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Intercambiando impresiones con los soldados británicos como casco azul en una misión de paz en Kuwait-Irak de la ONU, supe del respeto de los británicos hacia nosotros, ya que habían perdido mucha gente y material, y llegué a la conclusión de que Malvinas había sido la primera guerra tecnotrónica: misiles crucero contra buques modernos; empleo de submarinos de ataque nucleares y aviones de despegue y aterrizaje verticales por primera vez. Y que siendo una guerra aeronaval, el resultado final se determinó con tropas terrestres.
El plan argentino era “ocupar para negociar”.
Se hizo con una pequeña fuerza y por ello no se contempló un fuerte despliegue y organización del terreno inicial ni un gran plan contribuyente logístico.
La acumulación imprevista de tropas argentinas (sin carga logística) fue una reacción a la magnitud de la fuerza británica. Si se reforzaba la plaza con una gran cantidad de soldados, los británicos tendrían que traer más tropas, inaceptable y costosamente, favoreciendo así a la diplomacia en su negociación.
Tampoco los argentinos desplegaron medios navales como artillería de sitio y de gran alcance en puertos o no se alargó la pista en el aeropuerto para permitir que los A-4, Súper Entendards y Mirages operen desde las Islas. Si estos hubieran alcanzado esta capacidad, el curso de la lucha probablemente habría sido muy diferente.
El punto de no retorno
La Armada Argentina contempló la interdicción de las líneas marítimas de comunicación al Norte de las Malvinas con el portaaviones ARA 25 de Mayo, no concretado por su alto riesgo.
Las probabilidades de un ataque aéreo exitoso, y no habiendo aún llegado la flota británica, provocaron en medio de la navegación el repliegue del 25 de Mayo y del General Belgrano hacia el continente. Cuando el submarino nuclear HMS Conqueror hundió al Belgrano, el crucero navegaba con rumbo Oeste hacía ya 14 horas.
Con la pérdida del Belgrano se llegó al fin de una solución diplomática. También Buenos Aires consideró que un regreso de las tropas no podría ser sostenido en el frente interno continental.
Por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, se verían ataques aéreos sostenidos contra fuerzas navales en el mar como así también de misiles terrestres hacia barcos. Aeronaves de la Fuerza Aérea y de la Armada Argentina destruyeron los destructores británicos Sheffield y Coventry, las fragatas Ardent y Antelope, el buque de desembarco Sir Galahad y el buque mercante Atlantic Conveyor. Además, 2 destructores británicos, 14 fragatas y 2 barcos de desembarco resultaron dañados por ataques de aeronaves y misiles argentinos; 37 aviones británicos se perdieron por diversas causas.
Una pequeña fuerza de submarinos diesel eléctricos argentinos (ARA San Luis) dictó, tanto como lo hizo la amenaza aérea, la conducción de las operaciones navales británicas y provocó un altísimo gasto de armas de guerra antisubmarina.
Prolegómenos de la batalla
Puerto Argentino fue el centro de gravedad operacional de cada contendiente. El concepto argentino era defender esta capital con tropas terrestres apoyadas con armas de defensa aérea, ocupando posiciones fuertemente organizadas contra un ataque anfibio directo desde el Sur.
La repartición de otras tropas como las desplegadas en la Gran Malvina, obedeció más a un condicionamiento de ocupación que táctico. Aislados, fueron ignorados o bombardeados y finalmente no participaron efectivamente de los combates.
Configurada la ofensiva mediante una aproximación indirecta desde San Carlos, el Ejército Argentino modificó su defensa, enfrentando el Oeste. No pudieron desplegar más allá debido a las limitaciones de movilidad y distancia. Hacerlo hubiera significado el disloque táctico. Y aquellas unidades de reserva, inicialmente en la retaguardia (caso del Regimiento 4), pasaron a ser fuerzas de primera línea, en posiciones ligeramente organizadas contra direcciones de menor expectativa.
