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Laberintos humanos. Capa y espada

Martes, 24 de noviembre de 2015 17:06
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Laberintos humanos. Capa y espada

En esas cosas nos parecemos, don Dubin. Digo que en eso de contar cuentos y en la importancia que le damos a la vida religiosa, pero le falta el trabajo corporal que nos enaltece, dijo el caballero con mucho de la vanidad que le habrá costado acaso no poder alcanzar aquello que deseaba.

No estaba entre mis envidias la de querer desarrollar esa musculatura, pero desde chico que me atraen las historias de aventuras. Las de capa y espada, sobre todo, como la que me estaba contando: pues monté al bajar del barco y cabalgué hacia el norte por aldeas y desiertos.

Atravesé territorios de pueblos terribles para con el extranjero, mendigué junto a alguna basílica y caminé lento pero firme junto a las garras de las fieras. Supe de los tantos sabores que tiene la empanada, tantos como las tonadas con que habla cada provincia, y siempre respeté mis votos.

Di con la cueva y me enfrenté al dragón y al ogro hasta vencerlos, y le dije a la princesa que sólo precisaba decirme donde debía devolverla. Pero yo pensaba en lo difícil de dar con alguien en el tiempo de los caballeros andantes, y se lo pregunté para quedar en ridículo, porque me respondió que la halló con su GPS.

No puede ser que usted cuente entre quienes creer que los caballeros andantes somos algo del pasado, me dijo el caballero andante con saya de monje. Si hay algo que hubo siempre, hay y habrá, ese es nuestro gremio. Y yo soy la prueba cabal de que eso es exactamente cierto, mi amigo. Así fue que me le ofrecí para llevarla de regreso a su hogar.

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