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Gane quien gane, no será nuestro salvador

Martes, 05 de noviembre de 2024 02:29
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La elección presidencial en los Estados Unidos no es intrascendente para la Argentina. Se trata de la primera potencia del mundo, y nada de lo que allí ocurra será inocuo para el futuro del orden y la paz mundial. Esto no significa que, para nuestro país, en particular, vayan a cambiar demasiado las cosas según ganen Donald Trump o Kamala Harris.

Si el presidente Javier Milei se ilusiona con que un triunfo del magnate conservador sería algo así como una intervención de las "Fuerzas del Cielo", dada su empatía con él y con el "príncipe de la era digital", Elon Musk, se estará equivocando. De todo Latinoamérica, las mayores inquietudes que figuran en la agenda de demócratas y republicanos son la sociedad con México, donde la progresista Claudia Sheinbaum Pardo ganó abrumadoramente la presidencia, la crisis venezolana y todos los problemas que plantean las migraciones ilegales y el crimen organizado.

La Argentina carece de relevancia frente a problemas serios a nivel internacional, como el alineamiento de Brasil con China en el BRICS. Con Milei es claro que nuestro país seguirá alineado con Washington, gane quien gane. Y también es cierto que, por muy simpático que le resulte nuestro presidente, Trump no garantiza más benevolencia que Harris ante nuestros dilemas financieros.

Durante su anterior gestión, Trump llevó adelante una economía cerrada, bajando impuestos y alentando el regreso de los inversores norteamericanos que se habían mudado a China. La guerra comercial forma parte de una confrontación durísima entre ambas potencias, pero no obstruyó, hasta ahora, los vínculos comerciales argentinos con el gigante asiático, reivindicado ahora por Milei.

Trump trabó una relación de buen diálogo con Vladimir Putin, pero habrá que ver como evolucionará, en un hipotético nuevo mandato. Dentro del escenario bélico actual, los republicanos tienen posiciones bastante claras contra el apoyo a Ucrania, así como el respaldo absoluto a Israel en su guerra con Irán y el terrorismo islámico. Los demócratas se han mostrado más cautos en ambos conflictos, pero fueron intransigentes con Rusia. Con respecto a Israel, Milei es el más ferviente e incondicional defensor de la política de Netanyahu pero, a diferencia de Trump, es un enemigo declarado de Putin.

Pero no hay que perder de vista la dinámica de la historia. En los próximos años, la globalización puede entrar en declive y frenar el crecimiento del libre comercio, la confrontación de las dos grandes potencias podría acelerarse si China convierte al BRICS en "su" bloque geopolítico, y, mucho más, si decide invadir Taiwán. Tampoco los paisajes del Índico y el Pacífico oriental se muestran serenamente previsibles.

Y eso afectará a la Argentina, gane quien gane estas elecciones norteamericanas.

En paralelo, hay que considerar otra dimensión de los vínculos. Un triunfo de Trump lo convertiría en el líder mundial de la nueva derecha, es decir, de los proyectos de "democracias iliberales" proclives a la concentración de poder en el presidente y el sometimiento de los parlamentos, la Justicia y la libertad de prensa. Y allí Milei se sentirá en su mundo casi ideal. Aunque el renacimiento de los autoritarismos incluye las posiciones de "antiglobalización", nuestro presidente coincide en la oposición a las políticas ambientales y la perspectiva de género. También se entenderá mejor con los republicanos que con los demócratas en cuanto a las relaciones con Europa, con la ONU y con la OTAN, que un regreso de Trump podría traducirse en una grieta de proyección histórica.

El mundo está cambiando y nuestro país no puede esperar "maná del Cielo". Nuestros serios problemas debemos resolverlos nosotros, aunque, para el mundo, no será lo mismo que ganen Harris o Trump. Y nosotros somos parte del mundo.

 

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