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Laberintos humanos. La compasión | Laberintos Humanos

Martes, 05 de mayo de 2015 21:22
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Laberintos humanos. La compasión

El molle se sentó junto a Carla Cruz a la vera de un arroyo, tomó con sus ramas las rodillas de sus raíces y le dijo sonriendo que no se preocupara, que si hubiera escuchado el silencio ella no hubiera podido despertarlo. De todos modos, le dijo el molle, quienes nos libramos de las ilusiones tenemos que ayudar a los demás.

El molle le tomó una mano con otra de sus ramas y le dijo que entre los seres vivientes el humano es acaso el más torpe y, a la vez, el más engreído. Son cosas que suelen ir de la mano, le dijo el molle, porque los más modestos son siempre los más sabios. Y mientras con una rama le acariciaba los cabellos a la muchacha, con la otra arrojaba piedritas a las aguas del arroyo.

Carla Cruz le pidió perdón por haberlo despertado de su silencio con la violencia de tanto insulto, pero le dijo que fue el Abuelo Virtual quien le ordeno que lo hiciera. Entonces Carla Cruz levantó la tapa de su teléfono celular para que el molle viera cómo la cara del Abuelo se configuraba en su pantalla.

Pero en vez de hablar la voz metalizada del Abuelo Virtual, desde su teléfono se oyó una tonada femenina que le decía que el número al que llamaba se encontraba fuera del área de servicio. Ella quiso volver a intentarlo cuando el molle, que con otra rama le abrazaba el hombro, le dijo que no era hora de hablar con el Abuelo porque estaba hablando con él.

¿Cuántas conversaciones podés atender al mismo tiempo?, le preguntó el molle a la muchacha y ella le sonrió porque, poco a poco, iba comprendiendo de qué se trataba.

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