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El cierre del año 2021 se siente como una prolongación de los 18 meses de pandemia. La diferencia entre el 2020 y el 2021 es casi un detalle para la mayoría de la gente que sigue inmersa en las posibilidades que da el contexto COVID y sus múltiples variantes. Lo que sí, el 2021 queda marcado por tres tendencias que seguirán en el 2022 y, posiblemente, sean protagonistas del futuro inmediato en Salta y la nación. A modo de cierre de un 2021 de columnas de opinión desde este espacio, va un análisis de lo posible y lo inmediato; lo esperable y lo que es necesario prestar atención en el nuevo año.
La guardia alta
Pensar que la pandemia es una cuestión temporal, nos enseñará en el 2022 que sin principio de equidad mundial para vacunar a todos, las variantes (letales o menos) serán parte del menú de la vida cotidiana. Lo que deja la parte activa y novedosa de la pandemia es lo lamentable de la incapacidad para aprender de lo que nos pasó. Mientras en el Reino Unido, Holanda, Austria y Bélgica vuelven a un confinamiento similar a marzo del 2020, en Argentina sobran vacunas pero faltan quienes completen sus esquemas de vacunación, incluida la tercera dosis.
Los gobiernos -sobre todo los locales- tienen la responsabilidad de seguir alentando a la vacunación como política de Estado en momentos de crisis. Las crisis se clausuran cuando el antídoto funciona. Hoy, sobran antídotos, faltan mensajes ordenadores que expliquen que la prioridad es salvar vidas mediante un acto personal de valentía, porque ni Salta ni Argentina viven aisladas del mundo. A menos vacunación, a menos cuidados, a menos énfasis en el momento frágil que transcurrimos, más posibilidades de ser un foco de creación de una nueva variante.
En el 2022, la discusión de límites a la vida personal con el objetivo de avanzar en la vacunación, se acelerará como tendencia. La fortuna de tener un calendario de vacunación extenso, gratuito y afianzado en la cultura, juega a favor. Pero en un escenario de polarización política, volvemos a los riesgos de utilizar algo médico como debatible. Los límites a la vida normal para proteger el “demos”, es posible con medidas articuladas en lo justo y necesario. Seguramente será tema de agenda en el 2022 cuanto de la pandemia se queda como conducta y cuanto se logra dejar en el tiempo. Sin dudas, tendremos debate de obligatoriedad, de cuidados como costumbres y la necesidad de seguir reactivando sectores postergados por dos años seguidos, poniendo en la balanza la capacidad del sistema de salud.
La normalización política
Las posibilidades de la Argentina de normalizar su curso político, depende, sin dudas, del acuerdo marco entre las fuerzas que disputan un arreglo con el Fondo Monetario Internacional y las facciones que militan una alternativa.
El acuerdo con el Fondo no es más que una temática de excusa para exponer entre cada coalición los argumentos propios del “todos contra todos” como puente hacia las elecciones presidenciales del 2023. El fracaso de la dirigencia política de aprobar el presupuesto nacional 2022 en tiempo y forma, devela el modus operandi que seguro será asiduo en el 2022.
La idea de un gran acuerdo es un slogan de excusa y no de ejecución, porque la capacidad de centrar posturas para mejorar las condiciones de gobernabilidad, no le conviene a ninguno de los sectores políticos que hoy existen como oferta electoral.
No le conviene al Frente de Todos porque depende del fantasma del anterior gobierno como fuente de ordenamiento interior y de eficacia comunicacional externa. Y tampoco le conviene a Juntos por el Cambio, porque el resultado electoral declama posturas más intransigentes para no perder un grueso del electorado a posteriori. Por supuesto, al resto de los mortales, nos conviene lo opuesto a dos facciones que viven en una realidad alternativa y con poca empatía con el ciudadano a pie. Por eso, una tendencia para analizar en el 2022 será la imposibilidad de grandes concreciones de gestión, de política o de transformación de envergadura.
