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El barrio Vicente Solá ya no es lo que era. Y no lo dicen con nostalgia, sino con angustia. Esta semana, delincuentes intentaron robar una panadería ubicada en la esquina de Zuviría al 2100, a solo una cuadra de la conocida escuela redonda. Usaron una barreta para forzar la puerta durante la madrugada. No lograron ingresar, pero rompieron parte del acceso y dejaron daños visibles, lo que disparó otra vez las alarmas entre los vecinos, que viven atemorizados por la escalada de inseguridad.
“Esto fue a las cinco de la mañana. El dueño tuvo que llamar a un herrero de urgencia para reforzar la puerta. Una locura. Ya no se puede vivir así”, relató una vecina a El Tribuno. El ataque no fue un hecho aislado: ya hubo robos en una fotocopiadora y en una peluquería de la zona, donde rompieron vidrieras y se llevaron todo lo que pudieron. “Esto viene de hace tiempo, no es nuevo. Acá no tenemos seguridad”, lamentan.
Según los testimonios, la situación en el barrio se agravó por la presencia constante de personas en situación de calle, muchos de ellos jóvenes con adicciones que se agrupan para consumir bebidas alcohólicas y drogas. “El sábado había más de 20 sentados en la vereda, tomando y drogándose en grupo. A metros de una escuela. Y nadie hace nada”, contaron a este medio.
Cerca de ahí, un joven que salía del gimnasio fue asaltado por un grupo. Le robaron hasta la ropa: zapatillas, remera, todo. “Nos dijeron que la modalidad de robo es una sola, y no se puede hacer nada. No hay prevención, no hay reacción, y si los detienen, en horas están de vuelta”, denunciaron. Un vecno contó que "salvó de un robo" a una joven que estaba esperando el colectivo para ir a estudiar. "Le quisieron robar el celular. Yo les grité y salieron corriendo. Es una constante. Ya no se puede vivir ante tante inseguridad", dijo con indignación.
Los vecinos afirman que, aunque instalaron cámaras de seguridad, tuvieron que ponerlas detrás de rejas por temor a que también se las roben. “Ya no confiamos en nadie. El barrio está tomado. No hay patrullaje, la Policía pasa una vez y después desaparece. Cuando detienen a alguno, lo largan a las horas”.
Describen una escena repetida: grupos de jóvenes drogados, deambulando como "zombis", haciendo fogatas, dejando basura, ocasionando disturbios todas las noches. “Han arruinado el barrio. Esto era un lugar tranquilo, donde se podía vivir en paz. Hoy vivimos encerrados”.
El pedido es unánime y urgente: “Le pedimos al intendente, al gobernador, que hagan algo con la seguridad. Nos sentimos abandonados. Los vecinos estamos organizándonos por nuestra cuenta, porque la Policía no da abasto o no puede actuar. Es desesperante".
En Vicente Solá, donde antes se respiraba tranquilidad, hoy reina el miedo y la impotencia. Y la sensación de que la inseguridad se naturalizó.