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25 de Octubre,  Salta, Centro, Argentina
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Norte Grande, soberanía y federalismo

Sabado, 25 de octubre de 2025 01:49
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No hay independencia posible sin control territorial, ni Nación que resista si sus fronteras son enajenadas.

El Mercosur ha fracasado como iniciativa original de mercado común del sur. Ahora debemos preguntarnos si acaso no sirvió más como plataforma de consolidación política para los países productores de cocaína y heroína que terminaron desembocando vía Bolivia en la Argentina por la frontera norte. Frente a esa organización fracasada, es el momento ideal para oponerle la vieja idea del Norte Grande. El mundo multipolar que estamos inaugurando brinda la oportunidad histórica de consolidar el liderazgo del Norte argentino. Además, esa multifrontera podría contribuir a resolver el problema fronterizo de Salta y el paso de estupefacientes.

Un bloque agotado

Cuando el mundo comenzaba a organizarse en bloques, el Mercosur fue concebido como una promesa de desarrollo y cooperación. Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay imaginaban un mercado común que integrara economías y fortaleciera democracias. Pero el resultado, a más de tres décadas, es desolador: el bloque se burocratizó, perdió sentido geopolítico y -en los hechos- se convirtió en una autopista sin control para el contrabando, la trata y el narcotráfico.

El ideal de "libre circulación" terminó transformándose en libre tráfico. Las rutas que debían unir pueblos hoy son corredores de droga y armas. Y en esa paradoja, el Mercosur derivó en su contracara: una especie de "Merca-Sur " donde las mercancías más rentables son ilegales y las fronteras, porosas.

La última frontera

En ese escenario, el Norte Grande - ese conjunto de provincias históricamente postergadas - aparece como la clave para recuperar soberanía territorial. Salta, Jujuy, Formosa, Tucumán, Catamarca y Chaco conforman una línea geográfica y humana que puede ser el escudo de la Nación. No sólo por su ubicación estratégica en el mapa, sino porque conservan una fibra moral que el centralismo portuario ha perdido: la conciencia del límite.

El gobernador Gustavo Sáenz, supo decirlo con toda claridad: "Sin un norte fuerte, no hay país posible". Y tiene razón. Fortalecer el Norte Grande no es un acto de regionalismo: debe ser una política de Estado. Ahora claro, vendría siendo hora de superar el estadio de reuniones protocolares, fotos oficiales y almuerzos suculentos para poner manos a la obra convocando al empresariado en general, a los actores sociales y sobre todo políticos. Es momento en que los que se dicen políticos se sacudan el polvo de la modorra y generen hechos además de discursos.

De la integración

Los tratados de los 90 prometieron progreso; sin embargo, el resultado fue otro. La apertura sin control favoreció la instalación de mafias transnacionales, primero en Ciudad del Este, luego en Bolivia y más tarde en el Norte argentino. Recordemos la denuncia de la cancillería argentina sobre la instalación de elementos iraníes en Ciudad del Este y en la propia Bolivia. Hay que pensar en las relaciones estrechas entre los iraníes y el régimen chavista de Venezuela, la cercanía ideológica de Lula en Brasil y por supuesto, Evo Morales.

A comienzos del 2000, los servicios de inteligencia detectaron presencia de operadores chinos vinculados a la Triada y redes de trata que usaban aeropuertos del NOA como escala. A la par, en Colombia el cultivo de amapola reemplazaba la coca, abriendo paso a la heroína latinoamericana. El sueño sanmartiniano de integración andina se deformó en un corredor oscuro donde circulan drogas, personas y dinero sucio.

Liderazgo y superación

En un mundo donde China y Estados Unidos disputan influencia en América Latina, el control del Norte argentino es más que una cuestión de seguridad: es un tema de soberanía continental. Por eso hoy, el Norte Grande tiene la oportunidad histórica de revertir ese destino. Con una política común de seguridad, desarrollo productivo y cooperación internacional, puede convertirse en el muro de contención que el país necesita para recuperar soberanía y dignidad.

La agenda del Norte no debe continuar dependiendo de los vaivenes del poder central ni de los humores de los mercados. Es hora de construir una geopolítica federal, que parta desde los Andes hacia el Atlántico, como lo soñaron José de San Martín y Martín Miguel de Güemes.

El verdadero desafío argentino no es económico: Hoy es moral y estratégico. Mientras el Mercosur se desvanece entre discursos vacíos, el entramado delictivo que atraviesa selvas, fronteras, municipios y ministerios.

El Norte Grande, con su gente, su territorio y su historia, puede ser el punto de inflexión. Porque donde la Nación parece rendirse, el norte aún resiste. En efecto, la historia le devuelve al Norte y en particular a Salta, el desafío de volver a ser garante de la Nación. Mientras el puerto rioplatense continúa empeñado en resolver sus asuntos políticos y económicos, entregando retazos de la Patria a las potencias extranjeras; el Norte, vuelve a ser aquella tierra de gentes nobles, comprometidas con el desarrollo. Gente sana, trabajadora, pero también lista para combatir al enemigo externo. Ayer fue Güemes, hoy es Sáenz…, alguien tiene que conducir esta patriada.

Y quizá sea esa resistencia -profunda, silenciosa, federal- la última esperanza de una Argentina que no quiere resignarse a ser el patio trasero del crimen organizado.

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