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25 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
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Carta del lector

Carta del lector

Ayer ha fallecido en Salta luego de una larga y penosa enfermedad el doctor Enrique Cornejo San Millán. El Dr. Cornejo se graduó de médico en la Facultad de Medicina de la Universidad de Tucumán en 1971 con un promedio de 9.12, por lo que tuvo el galardón de ser Medalla de Oro de su promoción. Durante cinco años fue docente como Ayudante por concurso en la Cátedra de Histología e Histopatología. 
Llegado a Salta y elegida su actividad asistencial en el campo de la Medicina Interna, ocupó el cargo de médico de planta del Instituto de Endocrinología, lo que hoy es el Hospital Oñativia, trabajando con los doctores Arturo Oñativia y José Antonino Cornejo. Poco después, fue invitado a Buenos Aires a una rotación por el Instituto de Rehabilitación Respiratoria María Ferrer, que dirigía el doctor Aquiles Roncoroni, con quien trabó una larga amistad, entrenándose allí en la terapia intensiva y la terapia respiratoria de alta complejidad. La medicina asistencial fue su actividad sobresaliente, eje de la medicina misma. Abrió su consultorio e integró el equipo de Clínica Médica del Instituto Médico de Salta. Estas actividades, la hospitalaria y la privada, las realizó con una intensidad poco común. Hizo nacer, como fruto de su dedicación, una clientela grande de pacientes de todas las condiciones, llegando al anecdótico y simpático hecho de que salteños radicados en Buenos Aires vinieran periódicamente a Salta para consultarlo. Fundó la Unidad de Terapia Intensiva del Instituto Médico de Salta, una de las primeras en nuestro medio privado y que, con otros colegas, dirigió durante varios años. Un campo de la Medicina Interna a la que se dedicó intensamente fue la diabetología, llegando a ocupar un lugar destacado en Salta y Argentina. Tan es así, que fue invitado más de 26 veces a reuniones internacionales de medicina interna y diabetología en América del Norte, Europa, varios países y hasta Dubai y Japón. Muchos colegas lo recuerdan como un gran consultor en los “corrillos” de los congresos donde, rota toda formalidad, era requerida su opinión que, justamente, tenía el aval de una ardua práctica asistencial junto al enfermo. Preguntas donde tantas veces los libros no aportan una respuesta práctica y concreta, que de última, es lo que el paciente necesita como “un traje a medida”, para cumplir el objetivo del médico, que es curar pocas veces, aliviar muchas y consolar siempre. Enrique fue miembro y presidente de la Sociedad Salteña de Diabetes, fue fundador del Ateneo de Medicina de Salta y colaboró con el doctor José Antonino Cornejo en las reuniones científicas que se desarrollaron en el Instituto Cenesa. 
No fue su único quehacer asistir a los pacientes; siempre relacionado con la medicina, fue durante dos períodos presidente del Colegio de Médicos de Salta, habiendo defendido su autonomía a brazo partido. También fue presidente de la Caja de Jubilaciones para Médicos de la Provincia de Salta, cuya administración fue próspera y ordenada. Integró el directorio del Instituto Médico de Salta y también de Diagnóstico Salta. En sus últimos años, perteneció al equipo de Clínica Médica del Sanatorio Parque. 
En el consultorio donde atendiera con su padre, su hermana y otros profesionales, dejó el nombre de su padre grabado como un homenaje, llamándose Centro Médico Nolasco Cornejo Costas.
Como mejor promedio de su camada, al graduarse, le correspondió hacer uso de la palabra en nombre de sus condiscípulos. Eran épocas difíciles para el país y las universidades; mas Enrique, en su discurso, expresó valientemente su opinión sobre los valores de la libertad.
Perteneció a una numerosa familia y tuvo para con ella una singular cualidad. Es difícil aceptar para un médico hacerse cargo de las dolencias de sus familiares y amigos. Enrique aceptó este reto en forma ejemplar, con un temple y una seguridad que para cualquier profesional resultó envidiable.
Fundó con Stella Maris Pucci, su adorada mujer, un hogar ejemplar. Fueron grandes anfitriones, fue un hombre muy sociable y divertido, las puertas de su casa estuvieron siempre abiertas para sus numerosos amigos y especialmente para su familia y muy especialmente para sus tíos, ya viejos, a quienes protegía siempre con su cariño y cuidados propios de su hombría de bien.
Enrique fue un enamorado del tenis deporte que practicó toda su vida; diría que fue un amigo más para él y con el cual construyó también muchas amistades.

Por Hernán González Pondal- Médico de Salta Capital

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