Una mañana a pleno sol del 23 de septiembre de 1990 en Las Lajitas se enlutó cerca del mediodía cuando una lancha cargada con 21 niños y un mayor, todos residentes en finca Santo Domingo, naufragó en la parte más honda de una represa, llevándose la vida de 18 niños y dos adultos, uno de ellos, un rescatista improvisado.
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Una mañana a pleno sol del 23 de septiembre de 1990 en Las Lajitas se enlutó cerca del mediodía cuando una lancha cargada con 21 niños y un mayor, todos residentes en finca Santo Domingo, naufragó en la parte más honda de una represa, llevándose la vida de 18 niños y dos adultos, uno de ellos, un rescatista improvisado.
Solo tres niños sobrevivieron, entre ellos un bebé de dos años, que milagrosamente flotó hasta ser rescatado cerca de la orilla. Los otros dos, una niña de 10 años y un nene de 12, soportaron horas sobre el bote dado vuelta hasta la llegada de una goma de tractor usada por los rescatistas.
La tragedia náutica de finca Santo Domingo fue la peor entre todas las conocidas en nuestro territorio, pues destruyó a una decena de familias y dejó vacía el aula plurigrado de una escuela rural.
El dolor en la memoria colectiva de Las Lajitas jamás cesó, y cientos de páginas de diarios de la época cubrieron con sensacionalismo la tragedia infantil, nacida en un paseo por el día de la primavera. El Tribuno, estuvo presente horas después de la tragedia y participó informando desde ese lugar durante varios días.
La represa, hoy inexistente, tenía una extensión de 300 metros de largo por unos 100 de ancho y una profundidad de 7 metros en el centro.
34 años después
Días atrás El Tribuno volvió a ese lugar 34 años después. Allí Nelson Galván recordó espontáneamente un detalle aterrador: "Cuando partió la lancha, el agua casi llegaba al borde, y recuerdo que podíamos tocarla con solo bajar el brazo", dijo. Luego casi consternado aclaró: "El motor se paró, estábamos en el medio, y al detenerse el agua comenzó a inundar el bote. Nos asustamos y allí se produjo el desbalanceo y la vuelta en campana", relató.
Luego, dijo que salió asido a una soga y que ayudó a su compañera de aula Analía Mejillón a subir al bote. "Eramos solo los dos y estuvimos ahí desde el mediodía hasta casi la noche cuando su tío, que usó una cámara de tractor atada a una soga, nos rescató. Felipe Parada no sabía nadar, pero se arrojó a la represa cuando vio desde la orilla que el bote se había dado vuelta y perdió la vida intentando salvar otras. El bebé Sergio Fabián Escobar (2) fue hallado vivo por Walter Fernández, trabajador de Santo Domingo, quien lo rescató cuando flotaba gracias a un pañal con bombacha de goma que lo mantenía en superficie.
La memoria de aquel luctuoso acontecimiento se vio sostenida por las páginas de nuestro matutino y así lo atestiguan y valoran los sobrevivientes de aquella tragedia hasta el día de hoy.
El aula vacía, y un maestro abatido
Analía Mejillón recordó -34 años después- que el aula del plurigrado de la escuela de la finca quedó vacía y que el maestro jamás pudo reponerse de la tragedia. "Lloraba frente a los pocos que quedamos y decidió irse a Santiago del Estero". Las familias que vivíamos en Santo Domingo emigraron, entonces, a Las Lajitas.
"Todo se hundió a nuestro alrededor"
Rememorando aquel triste día, Analía Mejillón, en dialogo con El Tribuno dijo: "Yo no estaba en el grupo de niños que estaban haciendo el paseo en bote, yo fui a buscar a mi hermano menor y al llegar vi el bote llenos de chicos, porque todos éramos compañeros del plurigrado, me subí también".
"Cuando se detuvo el bote se produjo la tragedia. En solo minutos me vi envuelta en las aguas y alguien me acercó al bote. Todo se hundía alrededor, se escuchaban los gritos que pedían ayuda, algunos decían papá, otros mamá. Así nos quedamos solos Nelson Galván y yo, solos hasta que el silencio nos presagió lo peor", siguió el relato. Horas estuvieron allí, sobre el casco de la lancha que resistió hasta que los sacaron de ahí.
Aquel día para toda esa generación fue el final. Solo dos quedaron para contar aquella triste historia y un bebé que -supimos después- flotó o nadó hasta la orilla y fue hallado por un trabajador de Santo Domingo.
"Tras la tragedia, la finca comenzó a ir a menos y finalmente se vendió; el maestro se retiró del plurigrado quebrado emocionalmente y porque también ya no había alumnos en sus clases. Las familias que habitaban Santo Domingo emigraron hacia Las Lajitas, fracturadas por la muerte de sus hijos y ya nada fue igual", reflexionó.
En medio de ese relato, surge una historia dentro de la historia y en esa ingresa el expolicía Santos Fernández, quien fue el primer agente en llegar al lugar de la tragedia. Años después, Fernández contrajo matrimonio con la única sobreviviente mujer y desde entonces viven juntos ahí, en Las Lajitas.