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El mensaje fue calificado de “fortísimo” por la prensa italiana. Francisco indicó que “los conventos vacíos no deben ser convertidos por la Iglesia en albergues para ganar dinero. Los conventos vacíos no son nuestros, son para la carne de Cristo que son los refugiados”, sentenció.
La visita del Papa Francisco al Centro Astalli -concebida como una continuación de la que hizo a la isla de Lampedusa, donde viven miles de inmigrantes especialmente norafricanos- coinicidó con el momento en el cual unas 400 personas se acercan al lugar para almorzar. Este comedor popular en el cual los jesuitas acogen a refugiados está ubicado en pleno centro de Roma.
El Papa llegó hasta allí sin escolta, en un auto conducido por el jefe de la Gendarmería vaticana, Domenico Giani.
En el lugar, lo esperaba el gobernador de la región del Lacio, Nicola Zingaretti. Y una multitud en la vereda para saludarlo y ovacionarlo.
En el interior del lugar, el Papa bendijo a todos y en particular a una mujer encinta. “Muchos de ustedes son musulmanes, de otras religiones; vienen de diferentes países, de situaciones distintas. No debemos tener miedo de las diferencias. La fraternidad nos hace descubrir que ellas son una riqueza, un don para todos”, les dijo Francisco a los presentes.
También calificó como “bello” el hecho de que, “trabajando para los refugiados, junto con los jesuitas, haya hombres y mujeres cristianos pero también no creyentes o de otras religiones, unidos en nombre del bien común”.
“Gracias por defender vuestra dignidad, pero también nuestra dignidad humana”, les dijo también el Papa a los refuigados. Y una vez más mencionó la palabra “solidaridad, que causa miedo en el mundo más desarrollado. Tratan de no decirla. Es casi una mala palabra para ellos. ¡Pero esa es nuestra palabra! Servir singifica reconocer y acoger las demandas de justicia, de esperanza, y buscar juntos caminos, recorridos concretos de liberación. No basta con dar un pan, hay que acompañar a estas personas”, agregó.
Fue entonces cuando, apuntando contra una costumbre difundida entre el clero romano, propuso destinar los conventos cerrados a los refugiados que necesitan un techo, y no a fines de lucro.