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24 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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Una fuerza popular sin vanguardias

Miércoles, 02 de julio de 2014 03:52

Aquel día salí llorando por la calle Lavalle, y no estaba solo, era un llanto de multitud. Un dolor enorme en todos lados. Se sentía el desgarro de sus seguidores sobre el miedo de los que no lo llegaron a entender. Esa primera noche de velatorio, unos jóvenes conscriptos hacían guardia, demudados, junto al cajón. 

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Aquel día salí llorando por la calle Lavalle, y no estaba solo, era un llanto de multitud. Un dolor enorme en todos lados. Se sentía el desgarro de sus seguidores sobre el miedo de los que no lo llegaron a entender. Esa primera noche de velatorio, unos jóvenes conscriptos hacían guardia, demudados, junto al cajón. 

Todos sabíamos que el General se nos había ido antes de tiempo y la historia lo demostraría con sus tragedias. 
Con Perón y Evita los humildes encontraron un destino. Desde aquel 17 de Octubre surgió un alarido que cambió la historia; la fuente lavó sus pies como Cristo a sus discípulos; la Plaza se convirtió en su catedral sin paredes; el balcón en el púlpito. A sus enemigos sólo les quedaba el derecho a alargar su agonía. 
En el ’55 los gorilas intentan reinstalar su proyecto colonial, van a asumir su fracaso en el ‘73. Y caminarán hacia el suicidio en el ‘76, con un genocidio que destruye para siempre la vigencia del proyecto colonial en su versión conservadora. 
Los violentos de la versión marxista todavía siguen con vigencia hasta hoy. Pero sin duda desaparecerán para siempre como opción de poder cuando se agote el oportunismo imperante. 
El peronismo no fue nunca un autoritarismo perseguidor de disidentes. John Willam Cooke se había enamorado de la experiencia cubana y tuvo con Perón diálogos que no encontraron herederos. El marxismo no nos lastimó en su esplendor ni cuando parecía invadir el mundo, por eso resulta absurdo que nos toque soportar hoy este remezón de decadencia tardía, que un pragmatismo feudal con pretensiones empresarias le otorgue calidad de pensamiento nacional a sectores universitarios que ni siquiera se esforzaron por entendernos. 
El peronismo pudo engendrar su propia izquierda nacional, que jamás transitó el cuestionamiento a su fundador y la obsecuencia al poder. El peronismo fue el fruto maduro de la alianza entre trabajadores y pequeños empresarios productivos. El oficialismo imperante resulta del encuentro entre algunos sectores intelectuales y una novedosa burocracia expandida por el oficialismo.
El peronismo fue un fenómeno cultural que en su primera etapa impuso la presencia de los marginados y luego, en su retorno, convocó a la unidad de los argentinos. Nadie tiene derecho a sembrar resentimientos en su nombre: ya el viejo general había expulsado a los imberbes por intentar ejercer la violencia y dividir a la sociedad. 
El peronismo es un movimiento popular que no respeta ni necesita de las supuestas vanguardias iluminadas. Puede estar superado como estructura política, pero la sociedad toda sabe que no se puede sembrar odio en su nombre. Se fue llevando en sus oídos “la más maravillosa de las músicas que era la voz del pueblo”, y fue su viejo adversario el que pudo venir a despedir a un amigo. 
Por eso cuando escucho algunas voces recuerdo su dura admonición, “y hoy resulta que algunos imberbes pretenden”. 
Cuarenta años, ya es tiempo de entender. Fue capaz de contener al sector del marxismo que se asimiló a lo nacional, está a la vista que no puede ser ni siquiera entendido por aquellos marxistas de universidad que se relacionan con los trabajadores a través de los libros que sueñan revoluciones.
El peronismo fue engendrado por los obreros en el ‘45 y lo descubren los intelectuales en los ‘70 con las “cátedras nacionales”. A los pensadores, les costó años entenderlo, lo intentaron después de estudiar a los obreros rusos y al campesinado chino. Las alpargatas de los descamisados gestaron la historia pero la tinta de los leídos siempre tuvo dificultades para respetar a los humildes. 
Se imaginaban ser su vanguardia y les costaba asumir con humildad que sólo podían ser sus seguidores. El mayor nivel de conciencia está en el pueblo, no en los que intentan estudiarlo y conducirlo.
Si el peronismo hubiera nacido con el resentimiento y el sectarismo no habría logrado sobrevivir ni una década. 

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