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Marina Cavalletti
El Tribuno
¿Cómo transitás tu participación en esta tira tan particular?
Cuando me ofrecieron participar de ella, sabiendo por dónde iba a pasar, qué temas se iban a tratar, me entusiasmó porque me pareció algo muy nuevo, muy diferente al menos para la Argentina, así que me sumé con un gran entusiasmo, satisfacción y agradecimiento. Es una propuesta muy linda. A medida que fui entrando en las características del personaje, supe que tenía un desafío. Porque en esta historia, paradójicamente la exmujer del personaje de Facundo (Arana) podría llegar a ser la tercera en discordia en el esquema clásico de la novela. El desafío era presentar a una mujer atravesada por eso, que ama a ese hombre, que ama a su familia, a sus hijos, a su profesión. y que está pasando por un momento de crisis porque todo se está desmoronando. Su pareja se está desmoronando y ella hace todo lo posible para que esto no ocurra, pero termina ocurriendo.
Para los televidentes, se opone a Emma (Mariana Genesio Peña), pero no es la típica malvada...
Claro, no es el personaje de la villana que toma una actitud vengativa, sino que está atravesada por estos sentimientos de pérdida, de crisis. Me parecía una gran oportunidad construir a este personaje. Por un lado, ella es muy estructurada, muy conservadora. Es una mujer que está muy anclada en esa idea y lo que está pasando la descentra mucho. Lucía es alguien vivió toda su vida pensando en otros (en su marido, en sus hijos, en sus pacientes) y toda esta situación la pone un poco en la previa del nido vacío. Pero también en la pareja vacía, porque eso se está quebrando. Tiene que ver con cómo esa mujer después se rearma. Todos los personajes de Pequeña Victoria me parecen sumamente ricos, con un arco dramático increíble. El de Lucía me parecía delicioso porque dentro de todo este universo es muy convencional; sin embargo me da la posibilidad de contar todas esas aristas que me parecen fascinantes.
En un capitulo ella va sola al cine y se siente perdida. ¿Cuánto interpela tu personaje a las mujeres el cambio de paradigma que plantea el feminismo, cuántas se pueden identificar con Lucía?
Una de las primeras cosas que hablamos con Érika Halvorsen, una de las guionistas, fue el nivel de empatía que podría llegar a generar Lucía. Porque en ella se pueden reflejar muchísimas mujeres. Para alguien como Lucía, con este nivel de estructura, ir al cine sola es revolucionario. Es como exponerse a una situación que, un tiempo atrás, era insostenible. Y si bien ella está angustiada, son los primeros pasos para empezar a hacer las cosas de manera diferente. Creo que en este nuevo paradigma y en este nuevo panorama, todas y cada una tenemos la posibilidad de ir aprendiendo con estas “pequeñas victorias”, parafraseando a la novela, con estos pequeños logros, pequeños gestos de libertad y, en un punto, de desobediencia de lo que se espera de una mujer: que sea eterna armadora de programas, de vacaciones, de logística familiar... Empieza de a poco a abrirse y son gestos que veo en muchas mujeres, de romper con estos mandatos.
¿Por qué crees que el público tiene tanta empatía por la dupla de Antonio y Emma, una pareja diversa, con una protagonista trans por fuera del humor y con tono realista?
Esto es uno de los logros maravillosos del guión. Apoyados en la dirección y en la actuación, a Emma se la cuenta como una mujer diferente porque es trans, con todas sus dificultades, pero también con todas sus fortalezas y logros, como una nueva heroína romántica. Hay algo que es un logro de la narración, se la pone a ella en ese lugar que se construyó. Y la gente lo compró y eso es maravilloso. Me da mucho orgullo y puedo ver en las redes que hay muchísimos defensores de #AntEmma. Se lo atribuyo fundamentalmente al guión, a la forma en que se construyeron estos personajes y en cómo se la plantó a Emma, como una mujer, como tiene que ser.
¿Los cambios sociales habilitaron que la ficción avanzara hacia ese lado o las ficciones están transformando las personas?
Esta tira probablemente ahora es posible por los cambios sociales. Particularmente en estos últimos dos años hubo un salto cualitativo en las conversaciones sobre la mujer, sobre su cuerpo y sus decisiones. Desde el año pasado, a raíz del debate por el derecho al aborto, eso cambió sin vuelta atrás. O hablar de feminismo... muchos empezaron a enterarse ahora de qué se trata. Pequeña Victoria toma el guante y empuja ese límite, impone discusiones que tienen que ver con la subrogación de vientres, el universo trans, las diferentes formas de maternar. Eso me parece revolucionario en la televisión, ver lo que es maternar un bebé es una novedad.
Se corre a la maternidad del idealismo, y se la muestra más real...
Claro, no es que tuvo un bebé y aparece el instinto, una cosa más accesoria. Acá se habla de la teta, de los pañales, del mal humor, de la falta de sueño, de los problemas en el trabajo, de las exigencias para ser buenas madres y excelentes trabajadoras. O del hecho de tener que elegir entre una cosa y la otra. Hay temas de los que quizás mucha gente se está informando a través de esta ficción y que no sabía que existían. Entonces me parece que esta serie toma temáticas, las vuelca a la sociedad e impone discusiones.