Por eso, la dependencia del Gobierno nacional (y su oposición) pasará exclusivamente por las preguntas y el contenido del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Una vez más volver a una parte de la historia argentina conocida, y penosa. Si el Gobierno logra un acuerdo técnico con el Fondo, quedará preso de las ecuaciones partidarias de los integrantes del Congreso. Si no logra un fuerte espaldarazo a las líneas macro que el Fondo exige, el 2022 posiblemente sea el más tumultuoso de los últimos 20 años. Para la oposición, denostar su participación en este último proceso de deuda externa, también pondría como gran interrogante la capacidad de aprender de los errores y buscar ser gobierno superando los sesgos que tan mal le hacen a la Argentina. Todo este escenario se dará con la clave implícita que todo acuerdo con el Fondo es o muy malo o malo, pero quizás mejor que agregar turbulencia a un avión con medio motor. Finalmente, el Fondo Monetario Internacional hará un acuerdo siempre y cuando la geopolítica esté centrada en favorecer una posición más cercana a Estados Unidos. En eso, la Argentina también está en veremos.
Con dos escenarios conocidos y puestos en escena para ser tendencia en el 2022, se agrega el tercero: la aceleración de las sucesiones políticas.
Como caso concreto, las declaraciones del presidente adelantando sus posibilidad de reelección y las del ex-presidente descartando las suyas. En el 2022, debemos esperar que las velocidades que normalmente coordinan los acuerdos íntegros de oferta electoral, se trasladen a la vida cotidiana de la gestión queriendo imponer personas, medidas y aclamaciones públicas para llegar al 2023 en una posición de competitividad garantizada. Veremos la sobreexposición de figuras presidenciales, y el ocultamiento de facciones que no suman en un armado. Veremos la necesidad de disputar la agenda pública con frases poco profundas polemizando con el opuesto solo por deporte, y no por substancia.
Las apariciones de figuras emergentes disonantes, posiblemente encuentren su mejor plataforma mediática y, por eso, la conversación cívica entre los actores de la política sea aún más hacia interior, hablando a los propios y desoyendo a las mayorías. El orden de prioridades en un contexto de sucesiones aceleradas es que ya no rigen principios y valores desde un grupo con políticas claras, sí no, gobierna la tiranía de la coyuntura y la perspicacia de las maniobras oscuras de medianoche. En Salta, con una nueva Constitución que abrió la duda de cuantos años de mandato tiene por delante el gobernador, es muy posible que veamos la convergencia de apurar lo que queda por hacer y crear una letanía -creativa por cierto- de excusas sobre lo no hecho. La ventaja de Salta, en este escenario, es que se hizo poco. Lo mismo pasará en ámbitos de gobiernos locales donde lo mediático excede a la realidad; sobre todo porque la realidad del día a día no miente.
¿Fin de la resaca?
Sí el 2020 y el 2021 se sienten como una resaca, el 2022 posiblemente se sienta como el despertar de una larga siesta reparadora, pero con una lista de prioridades apremiantes. Sabemos que la pandemia será una fija, sabemos que el acuerdo con el FMI urge, y sabemos que los recambios se juegan por adelantado cuando hay elecciones presidenciales.
Pero también hay muchísimo que no sabemos.
Es justamente ahí donde reside la capacidad del análisis, para ver señales que predican un posible resultado y desde ahí plantear respuestas y reacciones. Desde el lugar de cada uno, el 2022 -como continuidad de la pandemia- exigirá dejar de lado los esquemas de control, y ponernos en la práctica de la resiliencia flexible, donde lo que abunda es cómo reaccionamos y menos a qué. Desde este lugar, terminando un nuevo ciclo de opiniones durante todo el año, espero poder seguir aportando a esa resiliencia flexible, con el debate digno de las buenas preguntas y la necesidad de la síntesis.
* Codirector Droit Consultores