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Las violencias de distinto orden que acontecen a diario en nuestra sociedad, en buena parte, sacan a la luz aquello que no se ve en la superficie de la trama social. Sin embargo, una de esas violencias puede ser imperceptible a los ojos, suceder en la escuela de nuestros hijos, continuar en casa, y por no ser presencial ni dejar rastros físicos, puede llegar a no ser advertida por los adultos.
Pero quienes sí saben de esa violencia invisible, porque la padecen o la perpetran, son los miles de niñas, niños y adolescentes, víctimas y victimarios del acoso digital o ciberbullying, una de las muchas formas de violencias digitales que existen en los entornos online.
El ciberbullying es el hostigamiento o acoso de varios chicos o chicas sobre un par, que se reitera sistemáticamente puede ser diario y durar meses y tiene como escenario los medios digitales como las redes sociales, los juegos online, o los sistemas de mensajerías de teléfonos celulares como la aplicación Whatsapp, la más utilizada en la Argentina para perpetrar el ciberacoso infantil.
Se expresa de muchas formas. Se ve en el trato abusivo que sufre un chico de parte de varios compañeros de su curso en una red social donde está toda la escuela; la decisión de otra chica de cerrar sus cuentas de redes sociales y dejar de conectarse para escapar de la ridiculización a la que es expuesta por unos ante todo su colegio; o la excusa de otro chico de estar enfermo y no querer ir a la escuela para no sufrir más situaciones de acoso que vive de sus compañeros a través de una red social. O peor aún, en el extremo más doloroso, la determinación del suicidio.
En Argentina el crecimiento del ciberbullying ha sido exponencial, estimulado por la pandemia y la sobreexposición de chicas y chicos a dispositivos y a riesgos digitales varios. En el último año y medio, se incrementaron en el país los casos de ciberacoso infantil en un 50%. Actualmente, dos de cada cuatro casos de acoso escolar o bullying se manifiesta a través de plataformas digitales, cuando en 2019 la cifra era de uno de cada cuatro casos, según un informe reciente de Unesco.
Este incremento de casos también se percibe ligado al acercamiento más temprano y duradero de las niñas y niños a los dispositivos electrónicos: desde los 12 años, el 55% de los casos de bullying se producen por vía digital. Y además el informe muestra un componente de género: el 80% de las víctimas de acoso digital son niñas, a diferencia del bullying presencial, en el que el 60% de las víctimas son varones.
Lo primero que tenemos que reconocer los adultos es que, si hay intención de daño, si lastima y si hiere, aunque no haya una sola marca física, es violencia. Y para frenarla, debemos actuar rápida y coordinadamente, padres, madres, toda la comunidad educativa, y el Gobierno con políticas públicas en ciudadanía digital.
Es imprescindible informar y sensibilizar a grandes y chicos acerca del acoso digital y otras violencias en línea (como el grooming, la difusión no consentida de imágenes íntimas y prácticas de riesgo como el sexting), y sus consecuencias.
En ese sentido, es importante que, desde el Estado, la escuela y hasta los padres, problematicemos el vínculo social que tenemos con las tecnologías, y generemos herramientas de prevención, brindándoles a niñas y niños estrategias de autocuidado, que incluyan el abordaje del uso responsable de las tecnologías y formación en ciudadanía digital.
La tecnología ha traído muchos beneficios, pero también desventajas. Está en nosotros como actores parte de la sociedad, pero sobre todo en los tomadores de decisiones, actuar, y rápido. Es clave educar en el buen uso a todos quienes usan internet o están comenzando a entrar al ecosistema digital: "cómo sería apropiado vincularme con mis pares", "por qué estoy haciendo esto", "por qué es importante resguardar mi privacidad", "qué uso positivo estoy haciendo de la tecnología".
De esta manera, podremos prepararlos para crecer en un mundo mediado por las tecnologías, fortaleciendo sus habilidades sociales digitales, con información y educación en el uso reflexivo, mejorando los usos positivos de las tecnologías y, de ese modo, reduciendo sus usos negativos y riesgos consecuentes.