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La alimentación macrobiótica está basada en la medicina china y el budismo zen, en la que salud es sinónimo del equilibrio entre los principios yin (femenino: frío y oscuro) y yang (masculino: caliente y luminoso), los cuales están presentes en toda la naturaleza.
Según esta filosofía, la ausencia de enfermedad existe cuando estos dos principios se encuentran en equilibrio, y se logra dicho equilibrio mediante una alimentación adecuada, la tolerancia y la serenidad espiritual.
Esta teoría establece una dependencia y relación absoluta entre el estado de ánimo y la alimentación. La dietética macrobiótica tiene ciertos principios y características que se deben tener en claro.
Los cereales integrales son el 50% del total de los alimentos diarios: arroz, mijo, trigo, avena, cebada, cuscus, centeno, trigo sarraceno y maíz. Las hortalizas y vegetales cocidos abarcan el 25% de la ingesta diaria. Se toman una o dos tazas de sopa al día, ya sea de miso o tamari (salsa de soja), a las cuales se le añaden normalmente vegetales o algas.
Las legumbres deben constituir hasta un 15 por ciento del total de la comida del día.
Con respecto a las proteínas animales, se permite comer pescado blanco dos veces a la semana, y solo están permitidas las carnes de pollo y pavo de manera excepcional.
En cuanto al consumo de huevos, solo se permiten los fertilizados y uno cada diez días. Como ideal se debe comer fruta cocida o seca, a veces frescas, siempre y cuando se goce de buena salud. En cuanto a las bebidas, se deben tomar siempre después de las comidas, pero nunca durante. Se debe beber de a sorbos. Las más adecuadas son el té de tres años (té Bancha o té kukicha) y el café de cereales. Si se bebe agua, debe de estar preferiblemente tibia. A todo esto se suma el manejo de los alimentos, sobre todo el manejo de las semillas, que se merecen un capítulo aparte.
Cómo se come será cómo se siente. Para tenerlo en cuenta.