores que habitaron el mismo suelo, todos los presentes disfrutaron de la ceremonia. Un primero de agosto en el que aprendieron que nuestra cultura está íntimamente relacionada con una visión profunda con el entorno y que debemos cuidar la tierra y rendirle homenaje con cada uno de nuestros actos.
Una educación nuestra
Que la idea de la Pachamama se enseñe en nuestras escuelas es, sin duda, una educación que vuelve su vista hacia la comunidad a la que está dirigida. A pesar de que la currícula apunta principalmente a un “modelo eurocentrista” de la educación de los ciudadanos, la apertura de escuelas y docentes a una visión más americanistas, sin dudas, nos amplía posibilidades intelectuales y afectivas de acercarnos a nuestras propias comunidades. Por un lado, el ritual lleno de significaciones como el de la Pachamama, donde el hombre recuerda que nació en esta tierra, se alimenta de ella y a ella ha de volver algún día, como es el ciclo verdadero de la vida humana. Pero por otro lado, la fiesta del primero de agosto se encuentra en el centro de una cosmología fundamental que heredaron los antiguos y que nos dice que la relación del hombre con su entorno es primordial para nuestra vida. Que a la tierra debemos honrarla y cuidarla, como se hace con una madre.