PUBLICIDAD

Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
11°
29 de Octubre,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Bolivia nos necesita y nosotros necesitamos a Bolivia

Tras el fin del ciclo de veinte años iniciado por Evo Morales, al nuevo presidente Rodrigo Paz le será imprescindible indagar sobre las razones del éxito inicial de ese movimiento.
Martes, 28 de octubre de 2025 01:08
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Durante los días 30 y 31 de julio pasado se realizó en Sucre la Conferencia Internacional del Bicentenario del 6 de agosto de 1825, bajo la consigna "De la Fundación de Bolivia a la Integración Iberoamericana". Organizaron la Sociedad de Geografía e Historia de Sucre junto con la Universidad Mayor, Real y Pontificia de San Francisco Xavier de Chuquisaca (fundada en 1624), que ofreció su emblemático Paraninfo. Atrayente y desafiante para todos quienes asistimos.

Único participante argentino, presenté la ponencia "El Centro Oeste Suramericano, bisagra del polo iberoamericano". De once disertaciones, siete abordaron cuestiones vinculadas a la formación de una comunidad regional de naciones, al anclaje de Bolivia y Sudamérica en el actual contexto geopolítico, a la integración hispanoamericana, a la importancia estratégica de las conexiones, a los aportes esperables de ámbitos académicos no solo universitarios. Mucho buen material para seguir avanzando en esa línea de acción con los instrumentos institucionales vigentes.

Sucre, la blanca ciudad de los cuatro nombres (Villa de la Plata, 1538; Charcas, 1559; Chuquisaca, cuya revolución del 25 de mayo de 1809 sería precuela de las subsiguientes; y Sucre desde 1839), era "el" lugar para arrancar la independencia del nuevo país: sede de la Real Audiencia instalada en 1561 hasta 1825, con jurisdicción sobre el entonces Virreinato del Perú; sede obispal desde 1552 (arzobispado en 1604) y de la añeja Universidad San Francisco Xavier que formó tantos próceres comunes. Motivos más que válidos para considerarla núcleo geohistórico, por decirlo en términos geopolíticos.

Es capital histórica y constitucional de Bolivia, asiento de la Corte Suprema de Justicia por disposición del gran mariscal de Ayacucho, aunque la sede de los órganos ejecutivo, legislativo y electoral resida en La Paz desde 1899, desbalanceando el poder nacional a puro centralismo.

Por su ubicación geoestratégica, la ciudad parte aguas del heartland: hacia arriba, el río Chico y afluentes derivan aguas a la cuenca amazónica; hacia abajo las aguas del Quirpinchaca discurren al Plata abriendo las venas del Pilcomayo -con nacientes en Potosí- y el Bermejo. Por esta característica, Bolivia es parte del Tratado de la Cuenca del Plata (1969) y de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (1995). Además de su pertenencia a la Comunidad Andina de Naciones (1969) y al Mercosur desde 2023.

En esos días bien aprovechados Sucre era una fiesta. La proximidad del 6 de agosto desató festividad popular, iluminados los edificios públicos que rodean la plaza 25 de Mayo. Conciertos, desfiles de estudiantes, sindicatos, asociaciones civiles, todos abanderados con la tricolor (sin wiphala, todo un dato), aglomeraban las calles céntricas, relegando la campaña presidencial a solo quince días de las elecciones. Con lo visto y oído en Sucre, Cochabamba y Tarija, se percibía semioculto un clima de fin de ciclo. Y tal sucedió.

Asombra la ignorancia generalizada que tenemos en Argentina respecto de este gran país, la cual se va acentuando a medida que nos alejemos de las fronteras. Tal vez zafamos un poco jujeños y salteños, que compartimos 742 km con los departamentos de Potosí y Tarija, respectivamente.

Con sus 1.098.581 km², el territorio boliviano -tres veces mutilado- ocupa el puesto 28 mundial, con baja población para su extensión, 11.312.620 habitantes según el censo 2024 (nº 79). Es país de emigración por ende subpoblado, con concentraciones urbanas en escalas desproporcionadas. Su extenso perímetro de 7.252 km limita con Argentina, Chile, Perú, Brasil y Paraguay.

Entre los estereotipos remanidos, prevalece la equivocada percepción de su condición andina, pese a que esta solo abarca el 28% del territorio (La Paz y Oruro); en tanto la región de los valles intermedios, ubicados entre los llanos y el altiplano (de norte a sur Cochabamba, Chuquisaca, Potosí y Tarija), abarca al 13% del total. El resto -los llanos desde la cordillera oriental hasta el río Paraguay- representa el 59%, donde se manifiesta la mayor expansión económica y poblacional de las últimas décadas.

Con los grandes salares de Coipasa y Uyuni. Selvas y yungas, todo esto hace que Bolivia cuente con una de las mayores biodiversidades del planeta.

Desde el punto de vista institucional, es históricamente unitaria, centralista, presidencialista, dividida en nueve departamentos, sistema que la reforma constitucional de 2009 concretó de este modo en su art. 1: "un Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, libre, independiente, soberano, democrático, intercultural, descentralizado y con autonomías […], fundado en el "pluralismo político, económico, jurídico, cultural y lingüístico, dentro del proceso integrador del país".

