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El filme dirigido por Brad Peyton y protagonizado por el gigante y desproporcionado Dwayne Johnson (Rey Escorpión- 2002), en el papel de Ray y las longilíneas, pero muy pulposas y operadas Carla Gugino como Emma, Alexandra Daddario como Blake, junto al buen y desperdiciado actor Paul Giamatti, como el sismólogo, termina siendo una narración de la historia de la familia de Ray.
El guión
Ray y Emma están separados desde hace tiempo. Emma le pide el divorcio y está a punto de casarse con un hombre muy rico y poderoso. Mientras estas disquisiciones ocurren, la ciudad de San Francisco comienza a desplomarse en una manera brutal consecuencia de terremotos que no dan respiro. Los enormes rascacielos se caen con efecto dominó sobre la población. Por todos lados hay incendios y explosiones. Cuando parece volver la calma nuevamente se sacude la tierra, esta vez peor que la anterior y como si esto fuera poco, se suma un tsunami que no deja nada en pie. ¿Muertos?, miles. ¿Heridos?, miles. ¿Historias? ninguna.
El personaje más fresco y rescatable de la película que por momentos arranca una sonrisa es Ollie, un niño quien junto a su hermano acompañan a Blake en busca de una salida del infierno en el que están inmersos. Previsible, totalmente previsible. Como si fuera poco al final de la cinta se puede ver flameando una bandera norteamericana emulando aquella chilena que en el terremoto de 2010 recorrió el mundo.
El trabajo de los actores... en línea con la película... muy flojo, sobre todo de parte del grandulón Dwayne Johnson.