Tropas comando argentinas exploraron y los británicos ocuparon las alturas dominantes. Este fue el período de heroicos enfrentamientos entre fuerzas especiales de ambos bandos.
Ante la amenaza aérea, los británicos se vieron obligados a cambiar su plan logístico: apoyaron nocturnamente a la fuerza terrestre desde la flota y adelantaron zonas de abastecimiento terrestres en la profundidad del dispositivo.
Presión a Londres
El 25 de mayo se asestó un golpe casi fatal a la campaña terrestre británica cuando aeronaves argentinas destruyeron al Atlantic Conveyor y gran parte de la logística embarcada (incluyendo 3 helicópteros Chinook, de gran capacidad).
Las crecientes pérdidas de barcos presionaban a Londres para lograr un pronto desenlace, lo que forzó la decisión de atacar Ganso Verde. Se necesitaba derrotar a los argentinos en cualquier parte; aunque aquella plaza era tácticamente irrelevante para la campaña, la prensa británica reveló la acción y posibilitó cierto reforzamiento argentino de la posición, sostenida por sus defensores y que produjo fuentes de inspiración para todo argentino como la acción del Teniente Estévez y su tropa, uno de los tantos ejemplos de heroicidad extrema.
Fitz Roy
Fitz Roy fue mortal para los británicos y la gloria para las armas argentinas. Utilizando solo auxiliares navales, sin el apoyo de los principales navíos como protección (por órdenes de Londres de no perder más barcos) y faltando unidad de comando para la coordinación con las unidades en tierra (como el Regimiento de Paracaidista 2, que conocían la voladura del puente en el estuario por parte de tropas argentinas), en la tarde del 8 de junio, el Sir Galahad con tropas embarcadas y desprotegido, fue atacado por la Fuerza Aérea argentina, produciendo cuantiosas bajas y daños. Sin embargo, los argentinos no explotaron este éxito, al no empeñar al Batallón de Infantería de Marina 5 desde Tumbledown, pese al pedido del jefe de esta unidad a su comando superior.
Muchas veces, la niebla del combate impide ver claramente... La conducción argentina pensaba que desprotegería una zona llave de la posición si ejecutaba el contraataque. Una historia contrafáctica indica que esta acción hubiera sido devastadora para la fuerza británica.
Puerto Argentino
Después que los británicos conquistaran Dos Hermanas (capturaron al jefe de regimiento argentino en su puesto comando, lo que indica que es una falacia el abandono de los soldados por parte de sus líderes), una sección Regimiento de Paracaidistas 3 británico fue retirada del combate en Monte Longdon por las cuantiosas bajas producidas por el Regimiento 7 reforzado argentino.
La fase final del ataque británico comenzó la noche del 13 de junio con ataques nocturnos a una línea de máximas dorsales al Oeste de Puerto Argentino, inmediatamente se direccionaron a Wireless Ridge, que fue arrollado con potencia de fuego y Tumbledown, que cayó sólo después de un duro combate.
En la mañana del 14 de junio se produjo el repliegue generalizado argentino hacia Puerto Argentino y el colapso de la posición.
La irregularidad en la calidad del desempeño de los soldados argentinos en función de la capacidad de sus líderes y el buen rendimiento en combate (en la cultura argentina una unidad militar es lo que es su jefe) y la incapacidad de los británicos para anticipar la resistencia que encontrarían y los altos consumos de munición, signaron los combates por Malvinas.
En esta campaña militar, la excelencia política, diplomática y militar (masa, potencia de fuego y logística), fueron esenciales.
Cuando los militares asumen el rol político de qué hacer con las FFAA, o cuando el político asume el rol militar para decidir cómo se emplean en acción, la Nación sufre. En Malvinas sucedió ello en ambos bandos. Por ello las FFAA deben ser conducidas por civiles altamente capacitados para lograr un Instrumento Militar adiestrado y necesario.