El cambio de rumbo perfilado con las recientes elecciones abre a Bolivia un abanico de posibilidades auspiciosas, que en gran parte dependerá de la lucidez y responsabilidad del presidente electo Rodrigo Paz y de su adversario en el balotaje, Jorge Quiroga,que no son lo mismo, pero sí opuestos al derrotado MAS; en todo caso, el riesgo es que la polarización política dejada atrás se reitere con un nuevo clivaje ideológico entre ambas dirigencias mayoritarias.

Una cuestión será verificar si la implosión del MAS fue consecuencia de su modelo institucional, de problemas estructurales nunca resueltos integralmente o de ambas cosas. ¿Se aventurará el nuevo gobierno a una reforma constitucional que devuelva las cosas al statu quo ante o algo parecido? Más probable parece introducir modificaciones legislativas respecto del funcionamiento de la administración de justicia, la selección de magistrados y el régimen electoral.

Todo lo demás será de mayor aliento y requerirá musculatura política. Por caso, aventar recurrentes pujos secesionistas promoviendo mejores formas o instancias de autonomismo departamental o, directamente, un régimen federal.

Tampoco es menor la cuestión de la identidad nacional, expresada en el plurinacionalismo.

Más allá de su basamento ideológico, en Bolivia -como en todos nuestros países- prevalece un mestizaje étnico-cultural escamoteado en censos oficiales. Tratándose de la principal conquista del MAS, debe encararse con apertura mental y prudencia: la incorporación en los asuntos públicos de vastos sectores sociales postergados no tiene retorno.

La complejidad política-económica-social actual depende de la articulación de medidas estabilizadoras inmediatas. La economía es un desquicio corroborado con todas las variables desmadradas. De modo que esta nota aportará sobre la proyección suramericana de Bolivia, antes que enredarnos en su trabada coyuntura.

Su ligazón con los países de la región, antes mencionadas, la constituye en actora indispensable del equilibrio de poder suramericano. Y más allá de los focos de incendio que esperan al nuevo gobierno (incluido un indomable Evo autoempoderado por el 19% de votos nulos), habrá que atender su política externa dado el entretejido de relaciones elaborado durante años por el tándem Morales-García Linera, sin perjuicio del denodado esfuerzo en paralelo por alcanzar un nuevo equilibrio de poder nacional entre regiones y departamentos.

Antes de la debacle electoral de 2019, que marcó el inicio del fin, Evo Morales trabó alianzas estratégicas -en abril de ese año- con la India, Emiratos Árabes Unidos y Turquía, apuntando a tres objetivos básicos:

1- un corredor ferroviario entre puertos brasileños, chilenos (2/3 del comercio exterior sale todavía por Arica e Iquique) y peruanos (de sur a norte Matarani, Ilo y ahora Chancay), lo cual requiere interconexión entre la Red Andina -2.276 km- y la Red Oriental -1246 km- mediante el Proyecto Ferroviario Montero-Bulo Bulo, previsto en una iniciativa IIRSA;

2- una conexión aeroportuaria mundial con eje en Santa Cruz de la Sierra

3- Y nos atañe particularmente, un mejor acceso multimodal a la hidrovía Paraguay-Paraná.

A todo esto súmese el litio, el acceso a tecnología nuclear y satelital y recursos para la defensa nacional con el apoyo ruso. Desde 2016 sus academias militares reciben oficialidad boliviana para capacitación. Ese fuerte vínculo se extiende precisamente a tecnología militar, nuclear y la industrialización del litio, terrenos donde los argentinos estuvimos torpemente ausentes.

Las relaciones con Pekín han sido potenciadas en otra gira -julio 2018- con el objeto de profundizar la condición de socio estratégico; tras lo cual Bolivia se incorporó al menos formalmente a la Nueva Ruta de la Seda.

Cuestión muy sensible en la agenda -suponemos- de nuestras cancillerías, son los indescifrables acuerdos "de asesoramiento" con Cuba, Nicaragua, Venezuela e Irán. Si bien es otro asunto de largo aliento, seguramente por las implicancias regionales será de abordaje inmediato por el nuevo gobierno.

Para finalizar, Bolivia tiene en carne viva la problemática histórica de su mediterraneidad. Es difícil suponer que se resuelva pronto con renovadas negociaciones con Chile y Perú, actor secundario en virtud de lo acordado entre ambos en el Tratado de Lima de junio de 1929. Suramérica retrasará su polo si esta problemática no se encauza adecuadamente.

Mientras eso no ocurra, todos los vecinos debemos hacer lo imposible para colaborar con la superación del enclaustramiento, con varios abordajes posibles.

En nuestro caso, las conexiones ferroviarias a La Quiaca y Salvador Maza, un bypass hacia el Corredor Bioceánico de Capricornio, y el siempre postergado aprovechamiento integral del Bermejo, vinculado a la geoestrategia directa de la RNGA y la Zicosur (salvo La Paz y Oruro, los otros siete departamentos la integran), que desde hace décadas importa poco al etnocentrismo portuario que padecemos.

Todo tiene que ver con todo. Bolivia nos necesita más que nunca y nosotros necesitamos a Bolivia. Mucho.

 

 

Temas de la nota

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD