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18 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
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Laberintos Humanos. Abrazos y caricias

Jueves, 07 de mayo de 2015 00:00
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Laberintos Humanos. Abrazos y caricias

El molle caminaba junto a Carla Cruz por la banda del arroyo. La tomaba de una mano con una de sus ramas, con otra le acariciaba los cabellos, con otra le abrazaba la cintura y tenía otra sobre su hombro. Entonces la miró a los ojos para decirle que pobre la gente, ¿cuánto pueden amar sólo con dos brazos?

Pongamos por caso que tengan tres hijos, le dijo, ¿cómo pueden abrazar al tercero? En cambio un molle puede acariciar a cantidad de seres vivientes a la vez, será por eso que somos más sabios, le dijo y estas palabras le resultaban a Carla Cruz tan obvias que se sorprendió de no haberlas pensado antes.

Y entonces el molle empezó a hacer un pozo con la raíz en el suelo y luego enterró sus pies hasta quedar quieto y tranquilo, y dejó que sus ramas cayeran a sus lados, con los cientos de hojitas verdes confiadas a su propio peso diminuto, y cuando la brisa acarició los cientos de hojitas para que danzaran, el molle sonrió y le dijo a Carla Cruz que se sentara a sus pies y descansara.

Y el sol entró por entre las ramas del molle para acariciar dulcemente los cabellos de la muchacha, y la tibieza del día le hizo bien y ella pensó que debía quedarse allí para siempre cuando su teléfono celular vibró en el bolsillo de su sobretodo. Lo buscó, le alzó la tapa y vio que el rostro del Abuelo Virtual se configuraba en su pantalla para empezar a hablarle con voz metálica.

Veo que conociste al molle y escuchaste lo que tenía para decirte, le dijo el Abuelo. Ahora es tiempo de que sigas tu camino, agregó el Abuelo Virtual.

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