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Laberintos humanos. Sin sabor ni consistencia
Una voz de abuela buena la incentivaba a agarrar una naranja de las que llenaban el canasto, pero Carla Cruz buscó en el bolsillo de su sobretodo el teléfono celular para consultar al Abuelo Virtual que la aconsejaba. Pero en sus bolsillos no tenía nada y se desesperó de pensar que lo había perdido.
Pensó en la caída en ese abismo, y entonces creyó que no lo volvería a encontrar quedando incomunicada. Sin los consejos del Abuelo Virtual se sintió desamparada, y sin el celular pensaba que no podría dar ya con sus palabras sabias, porque Carla Cruz no lo conocía ni sabía desde donde le hablaba.
Cuando sus padres la dejaron entre los edificios de hierro y vidrio abandonados en Huichaira para entregarla como ofrenda a los Varela, le dieron el celular para que no estuviera sola y escuchara buenos consejos, pero el Abuelo Virtual fue para Carla Cruz sólo un rostro configurado en la pantalla y una voz metálica.
Entonces extendió la mano para agarrar una de esas naranjas. Al morderla, supo que no sólo no era dulce sino que no tenía ni sabor ni consistencia. Era como estar mordiendo el mismo aire, y entonces fue que recordó que estaba durmiendo, que no importaba no tener su celular en el bolsillo ni podía tener sabor la fruta porque aquello era un sueño.
Y cuando quiso dejar la naranja en el canasto del que la había agarrado, vio que estaba más lejos, como si alguien lo hubiera movido y extendió el brazo para alcanzarlo. Entonces sintió que perdía el equilibrio y que todo el peso del mundo la golpeaba en las espaldas.