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26 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
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Trampa dialéctica disfrazada de "batalla cultural"

Viernes, 25 de julio de 2025 01:21
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Hemos caído en una trampa dialéctica peligrosa. Aceptamos o rechazamos una idea dependiendo de quién sea la persona que la enuncia; sin mediar ningún otro juicio crítico adicional. Pero, así como personas buenas se equivocan y cometen actos equivocados o expresan pensamientos e ideas repudiables; también hay personas ruines y perversas que, a veces, dicen cosas ciertas, correctas o hasta irrefutables. La verdad no tiene bando ni facción; aunque queramos encorsetarla. Y, el que alguien no tenga autoridad moral para decirlo, no hace que eso dicho no sea cierto, válido o correcto.

El lodazal y la guerra de trincheras en la que se ha convertido la política -y la vida cotidiana- se ha extendido al mundo de las ideas. Vivimos una "Era de la Batalla Cultural" en la que convivimos en espacios en los que cada uno es el villano de cada otro; donde se desprecia a todo aquel que busque quedarse -adrede- afuera de esa falsa pelea. Ambos bandos esgrimen con gritos e insultos que "el otro" es el ruin; mientras ambos repiten -calcada- esa misma conducta oprobiosa que acaban de condenar unos; o de vestirla de épica y de heroica, los otros.

Todos sabemos qué ha hecho el kirchnerismo. Ha tergiversado de la manera más absoluta y ruin toda causa noble; ha bastardeado y pisoteado toda idea legítima y toda noción de verdad. Tenemos ejemplos cercanos todos los días a la mano. Hay programas de televisión que parecen no agotarse nunca de regodearse en la exhibición pornográfica de escándalos, corruptela, vaciamientos, falsedad ideológica, maltratos y silencios cómplices del kirchnerismo. No entiendo qué buscan; tampoco qué ganan. Una vez que la gota rompió el cántaro; ¿para qué seguir agregándole agua? ¿O es tanto el miedo a que el cántaro no esté roto?

A esta altura no puede quedar duda alguna de que Cristina Elisabet Fernández de Kirchner -presa con condena firme- es una persona corrupta hasta la médula; la jefa de una banda criminal que estafó y a vació al Estado en nombre de cada causa noble que malversó. Cristina y el kirchnerismo más rancio representan a una forma de idiotismo social aberrante envuelto de un enanismo moral oprobioso. Jorge Luis Borges dijo. "los peronistas tienen todo el pasado por delante"; el kirchnerismo también. Y, algún día, el mileísmo también lo tendrá.

Pero no toda idea kirchnerista es mala "per-se", ni todos los kirchneristas son "casta corruptos que luchan por sus privilegios perdidos", ni todos son "inmundas kucas". Tampoco toda idea contraria al kirchnerismo es una verdad revelada. Hay demasiadas ideas mileístas estrafalarias, ridículas, autoritarias, perversas o cínicas. Pero criticar al mileísmo no implica ser kirchnerista ni abogar por su retorno. Ni viceversa. ¿No nos vamos a hartar nunca de esta grieta tan poco saludable y autodestructiva?

Camus -izquierdista rabioso que no dejó nunca de cuestionar y criticar la brutalidad de los métodos de Stalin-; se enfrentó al enanismo moral de Sartre y de Simone de Beauvoir; dos gigantes intelectuales que cuestionaban a Camus "porque sus críticas fortalecían a la derecha". Hay que ser muy poca persona para esgrimir un argumento tan baladí. Pero, es claro; el enanismo moral no es una ideología; es una condición; una postura ante la vida. Una forma de ver y sentir la vida y al prójimo. Es lo que sucede cuando no se intenta "ser humanos" y cuando no se reconoce ni se acepta que no hay ideología que valga más que un ser humano. Ni que su dignidad. Nunca. Jamás.

Así, hemos caído en una trampa donde a un kirchnerismo perverso y en decadencia, le oponemos un "mileísmo Frankenstein" cocido con retazos de traidores, de conversos, de oportunistas, de violentos y de mamarrachos que sólo persiguen una frágil supervivencia política. Un sumidero que recicla y "lava" a una política en fuga. Al final del camino, ambos son sólo dos expresiones fundamentalistas y antagónicas, con aspiraciones hegemónicas y totalitarias. Ambas son el síntoma de una democracia raquítica en la que casi la mitad de la gente no se molesta en ir a votar. De una democracia tan cianótica que no puede generar alternativas sanas a estas dos visiones extremas.

"¿Qué nos ha pasado que nos hemos vuelto insensibles?", dice en un tramo de la carta firmada por el Arzobispo de Mendoza, Marcelo Colombo (presidente de la Conferencia Episcopal) y el Obispo Auxiliar de San Isidro, Raúl Pizarro. "Les compartimos nuestra perplejidad ¿qué nos ha pasado como sociedad que nos hemos vuelto insensibles al dolor de los más vulnerables: los niños y las personas con discapacidad?", dice el texto. El kirchnerismo antes; el mileísmo ahora, nos superaron. Y una sociedad dispuesta a canjear una transitoria estabilidad macroeconómica por insensibilidad social y un estremecedor vacío de ideales.

Deberíamos poder elevarnos hacia el mundo de las ideas y estimarlas en su ámbito; sin juzgar al portador ni la afiliación -acomodaticia y variable- de su portavoz. ¿Podremos? ¿Intentaremos parecernos más a Camus o seremos como Sartre y de Beauvoir? Sólo el tiempo -y la sociedad que construyamos- lo dirá. Tengo mi respuesta. Ojalá esté equivocado. Ojalá.

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